Estamos solos, flotando en un entorno que continua su curso en cámara lenta, no hay gravedad, los elementos se liberan de las leyes físicas, y los sonidos se vuelven etéreos y perfumados. Un sonido constante, de fondo, como de campana herida, mientras una voz como escondida entre follajes invisibles, asoma poco a poco, hasta oirse un estruendo que nos arranca de nuestro estado. Estábamos soñando despiertos.
Normalmente cuando niños, somos más imaginación que realidad, es como si supiéramos, que madurar significa dejar las fantasías para las noches de sueño, es como si supiéramos que no hay lugar más acogedor que nuestra propia imaginación. Nos volvemos luego una especie de mala copia del mundo más allá de nuestras pupilas, dentro de ellas hay un universo donde todo se mueve como el vapor y nunca hermetiza, pero fuera de ellas, todo es gélido, es sordo, es estridente, es viscoso... es coaccionante.
A medida que crecemos nos vamos haciendo la idea que lo mejor esta allá afuera, que las voces no son tan agudas, y que las pieles son como un enorme mar donde se dejan caer las tormentas y donde los elementos se funden cerrando los ojos. Hemos dejado las fantasías para las noches de sueño, pero es entonces cuando comienza la batalla de aquellos mundos, donde nos hemos dejado derramar sin reparo, estamos ahora en lo tangible, vivimos en ese mundo donde hay que trabajar por comida, donde hay que limpiar el sudor con jabón para que otros lo huelan, donde debemos sonreír a manera de llanto, porque sigue dentro de nosotros ese niño que fuimos, flotando en las cavernas del pensamiento... esperándonos para salir volando de nuestra mano, sin importar dónde.
Es allí donde empezamos la búsqueda, donde nuestra necesidad nos obliga a traer a este mundo parte de aquello que solo habita en nuestro interior.
... Y así vamos por la vida.
Entre el trafico, de pronto entramos en trance, nos acuchillan ideas incontenibles, colores, olores, música... de nuevo campanas heridas a lo lejos, como el fondo profundo de aquella obra que pinté con mis dedos y un trapito. Están aquí, he llenado mis espacios tangibles con replicas de mi mundo secreto, mas, aun así nada se comparará jamás, a la sublime aventura de poder pasearme sin limites, por los recovecos de mi memoria.
Normalmente cuando niños, somos más imaginación que realidad, es como si supiéramos, que madurar significa dejar las fantasías para las noches de sueño, es como si supiéramos que no hay lugar más acogedor que nuestra propia imaginación. Nos volvemos luego una especie de mala copia del mundo más allá de nuestras pupilas, dentro de ellas hay un universo donde todo se mueve como el vapor y nunca hermetiza, pero fuera de ellas, todo es gélido, es sordo, es estridente, es viscoso... es coaccionante.
A medida que crecemos nos vamos haciendo la idea que lo mejor esta allá afuera, que las voces no son tan agudas, y que las pieles son como un enorme mar donde se dejan caer las tormentas y donde los elementos se funden cerrando los ojos. Hemos dejado las fantasías para las noches de sueño, pero es entonces cuando comienza la batalla de aquellos mundos, donde nos hemos dejado derramar sin reparo, estamos ahora en lo tangible, vivimos en ese mundo donde hay que trabajar por comida, donde hay que limpiar el sudor con jabón para que otros lo huelan, donde debemos sonreír a manera de llanto, porque sigue dentro de nosotros ese niño que fuimos, flotando en las cavernas del pensamiento... esperándonos para salir volando de nuestra mano, sin importar dónde.
Es allí donde empezamos la búsqueda, donde nuestra necesidad nos obliga a traer a este mundo parte de aquello que solo habita en nuestro interior.
“Un lienzo en blanco, una pincelada, dos pinceladas... ¿qué me pasa? tenía claro lo que quería hacer, lo siento, tu ya no vas... un azul, un negro, un violeta... pinceladas desquiciadas, en desorden, chispas blancas... más azul. Hermoso, me encanta, esta es la noche que soñé aquel día leyendo a Paul Auster en la oscuridad de mi recamara”.
... Y así vamos por la vida.
Entre el trafico, de pronto entramos en trance, nos acuchillan ideas incontenibles, colores, olores, música... de nuevo campanas heridas a lo lejos, como el fondo profundo de aquella obra que pinté con mis dedos y un trapito. Están aquí, he llenado mis espacios tangibles con replicas de mi mundo secreto, mas, aun así nada se comparará jamás, a la sublime aventura de poder pasearme sin limites, por los recovecos de mi memoria.
Texto de mi autoría, es una percepción muy particular y subjetiva de la manera como algunos nos llevamos con nuestro yo artista y de cómo manejamos y exteriorizamos ese mundo tan complicado que llevamos dentro. Espero les haya gustado esta manera viciosa de mirar a través de mi cristal. ¡Un gran saludo a todos!
Me siento muy identificada con tu escrito @waldorz, me declaro Una artista Loca, porque hasta el día de hoy pienso en y lidio con ello. En parte es el proceso de evolución del Artista... estudiarnos, y mantener nuestra esencia.
Gracias amiga, gracias por leerme, creo que nos pasa a muchos, y cono dives, forma parte de nosotros. Un abrazote!
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