Pasajero
El hombre del asiento trasero le coloca un revólver en el cuello, abre su boca y destraba una lengua serpentina que recorre la piel temblorosa de Daniela... ella siente el roce de la carne y la baba que viene desde el comienzo del hombro derecho hacia la nuca, la carnosidad que raspa y que sube hasta la redondez de la oreja, el colmillo que muerde el lóbulo hasta el punto de dolor. Daniela, con la mano tapando su oído, observa la aguja del kilometraje subir a sesenta, siente el frío del cañón que presiona la carne y la mano del chófer que le aprieta el muslo izquierdo.
Los dos abrazados hasta que uno de los otros niños entra al baño, baja el cierre de su pantalón y, mientras se aproxima al inodoro, los mira. Todo se suspende hasta que el pequeño sube de vuelta el cierre y sale corriendo a llamar a los otros. Miguel sube su pantalón, acomoda su camisa y sale sin ser descubierto. “Corre”. Le dijo: “¡Corre!”.
La punta del arma ondea entre la peluca roja y el cuero cabelludo, frota de abajo hasta arriba, de la nuca hasta la cabeza. Nadie articula palabras. La mano derecha del conductor llega hasta la perilla del volumen y, de pronto, adentro del carro todo es movimiento y ruido, una canción de Deftones cuyo nombre no recuerda y el sonido del motor que sube y baja vertiginosamente al compás de la aguja del kilometraje. (Drive faster). Todo es un tropel de risas, humo de cigarro y la bulla de los hombres coreando, en un inglés pésimo, la canción que suena en el reproductor.
—Quedaste preciosa.
—¿Preciosa, Soledad?
—Bella...
Daniela percibe el hedor a alcohol en los labios del tipo, las manos que pasan encima del sostén, el cañón del arma que baja hasta su cintura y más abajo hasta llegarle a la punta del sexo. “Passenger” se llama la canción que suena. En todo el trayecto sus ojos han estado observando el tablero del carro: un llavero y, mal envuelto en papel de aluminio, un polvo blanquecino que parece cocaína... la aguja baja hasta cero y el ruido del motor se reduce al sonido entrecortado de insectos. El hombre de atrás la suelta, retira el arma del sexo y, luego de varios movimientos bruscos abre la puerta. Daniela puede ver muy poco en esa oscuridad, apenas algunos arbustos en un sitio árido y una larga autopista con luces que parpadean, que se encienden y a ratos se apagan. (Roll the windows down). El hombre de atrás, de varios tirones, logra sacarla por la ventanilla, la deja caer en el suelo. El rostro de Daniela choca neto contra la tierra.
— ¡Pero nada de esto a papá!
— Nada —frota la esponja contra el polvorete—, a ese señor… nada. Espero que ni el billete.
El chofer abre la puerta del copiloto y el hombre que está afuera, con el arma en la espalda de Daniela, hace que ésta apoye su cara en el asiento. (I'm your passenger). La punta del revólver dibuja una herida desde la mitad de la espalda hasta el coxis y Daniela, sudando, muerde el cuero de la butaca. Se recuerda saliendo de aquel baño. “¡Corre!”. Nunca atinó a ver cuántos niños le perseguían. Corría, sin saber de qué. Eso había sugerido Miguel. Salió de la escuela, dejó caer el bolso con los cuadernos y, con la bulla detrás, subió hasta la parte más alta de un árbol. Estuvo allí arriba y abajo todos esos niños lanzando piedras. Se recuerda resbalando de una rama. Cerraba los ojos tanto como se podía hasta ya no poder. Arriba, como una imagen pausada, las hojas verdes, detrás el cielo, hasta que el golpe apagó todo.
Bajan su pantalón hasta los pies. La lengua babosa del hombre recorre el camino de la herida. (This time would you please drive faster). El sexo a contraluz entrando en el ano de Daniela y, enseguida, el bombillo del poste vuelve a apagarse. (¿Podrías manejar más rápido?) El chofer le acerca el pene a la cara, la peluca amarilla cae al suelo del auto y a Daniela deja de importarle, ese momento, lo que está ocurriéndole... todo lo que quiere es tomar la cabellera postiza y colocársela otra vez, esperar la caída, las hojas verdes y la caída que todo lo apaga.
—Quedaste preciosa.
Dos luces rojas se van, la música se vuelve cada vez más lejana, el carro plata se pierde en la oscuridad de la autopista... Daniela es una imagen que parpadea sobre suelo, en el humo que ondea sobre el asfalto, en los dos billetes de cien que el viento aleja de su mano temblorosa. Daniela es un cuerpo abandonado en la orilla de la calle.
—Quedaste preciosa.
—¡Pero nada de esto a papá! ¡Ni el billete!
Un par tacones dorados martillan la vereda que lleva al parque Ayacucho. Un paso adelante del otro. Desde acá se ven las luces del parque: los carros que pasan y los que se detienen, las minifaldas abordándolos, el jugueteo y la danza de piernas de media noche. Una escucha el "tac tac" de los zapatos y voltea para ver lo que se acerca: una morena alta con dos zapatos brillantes, una falda no muy corta, tampoco larga, dos ojos negros y grandes detrás de un maquillaje nacarado que está a tiempo luz de las otras muchachas. ¿Daniela?
— Quedaste preciosa.
— ¿Preciosa, Soledad?
— Sí —dice mientras la toma de la mano y le da una vuelta para que todas las demás la admiren—, preciosa, preciosa.
Dos luces amarillas se acercan y las minifaldas se amontonan y se escotan para dejar ver el repliegue de las medias y la carne de las piernas. Son dos hombres en un carro plata, uno baja el vidrio y pregunta cuánto por la vuelta. Soledad dice que eso depende de a cuál quiera llevarse. El copiloto hace que su mirada pasee por el rostro y el cuerpo de todas y señala a Daniela ¿Cómo no iba a hacerlo? "¡Esa!".
"Doscientos por esa, está nueva de hoy así que me la tratan con cariño". Soledad le da una nalgada a Daniela y al oído le dice que por ser la primera vez olvidará la comisión. Daniela asiente gustoza mientras se acerca al carro.
El hombre que va adelante se baja y le pide que se monte ella en el asiento del copiloto mientras él se pasa para atrás. La niña puso el pie en el peldaño y con un impulso sube. Soledad y todas las otras se fueron haciendo más pequeñas en el retrovisor del carro. (Mirrors sideways Who cares what's behind). El tipo que maneja saca de la guantera un disco y lo inserta en el reproductor. La aguja del kilometraje oscila entre cuarenta y cincuenta. Daniela pregunta: ¿Y qué rumbo llevamos?
No había querido verse en el espejo, Soledad había traído todos los juguetes al cuarto y repetía lo bella que iba a quedar. La peluca amarilla que ella misma había usado en sus tiempos, los zapatos dorados, las lentejuelas. Mientras le maquillaba el rostro le daba también consejos sobre cómo tratar a los clientes, le preguntaba si se había depilado, si sabía qué iba a responder si le preguntaban esto y aquello, a dónde ir, qué hacer si una cosa o la otra. Todo lo hablaba Soledad mientras la maquillaba.
— La cara está lista—dijo mientras le acomodaba la peluca—. Abre los ojos.
El espejo le devolvió un rostro completamente distinto: dos grandes ojos de pestañas negras y gruesas, un rostro de mejillas blanquecinas y brillantes, dos labios rojos.
— Soledad, eres una maga con esos coloretes—dijo.
— Bueno, gracias—respondió—, pero falta.
(Don't let me go, take me to the edge... I'm your passenger).
Soundtrack Deftones-passenger
Soundtrack Perota Chingo Seres Extraños
Extraordinario relato. Una sola lectura no le basta. Quiere más, necesita más y nos introduce en su extraño mundo de iniciaciones, prostitución, violación, colores, sensaciones, dolores, malos tratos, tiempo alborotado, sonidos de canciones...
un montón de gracias @zeleiracordero (muakata)
Un cuento muy bien logrado, @wilins (creo que conocía una versión tuya anterior). La violencia sexual está tratada con mucho dominio narrativo (y descriptivo, por supuesto); así como ese antecedente y el contexto de la prostitución temprana. Además, la narración inversa le da un sentido suspendido de gran interés. ¡Excelente!
@josemalavem gracias por tu lectura atenta. Sí habías leído una versión anterior. También la comentaste. Me encanta que te guste.
@wilins, qué historia tan estremecedora. Un logro de escritura despojada y sin distracciones retóricas.
Unos versos vienen a mi memoria. No se ajustan en el tono, pero sí en el sentido:
Coplero que canta y toca
su justa ventaja tiene:
toca cuando le da gana
y canta cuando le conviene.
Abrazototes
@adncabrera, en serio, iluminas mi cuarto oscuro. Te abrazo!
"Coplero que canta y toca
su justa ventaja tiene:
toca cuando le da gana
y canta cuando le conviene". 😍
Realmente excelente, te felicito por este estupendo trabajo, tengo algunos, no tan buenos pero me gustaría que lo vieras, saludos
Muchísimas gracias!
Me encantó, @Wilins. El orden cronológico está brutal. Upvote, para comenzar.
Gracias, beba! un placer para mí! @siomarasalmeron
Siempre tu...
Excelente relato! Tu estilo narrativo mantiene en total suspenso al lector. Me encantó
@eudisdiaz gracias! un verdadero honor!
Upvoted ☝ Have a great day!
Extraordinario @wilins... La verdad me encantó, logró transportarme al momento y heló mi sangre, los detalles son únicos y más aún cuando mencionas zonas características. ¡Gracias por regalarnos tus historias!. Un abrazo inmenso desde estos lares...