Me decía una persona hoy, mientras caminábamos retornando a nuestras casas, por falta de efectivo y de unidades de transporte colectivo, que las personas ahora tienen el "Síndrome de Nicolás". Es decir, más o menos una paranoia que los hace proceder como si aquí no pasara y que jamás pasó nada. La señora argumentaba que si con el estómago vació y sin expectativas de encontrar algo en la nevera, se podía actuar tan espontáneamente, como lo asumen los disidentes chavistas. Porque ahora, nadie votó por Maduro.
También, me explicaba que su sobrina de 19 años se había marchado al Perú y era quien sustentaba a su hermana con únicamente 20 dólares mensuales, que finalmente, venían siendo aproximadamente Bs 5.000.000. Esa suma ayudaba inmensamente a su hermana que sólo cobraba su mísera pensión del Seguro Social.
Yo, le argumentaba que difícilmente, un salario promedio aquí llega a esos 20 dólares, que estamos rondando a los 2 dólares. Que Dios le diera salud por su buen corazón a esa niña, porque casi nadie que esté fuera del país, sabe las penurias que se viven aquí. Y nadie, deja de comerse un helado en otras latitudes, para ser solidarios con su sangre.
Bueno señores, pero la reflexión, es que ocultar la realidad no la hace invisible y más llevadera. Hay que dejar ese caradurismo, porque a final de cuentas, todos estamos inmersos en este desastre de país. Que muchos estamos comiendo ya una vez al día y algunos ni eso. Rogando a Dios no enfermarse, porque aproximaría un final fatídico a nuestras vidas. Cada día se hace más rudo el día a día. Y lo peor, las pocas esperanzas que hay de un pronto cambio del panorama. Trato de darme fuerzas siempre y tener actitud positiva, pero hay cosas que me tocan el corazón.
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