Me parece que fue ayer cuando estaba en primaria y estudiábamos ciencias de la naturaleza. Siempre me gustaron los procesos experimentales y disfrutaba mucho cuando nos asignaban sembrar granos de caraotas en medio de papel periódico mojado. Con muchas expectativas esperaba hasta ver los primeros tallos de raíz brotar y atravesar el papel. A los pocos días ya teníamos una pequeña planta dentro de un frasco de mayonesa. Lo mismo hacíamos con granos de maíz, era toda una aventura para niños que no pasaban los 10 años.
No puedo decir que tenía predilección por la siembra, pero realmente me fascinaba observar la germinación en mis granitos de maíz y caraota. No todos los granos originaban retoños, algunos de ellos simplemente no florecían. Y así era como la semilla inerte que depositaba entre vidrio, periódico y humedad podía dar vida a una nueva generación de tallos y ramitas. El grano que creía muerto renacía para dar vida.
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Mucho más curioso que mi proyecto escolar, fueron las palabras de nuestro Señor Jesús al ser conducido a la muerte
El grano de trigo, a menos que sea sembrado en la tierra y muera, queda solo. Sin embargo, su muerte producirá muchos granos nuevos, una abundante cosecha de nuevas vidas. Juan 12:24 NTV
Jesús con esto daba a entender lo que le esperaba, la muerte asechaba a su puerta para hacerle presa. Más él, entendiendo el propósito de ello estuvo dispuesto a beber de la copa del sufrimiento, esa copa proveniente del pecado cuya consecuencia era la muerte… Muerte para vida.
Curioso ¿no? Que un mensaje pueda hablar de vida y muerte a la vez. Pero más curioso aún es cuando se nos presenta el evangelio, la realidad que desde un principio debemos enfrentar y que nos parece en un inicio imposible de creer “muertos en delitos y pecados”. Efesios 2:1
Muertos en vida, muertos sin Cristo, muertos en delitos y pecados. Muertos en el egoísmo, muertos en el orgullo y envidia.
¿Puede haber esperanza para alguien que ha perdido todo, incluso la vida?
Para que el grano de trigo pueda dar fruto debe ser primero enterrado en la profundidad de la tierra, allí en lo escondido, en lo oculto llegado el tiempo comenzarán a germinar las primeras espigas de vida. Nuestras vidas cual granos de trigo, pequeñas e insignificantes son, pero solo cuando experimentamos el proceso de la muerte a través de Cristo podrá germinar vida de nosotros a causa de su resurrección.
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Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Romanos 6:4-6
Un día Cristo fue sepultado en lo oculto, al tercer día resucito a fin de darnos una esperanza viva. Al igual que una semilla, Cristo fue plantado para germinar vida. De igual forma nosotros en su muerte y resurrección somos justificados. Ese poder que lo levanto de los muertos es el mismo poder para vivificar nuestros cuerpos mortales; el mismo poder que operó en Jesús para fortalecerlo durante su crucifixión en el madero, es el mismo poder que obra en nosotros para crucificar la carne, para vencer el pecado, para derrotar la tentación y así ir contra la corriente de este mundo. Gálatas 5:24
El mismo espíritu que le dio vida después de la muerte, es el mismo que tras su ascensión dejo a cargo de nuestro cuidado y protección. Es el mismo que opera en nosotros para hacer morir las obras de carne, a fin de vencer nuestra naturaleza pecaminosa que se opone al creador.
Pues juro, amados hermanos, que todos los días enfrento la muerte. Esto es tan cierto como el orgullo que siento por lo que Cristo Jesús nuestro Señor ha hecho en ustedes. 1 Corintios 15:31 NTV
¿Y tú? ¿Estás dispuesto a morir?
Un verdadero creyente cada día muere a sus prejuicios, a sus imposibilidades, a su carne. Seamos esa semilla sembrada en los méritos de Jesús, sepultados juntamente con Cristo y solo allí renaceremos y al florecer seremos portadores de vida, ramitas de nuevos frutos que testifiquen de Dios.
«La enormidad de mi pecado me convierte en un escenario para mostrar la grandeza de Tu Misericordia.»
— Charles H. Spurgeon
Gracias por leer mi post. Las citas biblicas fueron tomadas de la versión Reina Valera 1960, al menos que se indique el uso de la Nueva traducción viviente (NTV)
— Charles H. Spurgeon
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Gracias por compartir esa bella reflexión. Saludos