EL PROBLEMA
Cuando se enoja, su hijo de dos años se tira al suelo y empieza a gritar y a patalear, mientras ustedes se preguntan: “¿Es normal lo que está haciendo nuestro hijo? ¿Estamos haciendo algo mal nosotros? ¿Acabará esto algún día?”.
Ustedes pueden ayudar a su nene a modificar su conducta; pero primero tienen que averiguar por qué actúa así.
LAS CAUSAS
Los niños pequeños tienen muy poca experiencia en el manejo de las emociones. Esa inexperiencia puede resultar en una que otra rabieta. Pero hay otros factores que las provocan.
Piensen en el cambio que experimenta un niño a los dos años. Desde el día en que nació, los padres han atendido todas y cada una de sus necesidades. Si lloraba, corrían a ver qué le pasaba: “¿Está enfermo el bebé? ¿Tiene hambre? ¿Hay que cargarlo? ¿Hay que cambiarlo?”. Hacían lo que fuera necesario con tal de remediar la situación, lo cual es bueno, pues los bebés están completamente indefensos.
Pero ahora, el niño empieza a darse cuenta de que las cosas están cambiando. En vez de que sus padres hagan lo que él quiere, él tiene que hacer lo que ellos dicen. Los papeles se están invirtiendo, y no está dispuesto a rendirse sin luchar, por lo cual recurre a las rabietas.
Con el tiempo, el niño termina aceptando el hecho de que sus padres son sus maestros, no solo sus cuidadores. También reconoce su verdadero papel: obedecerlos . Pero en el proceso es muy probable que les exprima hasta la última gota de paciencia a fuerza de berrinches.
LO QUE PUEDEN HACER
Sean comprensivos. Su hijo no es un adulto en miniatura. Él no sabe controlar sus emociones, de modo que tiende a reaccionar de forma exagerada. Traten de ponerse en su lugar.
No pierdan la calma. Si su hijo está en pleno berrinche, enojarse no arreglará las cosas. En la medida de lo posible, ignoren la escena y actúen con naturalidad. Recuerden por qué ocurren los berrinches; eso les ayudará.
No cedan terreno. Si acceden a las demandas de su hijo, sean cuales sean, seguramente él repetirá la rabieta la próxima vez que quiera algo. Demuéstrenle con calma que están hablando en serio.
Sean pacientes. No esperen que las rabietas desaparezcan de la noche a la mañana, sobre todo si ya le han dado al nene razones para creer que los puede hacer cambiar de opinión. Pero si actúan con firmeza vez tras vez, las rabietas irán espaciándose cada vez más hasta desaparecer.
También intenten lo siguiente:
● Cuando el niño comience su berrinche, tómenlo entre sus brazos —si es posible— e impídanle sin lastimarlo que patalee. No le griten; solo esperen a que pase la tormenta. Con el tiempo, se dará cuenta de que las rabietas no sirven de nada.
● Establezcan una zona en la que puedan ponerlo cuando tenga una rabieta, díganle que solo podrá salir cuando se calme y déjenlo allí.
● Si el berrinche es en público, llévenlo a un lugar más privado. No cedan tan solo porque está armando un escándalo; si lo hacen, le darán a entender que puede conseguir lo que quiera con una pataleta.
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