No son los mangos, es la receta

in #spanish11 days ago

En el cálido y vibrante corazón de Maracaibo, donde el sol besa la tierra y las palmas susurran al viento, vivía la abuela Carmen. Era conocida en el vecindario no solo por su cariño y sabiduría, sino también por su inigualable jugo de mango. Cada mañana, cuando el sol apenas despuntaba, Carmen salía al jardín y recogía los mangos más jugosos y maduros de sus árboles. Era un ritual sagrado, una comunión con la tierra que parecía infundirle vida al jugo que preparaba.


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El aroma dulce y embriagador de los mangos llenaba la casa mientras Carmen los pelaba y troceaba con maestría. Luego, con un gesto casi ceremonioso, los mezclaba con un toque de azúcar y un chorrito de agua fría. El resultado era un jugo de mango espeso, vibrante y refrescante, que parecía capturar toda la esencia del trópico en un solo vaso. Los vecinos decían que el jugo de Carmen no era solo una bebida, sino una experiencia sensorial que evocaba recuerdos de la infancia y días despreocupados bajo el sol.

Años más tarde, después de haberse mudado a Buenos Aires, el sabor de aquel jugo seguía grabado en la memoria de su nieto. Sin embargo, al buscar mangos en Argentina, descubrió que estos provenían de Brasil. Eran grandes y vistosos, pero al probarlos, notaba una diferencia sutil pero marcada. Los mangos brasileños carecían de la dulzura intensa y el aroma profundo de los mangos de Maracaibo.


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Un día, decidido a recrear el jugo de su infancia, compró los mangos brasileños y siguió cuidadosamente la receta de la abuela Carmen. Aunque el jugo era delicioso, algo faltaba. No era solo el sabor, sino la conexión emocional y los recuerdos ligados a aquellos días en Maracaibo. Comprendió que el verdadero secreto del jugo de su abuela no estaba solo en los ingredientes, sino en el amor y la tradición que impregnaban cada paso del proceso.





Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.

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