Anthony, un niño de 10 años lleno de curiosidad y energía, vivía en un pequeño pueblo en el interior del país, donde las piscinas eran una rareza. Su vida diaria estaba llena de juegos al aire libre, aventuras en el campo y chapoteos en el riachuelo cercano. Sin embargo, nunca había tenido la oportunidad de experimentar la emoción de una verdadera piscina.
Un verano, sus tíos maternos, Marta y Hugo, decidieron llevarlo a la ciudad de Buenos Aires para unas vacaciones inolvidables. Entre las muchas actividades que habían planeado, la visita a las piscinas del club Parque Norte era la que más emocionaba a Anthony. Había escuchado historias de piscinas enormes y toboganes de agua, pero nunca había visto nada igual en persona.
El viaje en auto a Buenos Aires fue una aventura en sí misma. Mientras el paisaje cambiaba de campos verdes a la bulliciosa ciudad, Anthony no podía contener su emoción. Al llegar a Parque Norte, sus ojos se iluminaron al ver las inmensas piscinas brillando bajo el sol. Marta y Hugo sonrieron, sabiendo que este sería un día inolvidable para su sobrino.
Anthony, con su traje de baño nuevo y una gorra que le habían regalado sus tíos, se acercó a la entrada con un poco de nerviosismo. Marta le tomó la mano y lo tranquilizó, diciéndole que se lo pasaría en grande. Al entrar al área de la piscina, el sonido del agua y las risas de otras familias lo envolvieron, llenándolo de entusiasmo.
La primera parada fue la piscina principal, un vasto océano azul que parecía interminable. Hugo le enseñó a Anthony cómo entrar con cuidado, y poco a poco, se sumergió en el agua. La sensación de frescura y libertad fue indescriptible para él. Mientras chapoteaba, Marta y Hugo lo alentaban desde el borde, felices de ver la alegría en su rostro.
El club ofrecía una variedad de atracciones, y Anthony no tardó en encontrar su favorita: el tobogán de agua. Con un poco de valentía y la compañía de Hugo, subió los escalones hasta la cima. Al deslizarse por el tobogán, sintió una mezcla de emoción y adrenalina que lo hizo reír a carcajadas. Al llegar al agua, salió del tobogán con una sonrisa amplia, deseando repetir la experiencia una y otra vez.
Después de horas de diversión, Marta y Hugo llevaron a Anthony a un área tranquila con una piscina más pequeña. Allí, le enseñaron a flotar y a dar sus primeras brazadas. Bajo su atenta mirada, Anthony comenzó a ganar confianza en el agua, disfrutando de cada momento.
El día pasó volando, y al caer la tarde, Anthony se acurrucó en una toalla junto a sus tíos, exhausto pero feliz. Mientras comían un helado y compartían historias sobre sus aventuras acuáticas, Anthony se dio cuenta de lo afortunado que era por tener tíos tan maravillosos. Se prometió aprender a nadar bien y soñar con futuras visitas al club.
Esa noche, de regreso en la casa de sus tíos, Anthony se quedó dormido rápidamente, soñando con piscinas interminables y toboganes emocionantes. Sabía que ese día sería uno de sus recuerdos más preciados, una experiencia que llevaría en su corazón para siempre.
Y así, la primera vez que fue a la piscina, Anthony descubrió un nuevo mundo de diversión y aprendizaje, rodeado del amor y el apoyo de su familia. Los tíos Marta y Hugo, por su parte, se sintieron agradecidos de haber compartido ese momento especial con su sobrino, creando un lazo aún más fuerte y un recuerdo imborrable.
Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.
