Lo peor es que es la manera que aprendí de amar y mis relaciones en pareja se asentaba en sus bases. Quiero pensar que fue el motivo de que todas, sin excepción, fracasaran y en parte, tiene mucha parte de la razón. No se la doy toda porque digo yo que algo de responsabilidad tendré en todo esto.
La cuestión es que a día de hoy he dejado de creer en el amor romántico, como cuando dejé de creer en dios. Relaciono estos dos conceptos porque a pesar de considerarme en contra de toda religión, a veces, es como si necesitara algo en lo que creer. Y miro a mi alrededor y veo quien cree y es feliz, pero sé que a mí no podrá llenarme. Y miro a mi alrededor y veo matrimonios y sé que a mí no podrá llenarme.
La mayoría de mis pocos amigos se mueven en uno de los dos espectros. Me alegra verlos felices, pero me aterra la simple idea de transmitirles mi manera de pensar, pero eso es un problema de aceptación que debería trabajar.
En ocasiones siento que me tratan con condescendencia, que por otra parte es porque finjo anhelar algo como lo que ellos tienen y que aún lo estoy buscando. Pero eso es algo que abandoné hace tiempo y que el hecho de sigan siendo mis amigos, a pesar de mis singularidades, es justo el amor que necesito.