—Señor, ya está todo listo.
—Perfecto —el hombre de bata blanca y lentes volteó—. Sólo queda una cosa más.
Caminó hacia el otro lado del laboratorio y encontró una pieza de un rompecabezas. Su asistente sólo le seguía con la mirada.
—Debo advertirle, por enésima vez, que esto es demasiado peligroso y puede salir muy mal parado.
El hombre volteó con el ceño fruncido y una mirada amenazante. El asistente, quien sólo era un muchacho, ni siquiera se inmutó ante esto ya que estaba acostumbrado. Siempre le dirigía esas miradas cuando no estaba de acuerdo con él pero sólo eran eso: Miradas.
—¡No me importa lo que pienses! —gritó. Su asistente seguía sin hacer nada al respecto.
El único gesto que hizo fue alzarse de hombros con desdén.
—Yo se lo advertí —dicho esto, salió de la habitación y volvió unos segundos después con una caja entre las manos.
—¿Esto enmendará mi error, no es así?
El asistente contestó asintiendo con la cabeza.
—No lo considero un error puesto que lo que pasó no fue culpa suya —hizo una pausa para ver la caja marrón que tenía entre las manos—. Sin embargo, es su decisión y no voy a interferir.
Después de soltar esas palabras, abrió la caja. Una nube de humo salió del objeto y el muchacho metió la mano y sacó un reloj.
—¡Aquí está! Con esto y la pieza todo irá de maravilla.
Él se alzó de hombros por segunda vez.
—Sólo quiero que aprenda la lección.
Finalmente, el asistente salió de la habitación para no volver.
El hombre se puso el reloj en la muñeca y colocó una pieza del rompecabezas encima de la pantalla. Hecho esto, el objeto comenzó a iluminar toda la habitación con muchos colores.
De repente, se transportó a un lugar diferente. No estaba en su laboratorio; estaba en un campo cualquiera. Miró a su alrededor y pudo observar los hermosos árboles y el cielo totalmente despejado. Sí; había llegado al lugar exacto donde habían ocurrido los hechos.
Fue aquí donde perdió todo lo que antes había querido. Donde asesinaron a su hermana mientras hacían juntos un rompecabezas; el mismo que lo había llevado a ese lugar.
Sólo tenía veinte minutos para obligar a su hermana y a sí mismo a abandonar el campo antes de que el reloj lo llevara de vuelta a su casa y el asesinato ocurriera.
Miró el aparato y notó que el tiempo pasaba. Admirando el paisaje a su alrededor, ya había perdido un minuto y no se atrevía a perder ninguno más.
Su misión no sería fácil puesto que su hermana no era de las que dejaban llevar por un extraño y él sabía que estos diez años buscando la forma de evitar lo que pasó le habían cambiando mucho en cuanto a su apariencia. No obstante, esto no lo haría rendirse. Evitaría el sufrimiento de su hermana y el suyo propio.
La pieza del rompecabezas lo había llevado justo al sitio donde iban a armarlo. La imagen que había que encontrar entre las piezas le parecía tan irrelevante en ese momento al contrario de lo que opinaba en aquel entonces.
Se sentía orgulloso de sí mismo por poder dar un paso por delante de muchos científicos y armar una especie de máquina del tiempo muy pequeña que sólo te permitía viajar al pasado para corregir un error siempre y cuando tuvieras algo que estaba ahí en ese momento. En su caso, era la pieza llena de sangre.
Cinco minutos.
No podía recordar donde había estado, y es que la máquina tenía un defecto: Si no haces las cosas antes de los primeros diez minutos, comienzas a olvidar. Tenía que encontrarse rápido antes de ese tiempo para no olvidar su misión ahí.
De repente, recordó donde estaba; estaba justamente escondido en uno de los árboles. Sólo tenía que averiguar cuál de ellos se trataba.
Sabía que el árbol en donde se escondía estaba cerca del lugar donde ocurrió el asesinato de su hermana, de hecho, no estaba lejos de su posición actual; no se extrañaba si su antiguo yo le había encontrado antes.
Por fin, logró encontrarse.
—Hola —saludó. El otro se mostraba muy confundido y se reflejaba con bastante claridad en su cara.
—¿Quién eres tú y por qué te pareces tanto a mí? —preguntó.
—No tengo tiempo para explicarte —miró su reloj; diez minutos. Se encontró justo a tiempo—. Tienes que sacar a tu hermana de este lugar en menos de diez minutos.
—¿Qué? ¿Por qué? Íbamos a armar un rompecabezas justo ahora —protestó.
—Créeme, es lo mejor. Dile que tienen que irse por un asunto de emergencia, yo que sé, inventa cualquier cosa. Por favor, te lo suplico.
—¿Qué es lo que pasará si mi hermana y yo nos quedamos?
—La asesinarán.
Al principio, él quedó en shock. Pasados unos dos minutos de mirarle fijamente, comenzó a reír.
—¿Es una broma, cierto? —preguntó su antiguo yo entre risas. Palideció al darse cuenta de que el reto no era su hermana sino él mismo. Era muy terco.
—¡No es broma! —gritó.
Lágrimas comenzaron a salir del otro por causa de la risa. Se las limpió con el dedo.
—Por favor, dime la verdad. ¿A qué vienes? Mi hermana no está en peligro en este lugar —dijo con una sonrisa.
—¿No me crees? Entonces te demostraré que lo que digo es cierto.
—Bien, te preguntaré algo que sólo yo sabría. ¿Qué fue lo que pasó hace unos años entre mis, bueno, nuestros padres?
—La historia que todo el mundo conoce es la de la repentina huída de mamá. No obstante, sólo tú y yo sabemos que ella no huyó porque quiso: Él la amenazó con asesinarla. Ella devolvió la amenaza con llevarnos a otro lugar y la cumplió por unos años. Es por eso que nuestra hermana no recuerda a su papá en sus primeros años de vida, porque mientras estábamos con mamá, papá fue a parar a un manicomio y logró, milagrosamente, recuperarse. Aunque de todos modos, no volvimos a confiar en él.
Ahora las lágrimas que brotaban de sus ojos eran otras. El hombre también las tenía.
—Entonces sí eres yo.
El otro asintió en respuesta.
—¿Cómo morirá nuestra hermana?
—Alguien la va a asesinar en unos… ¡Oh Dios mío! Hablamos demasiado. Ya sólo faltan siete minutos para que todo ocurra.
El otro se puso las manos en la cabeza.
—Me la llevaré lo más rápido que pueda. Debe de estar cerca.
Buscaron por todo el lugar, pero su hermana no aparecía. La desesperación estaba comenzando a apoderarse de ellos, el miedo de que ya fuera demasiado tarde era mutuo. Él no quería volver a vivir el luto que guardó por todos esos años y que se quitó para ir a buscar a su hermana. Por otra parte, su antiguo yo tampoco quería imaginarse lo que su yo del futuro tuvo que pasar.
Tres minutos.
Ella no aparecía. Ambos estaban muy preocupados. Él del futuro quería cambiar la historia pero al parecer el universo estaba conspirando en su contra para que todo pasara tal y como sucedió sin alteraciones.
—¿Cuánto tiempo nos queda? —preguntó al del reloj.
Él miró el aparato en su muñeca.
—No nos queda mucho tiempo. Apenas tres minutos y cincuenta segundos —dijo.
Los lugares para buscar estaban contados. La chica simplemente no aparecía por ninguna parte.
De pronto, escucharon un ruido. Parecía un forcejeo entre dos personas.
Ambos corrieron hacia el lugar y encontraron a la chica defendiéndose de un hombre que le amenazaba con quitarle la vida si no le daba el bolso. Ella no sabía qué hacer y en su desesperación, su reacción fue la menos apropiada.
—Así tú lo pediste —dijo el otro.
Después de eso, sólo se escuchó el seco sonido de un disparo y un charco lleno de sangre.
Su yo del pasado abrió los ojos después de haberlos cerrado por el impacto. Lo primero que vio fue a alguien tirado en el suelo y la chica intentando revivirlo, arrancándose prendas de ropa para evitar que el sangrado prosiguiera.
¿Quién había muerto?
El tiempo se había terminado.
El hombre abrió los ojos lentamente y se vio a sí mismo, más joven, con lágrimas en los ojos. Volteó la mirada hacia su hermana y la vio, tan triste y agradecida a la vez con quien le había salvado la vida.
—¡Tenemos que llevarte a un hospital!
El del reloj sonrió. Puso la mano de su hermana en su pecho.
—Valió la pena —susurró.
Dicho esto, el reloj comenzó a sonar y el cuerpo a desaparecer comenzando por los pies.
Ella comenzó a llorar con muchos sentimientos encontrados, empezando por su confusión evidente y siguiendo con la tristeza y el trauma de ver a alguien morir literalmente entre sus brazos.
Sin embargo, él no murió.
Terminó de desaparecer de los brazos de la chica guiñándole el ojo por lo que ella creía que sería la última vez.
El hombre que quería asesinarla en primer lugar, huyó pues su pistola sólo tenía una bala. Sólo tenía una oportunidad y falló.
El chico del pasado abrazó a su hermana.
—Ya todo terminó. No volveremos aquí.
Mientras tanto, en el futuro, el hombre era observado por su asistente, quien no demostraba emoción alguna sólo para no asustarlo. Se arrodilló frente a él.
—Te dije que era peligroso.
Él miró a los ojos a su asistente, con un intenso brillo en ellos.
—Pero valió la pena. Cambié la historia.
—Lamentablemente, no para ti. Sólo creaste otra línea del tiempo donde los sucesos ocurrieron de forma diferente.
Él sacudió la cabeza.
—No me importa morir si sé que a la final logré salvar a mi hermanita.
El asistente sólo sonrió.
—¿Sabes algo? Si mueres, yo me quedaré sin alguien al que asistir.
Dicho esto, sacó su teléfono y llamó al 911.
Mientras la ayuda llegaba, el cerró los ojos, feliz de poder haber logrado su cometido en los veinte minutos que se le proporcionaron para que lo hiciera.
No le importaba si no podía vivir para contarlo; estaba totalmente satisfecho de que al menos alguien sí podría.
Y se trataba nada más ni nada menos que de su querida hermana.
Espero que les haya gustado. Su voto se los agradezco ♥ Bye!
¡Muchas gracias! Ya te estoy siguiendo también.