Andrea vivía en una tranquila calle de Buenos Aires, donde cada casa tenía su propio carácter y cada vecino una historia única. Entre todas las particularidades del barrio, había algo que siempre llamaba la atención: el auto negro de Andrea. Estacionado frente a su casa, el auto, un elegante sedán, se destacaba no solo por su color, sino por el hecho de que, inexplicablemente, siempre estaba sucio, a pesar de que Andrea lo lavaba religiosamente cada semana.
Cada sábado por la mañana, Andrea se levantaba temprano, se ponía su ropa de trabajo y salía con baldes, esponjas y detergente. Pasaba horas frotando cada centímetro del coche, asegurándose de que brillara como nuevo. Sin embargo, al día siguiente, el auto amanecía cubierto de polvo, hojas y pequeñas manchas que desafiaban su dedicación.
Los vecinos, intrigados por el misterio, comenzaron a hacer sus propias especulaciones. Algunos decían que era culpa de los árboles del vecindario, que soltaban una capa constante de polvo y polen. Otros sospechaban que los gatos callejeros encontraban en el auto un lugar perfecto para sus travesuras nocturnas. Pero, nadie tenía una explicación concreta.
Un día, curioso por el fenómeno, el vecino Carlos decidió investigar. Se ofreció a ayudar a Andrea con la limpieza y, mientras trabajaban, observó con atención cada rincón del auto y el entorno. Después de mucho pensar, propuso instalar una cámara de seguridad para ver qué ocurría durante la noche.
Andrea, aunque escéptica, aceptó la idea. Colocaron la cámara de manera que pudiera capturar cualquier actividad alrededor del auto. Esa misma noche, se fueron a dormir con la esperanza de resolver el misterio.
A la mañana siguiente, revisaron la grabación y lo que vieron los dejó sorprendidos. Durante la noche, una bandada de pequeños pájaros se posaba en los árboles cercanos y, al amanecer, descendían en busca de comida, posándose sobre el auto y dejando sus huellas y plumas. Además, se veía cómo el viento arrastraba polvo y hojas directamente hacia el coche, cubriéndolo en cuestión de horas.
Con la causa del misterio finalmente revelada, Andrea y Carlos decidieron buscar una solución. Plantaron arbustos alrededor del área donde estacionaba el auto, creando una barrera natural que reduciría el impacto del polvo y las hojas. Además, Andrea colocó espantapájaros decorativos que, aunque modestos, disuadieron a las aves de posarse en su auto.
A partir de entonces, el auto negro de Andrea comenzó a mantenerse más limpio. Aunque todavía necesitaba una limpieza semanal, los esfuerzos de Andrea finalmente daban frutos. Lo que había comenzado como un simple hábito de limpieza se transformó en una historia de colaboración vecinal y resolución de problemas.
El auto, ahora reluciente, se convirtió en un símbolo del ingenio y la determinación de Andrea, y una prueba de que, a veces, los misterios más desconcertantes pueden resolverse con un poco de observación y trabajo en equipo. La calle volvió a su tranquilidad habitual, pero con un renovado sentido de comunidad y amistad.
Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.
y, es la maldición de los automóviles. Además hay que cuidarse de las palomas que tienen la rara habilidad de hacer sus deposiciones (que son muy abundantes, por cierto) de color blanco si tu automóvil está pintado de color oscuro, y de color oscuro si el vehículo está pintado de color claro.
Saludos amigo @vgalue
Justo hace rato un pájaro me dejó un regalo blanco en mi auto negro