Simon Fairchild, de 12 años, sabía que estaba en problemas cuando el monstruo de pelaje oscuro entró a la casa abandonada en una parte del East End de Londres. Observando desde su escondite en un rincón de la casa, el niño notó que el monstruo era de una altura mayor a la de un hombre lobo normal; la espuma que salía de su hocico era una combinación de sangre y saliva. Aquella estampa coincidía con una descripción que había leído hace unos meses en un libro que su padre tenía en su estudio.
Una descripción que le hizo sentir un escalofrío en todo su cuerpo. "Lykaios... Es un lykaios", pensó sin quitar la mirada encima.
Recordó de inmediato todas las historias que le contaban sobre aquella bestia; aquél hombre lobo había entrado en una fase demencial en donde no distinguía la realidad de la ilusión. Su sed de sangre era solo comparada a la de un asesino serial: un placer enfermo era lo que aquél monstruo sentía al asesinar a sus víctimas. Por desgracia, su enfermedad era contagiosa; la mordida era el medio de contagio, por lo que todo licántropo y no licántropo debía evitar a cualquier costo que el lykaios clavara sus fauces en su piel.
Un fuerte agarre lo sacó de sus pensamientos.
Junto a él se encontraba una niña temblorosa de cabello rubio; su vestido blanco con rojo estaba hecho un desastre. Sus ojos dorados le miraban con duda, como si se preguntara qué iban a hacer.
Simon se volvió hacia donde estaba la bestia. Ésta ya no estaba en el pasillo.
Su instinto le exigió que se fueran de ahí inmediatamente; su mente le pidió paciencia. Su acción inmediata fue caminar despacio, procurando hacer el menor ruido posible. Instruyó a la niña de mirar constantemente al techo y detrás de ella, pues aquella bestia tenía la capacidad de caminar por los techos.
Estuvieron así por muy pocos minutos en lo que bajaban por las ruinosas escaleras del lugar; justo en el momento en que se acercaban a la puerta, una gota de sangre cayó desde el techo.
-No mires... - murmuró Simon mientras que, tomando con fuerza la mano de la niña, se acercaban lentamente a la puerta - ¡CORRE!
Fuente: Vandal
Wow, exelente material.
¡Muchas gracias, @aikiado!
Me dio miedito pero me ha gustado mucho :)
¡Muchas gracias, @equipodelta! Sí, un lykaios da mucho más miedo que un hombre lobo normal, por lo que enfrentarse a él es en sí una locura. En la segunda parte veremos qué onda... ¡Saludos!
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