Astrolabio / Cuentos Folklóricos, Raza y Lucha de Clase en la Literatura Afro-Venezolana. Parte II.por @hlezama.

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Astrolabio
Una visión del mundo de Equipo Cardumen
por Hernry Lezama
@hlezama

Cuentos Folklóricos, Raza y Lucha de Clase en la Literatura Afro-Venezolana. Parte II


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Habíamos quedado en la primera parte en que

cuando analizamos los discursos no oficiales tal como se representan en el folklore y la literatura, vemos que el discurso racista es ubicuo. En el caso de los cuentos folklóricos dependiendo de la intención del que cuenta, la audiencia y el contexto, la africanidad, la indianidad, o la blanquedad si importa; sin embargo, el discurso blanco ha prevalecido y los grupos de color siempre han sido, en el mejor de los casos, tergiversados.

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El indio, Guaraco, por ejemplo, quien en Nochebuena Negra es comparado con Tío Conejo por su astucia (Sojo 28-29), es un personaje central en la novela, a pesar del pequeño espacio que literalmente ocupa en el texto. Su historia es contada en relación a la del Doctor Goyo, un español adinerado cuyas nobles acciones son comentadas a menudo por la peonada. El Dr. Goyo saca a Guaraco de la cárcel (donde fue a parar después de una pelea) con la condición de que el indio trabaje para él hasta que la fianza sea cancelada. Nos enteramos luego que el Dr. Goyo no era tan noble y que Guaraco no era tan astuto. Cuando Guaraco mata al Dr. Goyo al final de la novela, quedamos convencidos que de tal acción estaba más que justificada dado lo abusivo y deshonesto que el doctor terminó siendo. Las acciones crueles del Dr. Goyo habían arruinado muchas vidas; en buena parte porque, como español blanco, había recibido toda clase de concesiones por encima de los ciudadanos de 2da y 3era clase. De modo que afirmar que cualquiera haya sido la desgracias que le haya pasado al pícaro (léase, negro, indio o zambo) se lo tenía merecido por alguna maldad previa, tiene profundas implicaciones racistas en el contexto del discurso racial y las jerarquías sociales venezolanas. Y eso es exactamente lo que la novela de Sojo hace: evita simplificaciones y complica las asociaciones esencialistas de rasgos morales y raza.


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Como lo mencioné en la primera parte de este post, me concentraré en tres novelas venezolanas que tratan los problemas raciales, económicos y políticos en la construcción de la “raza cósmica” venezolana: Pobre Negro (1937) de Rómulo Gallegos, Nochebuena Negra de Juan Pablo Sojo (escrita en 1930, pero no publicada hasta 1943), y Cumboto (1948) de Ramón Díaz Sánchez. En todas estas novelas los cuentos de Tío Conejo son una parte integral no solo en la descripción que hace el autor del folklore local, sino también de la representación de luchas raciales y de clase. Estas tres novelas, entre otras (Las Lanzas Coloradas de Arturo Uslar Pietri, Canción de Negros de Guillermo Meneses, Boves el Urogallo de Francisco Herrera Luque, Cubagua de Enrique Bernardo Núñez, Los Conuqueros de Julio César Ramos, El Mestizo Blanco de Guillermo García, por mencionar algunas) son de gran importancia en la reivindicación de la representación de los negros (y personajes de raza mixta en general) en la literatura venezolana.


Aunque algunos estudios se han publicado sobre la novela negra venezolana, los cuentos folclóricos han recibido menos atención, y las diferentes facetas del personaje Tío Conejo (tal como es usado en estas novelas) ha sido ignorado casi por completo. Las obras de José Marcial Ramos Guedez, Daniel Piquet, and Marvin Lewis merecen mención especial. Ethnicity and Identity in Contemporary Afro-Venezuelan Literature (1992) de Lewis es, hasta ahora, el análisis más sofisticado de la novela y poesía negra venezolana; El Negro en la Novela Venezolana (1980) de Ramos Guedez es quizás la obra más abarcante (ya que trata siete novelas), sin embargo su brevedad y superficialidad decepcionan; La Cultura Venezolana (1982) de Piquet toca solo cuatro novelas, incluyendo Cumboto y Pobre Negro, pero le dedica toda una sección a la Literatura Oral y algunas páginas a Tío Conejo.


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La magia o lo sobrenatural ha sido tradicionalmente asociado con las culturas “primitivas” y su validez es usualmente cuestionada en el discurso dominante, el cual suele privilegiar un enfoque más científico o al menos más escéptico a los fenómenos físicos. En las novelas afro-venezolanas donde la pepa del zamuro, amuletos similares, o la brujería en general es mencionada, no hay intentos por parte del autor de desmitificar las creencias “primitivas”. Como apunta Daniel Piquet, en relación a la novela de Manuel Díaz Sánchez, “en Cumboto la magia es eficaz…la brujería no es recuperada y reducida a superstición. En el mundo mágico de Cumboto, es un hecho natural” (57). Así, cuando Don Guillermo muere de una mordida de serpiente, algunos días después de haber matado a Cruz María, se sugiere (a pesar de las dudas del propio narrador) que su muerte pudo haber sido causada por la brujería practicada por el padre y los amigos de Cruz María (Cumboto 64-67). Igualmente, en Nochebuena Negra, encontramos varias instancias de este tipo de realismo mágico. En la novela de Sojo, estos eventos, que desafían la lógica y la imaginación, son presentados de forma factual y retan la incredulidad de los no-creyentes. Cuando el personaje Morocota viola a Cointa, su tía Inginia le echa un daño y este termina loco y decrépito.


Aunque críticos como Marvin Lewis han señalado que la brujeria en Nochebuena Negra “es efectiva porque [Morocota] cree en los poderes de los demonios que invoca [la tía Inginia] y por lo tanto sufre las consecuencias” (24), es bueno resaltar que los autores (Sojo, Díaz Sánchez, Gallegos, Herrera Luque, e incluso Arturo Uslar Pietri, en menor medida) permiten que estas dinámicas alternativas—estas visiones negras/indias del mundo—funcionen e informen la ontología de los personajes.


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Como Gallegos en Pobre Negro, al identificar las fortalezas de la clase obrera (el astuto conejo) y las debilidades de los poderosos (el Tigre bobo), Antonio Arráiz (Tío Tigre y Tío Conejo 1945) intenta acentuar la relación entre el folklore y el edificio cultural. Arráiz resalta la belleza y riqueza de la tierra, lo absurdo de las discriminaciones raciales, y la interdependencia de todos los pueblos que comparten los mismos sentimientos por ella. La visión de Arráiz es, entonces, una visión agraria, casi pastoral del mundo; un grito por el regreso a formas menos destructivas de desarrollo. Gallegos lleva el argumento más allá en el campo socio-político al mostrar, a través de la desgracia del padre Mediavilla, quien contaba historias de Tío Conejo para ganar feligreses a favor de los Liberales durante la Guerra Federal (1859-1863), las múltiples contradicciones y riesgos en los ciegos intentos revolucionarios que ingenuamente trataban de promover simpatías/alianzas políticas sobre la base de diferencias de clase. Aunque la clase importa, se puede argumentar (por el tratamiento que Gallegos y otros escritores dan al problema) que es la raza lo que determina en última instancia la inclusión (o rechazo) de ciertos grupos en el juego de poderes.


La negritud, siendo una categoría más fija y, a diferencia de la clase social, más difícil de disimular o superar, representa entonces un estigma que llevaba a aquellos que la portaban a recurrir a “cualquier medio” para lograr sus fines. Los héroes de la Guerra de Independencia, las guerras civiles, o de cualquier otra confrontación—se deduce de esto—no distan mucho de los héroes de los cuentos de pícaros.


Por supuesto, esta postura niega la posibilidad de cualquier discusión sobre las connotaciones raciales de las historias y cómo estas, lejos de inspirar y ser dignas de ser reclamadas como parte de la herencia cultural, son/han sido utilizadas en la literatura para ilustrar todas las características indeseables de ciertos grupos raciales. Un ejemplo de ello es la novela de Sojo, donde los indios y zambos son el motivo de todos los chistes, la fuente de todos los miedos y las causas de toda desconfianza.


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Un análisis detallado de algunos clásicos venezolanos revelará que Tío Conejo puede ser un indio, un zambo, o un negro, pero (como se ve en la obra de Gallegos) él también puede ser apropiado por mantuanos (Individuos de ascendencia española, aunque nacidos en las colonias (blanco criollo), perteneciente a un grupo socio-económico poderoso de dueños de tierra y de esclavos), por Liberales o por Conservadores. De modo que Tío Conejo puede “hacerse” hasta el Godo! (español peninsular de nobleza antigua, o simpatizante del partido conservador. En última instancia, un epíteto peyorativo para referirse a cualquiera que en algún momento durante las múltiples guerras civiles, fuera en dirección contraria a la revolución del momento).


Esto no quiere decir que estas obras escapen de algunas de las presuposiciones clasistas y de determinismo racial que algunos escritores no pudieron evitar hacer, dado que, como dice Wright, “como personajes de la ficción mainstream los negros [tradicionalmente han] servido como personajes menores o como protagonistas trágicos cuyas vidas demuestran que los individuos de sus razas no pueden escapar las fuerzas del determinismo racial” (Wright 87). La crítica de Wright salpica la novela de Gallegos, la cual en su opinión se acerca a “los temas raciales desde una perspectiva Spenceriana.” Aunque en parte estoy de acuerdo con la lectura que hace Wright de Pobre Negro, creo que cualquiera de los textos arriba mencionados son lo suficientemente complejos para ofrecer múltiples lecturas; sería miope verlos como una cosa o la otra.


Aunque la cronología en estas novelas es bastante confusa y evasiva, los eventos históricos narrados sugieren que Pobre Negro transcurre entre 1830s y 1870s; Nochebuena Negra entre los 1880s y los 1920s; y Cumboto alrededor de 1910s (pero con flashbacks a los 1800s). Pareciera haber una fascinación entre los autores venezolanos con el siglo diecinueve, un siglo que de alguna manera definió su cultura política, su estructura social, y el futuro desarrollo socio-económico (o la ausencia del mismo) .


Aunque la cronología en estas novelas es bastante confusa y evasiva, los eventos históricos narrados sugieren que Pobre Negro transcurre entre 1830s y 1870s; Nochebuena Negra entre los 1880s y los 1920s; y Cumboto alrededor de 1910s (pero con flashbacks a los 1800s). Pareciera haber una fascinación entre los autores venezolanos con el siglo diecinueve, un siglo que de alguna manera definió su cultura política, su estructura social, y el futuro desarrollo socio-económico (o la ausencia del mismo) .


Continuará…

Obras Citadas o Consultadas

Arraiz, Antonio. Tío Tigre y Tío Conejo. Caracas: Monte Ávila Editores, 1980.
Díaz Sánchez, Ramón. Cumboto. Caracas: Editorial Panapo, 1997.
---. Paisaje Histórico de la Cultura Venezolana. Buenos Aires: EUDEBA, 1965.
Gallegos, Rómulo. Pobre Negro. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1945.
Lewis Marvin. Ethnicity and Identity in Contemporary Afro-Venezuelan Literature.
Columbia: U. of Missouri P., 1992.
Piquet, Daniel. La Cultura Afrovenezolana. Caracas: Monte Ávila Editores, 1982.
Ramos Guedez, José Marcial. El Negro en la Novela Venezolana. Caracas: UCV, 1980.
Sojo, Juan Pablo. Nochebuena Negra. Caracas: Editorial General Rafael Urdaneta, 1943.
Wright, Winthrop R. Café Con Leche. Race, Class, and National Image in Venezuela.
Austin: U. of Texas P., 1993.

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Leer primera parte:
Cuentos Folklóricos, Raza y Lucha de Clase en la Literatura Afro-Venezolana


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Como siempre @hlezama, gracias por la calidad de tus análisis

Gracias por comentar, mi querida @antolinamartell

Felicito tu permanencia en el análisis literario, @hlezama, en particular tan importante cuando se trata de trabajos que revisan las visiones sobre específicos segmentos sociales, en este caso las calificaciones que se adjudicaron desde la literatura a la idea de negritud. Concibo tu interesante iniciativa teórica como una "idea master" que podría aplicarse a otros sectores sociales. Un abrazo.

Muchas gracias por tu comentario, querida @gracielaacevedo. Es mucho lo que se puede trabajar teoricamente desde lo literario a lo social y vice versa. Nos ha faltado recursos y ánimo, pero ahí vamos, tratando de dejar algo a la posteridad.
Por desgracia hemos perdido los foros donde estas ideas pudieron haber tenido un mayor impacto. Nuestra sociedad se descompuso más rápidamente porque el vacio intelectual a todos los niveles era grande. Llenar esos vacios y permitirle a las masas acceso a conocimiento y herramientas de pensamiento crítico será el reto de las generaciones venideras.

Saludos profesor.

Tenemos literatura, escritores y docentes, pero no hay apoyo a la educación.

Esta sociedad ha dejado de tener fe en la educación como herramienta de superación personal y económica.

Lo que se muestra como estereotipo es que la corrucción es mas rentable que prepararse a nivel académico y profesional.

Planteado lo anterior, la gestión de corrección debe dirigirse al cambio de los estereotipos, tomar las palabras de Arturo Urlar Pietri ; "sembrar el petroleo" es decir, dejar de sacrificar el futuro por el presente.

Así mismo es, basta analizar los perfiles de la gente que ha dirigido los destidos del país, desde la fundación más pendeja hasta el ministerio más importante (al menos debería serlo), el de Educación. El mensaje a la juventud ha sido claro: es la fidelidad ideológica, la sumisión, la falta de escrúpulos, lo que garantiza el ascenso en cualquier área.
Anoche, justamente, le comentaba a un paisano que también se debate entre el exilio permanente y la nada, que lo más triste de nuestra situación educativa (con graves repercusiones en lo social y económico) es que la reconstrucción pudiera quedar en manos de los más mediocres.
La mediocridad no distingue entre derecha e izquierda.


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