En la encantadora ciudad de Tandil, conocida por sus paisajes pintorescos y su ambiente tranquilo, un hermoso ocaso de primavera se desplegaba sobre las colinas y los valles. Era un momento mágico, donde la naturaleza parecía detenerse para ofrecer un espectáculo de colores y serenidad.
Sofía, una fotógrafa aficionada, decidió aprovechar ese atardecer especial para capturar la esencia de su amada ciudad. Con su cámara en mano, se dirigió al Parque Independencia, un lugar emblemático que ofrecía una vista panorámica de Tandil y sus alrededores. Mientras caminaba por el sendero que la llevaba a la cima, el aire fresco de la primavera le llenaba los pulmones y el suave canto de los pájaros la acompañaba.
Al llegar a la cima, se encontró con una vista impresionante. El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados, rosados y dorados. Las nubes, dispersas y esponjosas, reflejaban la luz del sol, creando un cuadro digno de un artista. Sofía se sentó en un banco de madera, tomando un momento para apreciar la belleza que la rodeaba.
Mientras ajustaba su cámara, notó cómo los rayos del sol iluminaban suavemente la Piedra Movediza, uno de los símbolos más icónicos de Tandil. Decidió capturar esa imagen, donde la piedra parecía brillar con una luz propia, como si estuviera llena de vida. A medida que el sol seguía su descenso, las sombras se alargaban y los colores se volvían más intensos, dándole a cada fotografía una sensación de calidez y nostalgia.
A lo lejos, podía ver las siluetas de las Sierras de Tandil, destacándose contra el cielo en un contraste perfecto. Los campos verdes y las flores silvestres comenzaban a desvanecerse en la penumbra, creando un paisaje de ensueño que parecía sacado de un cuento de hadas. Sofía sentía una conexión profunda con su entorno, como si cada elemento de la naturaleza estuviera en armonía.
En ese momento, un grupo de caballos apareció en la llanura cercana, trotaban libremente, disfrutando de la paz de la tarde. Sofía ajustó su lente y capturó la escena, sabiendo que esa imagen sería una de las más preciadas de su colección. Los caballos, con sus crines ondeando al viento y sus movimientos gráciles, parecían formar parte de un ballet natural bajo el cielo en llamas.
El ocaso continuaba su danza, y Sofía, llena de inspiración, decidió quedarse hasta que el último rayo de sol desapareciera. Al caer la noche, las primeras estrellas comenzaron a brillar tímidamente, anunciando la llegada de una noche clara y fresca. Con su cámara llena de recuerdos y su corazón contento, Sofía emprendió el regreso a casa, agradecida por haber presenciado una tarde tan maravillosa.
Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.