Me elevas,
como se eleva una hoja con el viento
al caer de un árbol,
como se eleva la lenta espiral del humo de mi cigarrillo,
cigarrillo que me permitió sentir por primera vez,
tus labios en mi boca sin saber.
Me elevas,
como un globo que escapa
de las manos de un niño
y causa angustia,
tal vez como las grandes olas que
presiden una tormenta.
Me elevas,
con tus rémiges por lo alto,
segura de no fallar en el vuelo
y es que ¿Como no elevarme en ti?
Si me elevas caminando de tu cuarto a la sala,
del mueble a la cama,
si me elevas cuando toco tus pestañas,
acaricio tus hombros,
cuento esos lunares desdibujados en tu piel,
cuando mi cara reposa entre tus brazos.
¿Como no elevarme?
si la música en ti invade mi calma
y tu lengua miel
inunda de lenguajes desconocidos
las aureolas de mis senos,
cuando te miro disperso,
distante,
pensativo,
con más dudas que seguridades.
Y es que hasta tu respiración acelerada o calmada
chocando contra mi cuello,
me eleva.
La manera en que me tomas de la cintura,
para dejar de ser mía y volverme tuya,
aquí no me elevo,
vuelo,
planeo,
en ese constante ascenso,
decides si elevarte conmigo o dejarme caer
allí en ese preciso instante,
en el que inhalo el característico olor de tu espalda,
es el momento perfecto para dejarme caer,
no al vacío si no más bien,
al estrecho espacio de tu memoria.