Y simplemente llegó un momento en el que se cansó; se cansó de ser recibir
golpes, se cansó de estar herida, se cansó de callar, se cansó de cojear, se cansó
de no hacer nada al respecto, se cansó de esperar en la banca.
Y fue entonces cuando se puso de pie y renunció a seguir siendo observadora.
Había llegado el momento de ser protagonista y luchar por sus ideales y
principios, luchar por lo que ama y en contra de las injusticias.
A partir de ese día, ella sería una voz y no un eco.
Se puso los guantes de boxeo y dio su mejor gancho.
Esta era ella ahora.
Y esta sería ella para siempre.
Entendió que siempre ganará si pelea por lo correcto, incluso cuando parece que
pierde en el combate, se adquiere experiencia, aprendizaje, habilidad y astucia;
por tanto, nunca es realmente una derrota.
Una vez que probó el dulce sabor de la victoria, éste quedó impregnado en sus
labios, se volvió cada vez más fuerte y capaz, rompió sus cadenas y frenos; ahora
no había nada ni nadie que la limitara o detuviera.
se volvió entonces el héroe de su propia historia
Ya no dependía de nadie, ni le importaba lo que pudiesen opinar los demás de
ella, había dejado de ser insegura y como consecuencia se fueron desvaneciendo
los complejos y las dudas.
Se desarrolló en ella una cualidad inigualable que en definitiva marcó un antes y
un después en su vida y se trata del poder; se volvió poderosa como producto de
ser tan capaz y valiente que caída tras caída se levantaba de nuevo sin pensarlo
dos veces.
Poderosa porque ahora es segura de sí misma y de lo que hace, poderosa porque
no teme ser golpeada por la vida o las circunstancias, poderosa porque cuando es
su turno de golpear lo hace con todo, poderosa porque cada día da lo mejor de
ella.