8 de mayo de 2019
A pesar de estar en Ramadán, es fácil encontrar donde comer en esta ciudad, aunque los horarios de todos los negocios cambian, evidentemente. Siento curiosidad por cómo viven estas personas este mes de ayuno. Me pregunto si sería capaz de hacerlo y que se debe sentir al querer beber y no poder hacerlo por ejemplo. Siempre me han fascinado las diferencias entre culturas de este mundo. La forma de hacer las cosas en cada país, sus tradiciones y maneras de pensar y entender el mundo.
David, Clara, Carlos, Aïcha, Kevin, mi hermano y yo pintaremos el segundo dormitorio esta tarde. Se sumarán también otros voluntarios para echar una mano al igual que sucedió el año pasado. Este año somos más, este año se han sumado nuevas personas a esta historia, y espero que siga siendo así año tras año. Porque el mundo lo necesita, porque siempre hay ayuda que aportar. Que me acompañen tantas personas en este camino me llena de emoción, me hace sentir dichoso, afortunado. Y me hace recordar los inicios de ésta serie de proyectos que empezó hace ahora unos años. Nunca imaginé que llegaríamos hasta aquí cuando repartía unas pequeñas bolsas con ropa y comida en las calles de la antigua Constantinopla allá en el año 2015, y tampoco logro imaginar ahora donde estaremos en un futuro, aunque si sueño con grandes hazañas.
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Nos detenemos a comprar la pintura y algunas cosas que nos faltan para el segundo dormitorio y salimos en dirección al centro pasado el medio día. Entramos directos hacia la habitación, y en cuestión de pocos minutos nos ponemos manos a la obra. Estamos organizados, cada uno tiene una tarea y en unas pocas horas tenemos la sala pintada. Aprovechamos para pintar dos paredes de una de las habitaciones de las profesoras con la pintura que nos sobra, así le damos unos aires nuevos. Todo ha salido a la perfección, todo ha quedado más limpio y agradable para las chicas.
Este pequeño gesto tiene más importancia de la que uno pueda imaginar.
El efecto del cambio de color de las paredes puede llegar a ser más complejo internamente en las personas que físicamente a simple vista. También lo es nuestra presencia, el hecho de que personas de otras tierras le dediquen su tiempo a estas chicas crea algo bello e inspirador, de eso estoy seguro. Se ha hablado de nosotros desde el año pasado, y nuestro regreso ha sido la demostración de que con una pizca de empatía y amor por los demás, el mundo tal y como lo conocemos, podría cambiar para mejor.
Unas pocas fotos publicadas por Kevin en las redes sociales han hecho que nos contacten de otra asociación local para pedirnos ayuda. Kevin nos transmite el mensaje y nos cuenta de que hay una familia conocida por la asociación en serías dificultades. No tienen siquiera los medios para adquirir alimentos.
"¿Les ayudamos?" Esa pregunta, nadie se la hace, evidentemente que les vamos ayudar. Les compraremos cuanto necesiten a la vez que compramos la comida para el centro de las niñas el viernes. Desafortunadamente, casos como este, los hay por cientos. Tristemente, nosotros, no podemos ayudar a todo el mundo. Ahí está la parte dura de realizar estas acciones. El ser consciente de que se lleva a cabo algo bueno a la vez que se es consciente de que nuestros medios son limitados.
Si nosotros estamos logrando todo esto, entre un grupo de amigos, imaginad lo que podríamos lograr si cada uno de nosotros aportase una pizca de ayuda por poco que fuese...
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A nuestra vuelta a la puerta de la Medina nos detenemos a comprar unos sándwiches en un pequeño negocio del cual nos hemos hecho amigos del dueño. Todo para llevar, y comer en la terraza del hostal con las mejores vistas de la ciudad que conozco. El aire refresca las espaldas algo transpiradas mientras compartimos un buen rato juntos los seis que hemos venido a llevar a cabo esta obra. El día ha sido productivo y algunos de nosotros aprovechamos para echar una pequeña siesta antes de salir al encuentro con Abdellah en la ciudad nueva para realizar la ruptura del ayuno.
Por 25 Dirhams (unos 2,40 euros) saciamos nuestro apetito. Aunque mi hermano, seguro le hecha algo más al estómago en un rato. Cómo come el tío, qué alegría.
Un poco más lejos nos detenemos a tomar un café, tranquilamente, y luego, así como el que no quiere la cosa, volvemos al "Jardin Public".
Mañana nos tomaremos el día libre, aprovecharemos para visitar algunos lugares todos juntos y disfrutar de nuestra estancia que estoy seguro será recordada con cariño por cada uno de nosotros.
10 de mayo de 2019
Son las tres de la mañana cuando llega David a nuestro encuentro. Somos tres los que hemos decidido probar de realizar un día de Ramadán. Siento curiosidad por ello, y pensé que para poder ponerme en el lugar de todas estas personas, por poco que sea, estaría bien practicar el ayuno un día entero. Clara, David y yo comemos pasadas las tres de la mañana de todo un poco, y bebemos largos tragos de agua y zumo con la esperanza de que sea suficiente para aguantar hasta las 19h16 de la tarde cuando romperemos el ayuno en la cena en el centro de las niñas.
Pasar 16 horas sin ingerir ni agua ni comida es toda una experiencia, y además, siendo fumadores algunos de nosotros, todo se hace algo más duro de llevar. Aún así pasan las horas del día y aguantamos bastante bien. Lo más duro son las dos primeras horas tras el despertar y las dos últimas, cuando el cuerpo y la mente ya están exhaustos. La boca seca, el estómago vacío... La cabeza aturdida.
"Debemos ocupar la mente" me dice Abdellah, y así lo hacemos, pasamos la tarde preparando el iftar sin apenas tener tiempo para pensar en muchas cosas más. Compramos la comida que nos falta en varias tiendas esparcidas por el barrio, lo que conlleva tener que hacer varios viajes bajo un sol abrasador. Afortunadamente somos varios los voluntarios y todo está bien organizado.
La última hora la pasamos preparando los platos de comida en la cocina, cuya tarea es dura por el hambre que tenemos todos. Preparamos las mesas una a una y cuando al fin nos sentamos, suena el rezo por los altavoces de las mezquitas haciéndose eco por todos los callejones de la ciudad. Todo el mundo sonríe. Todos los estómagos se llenan. El ambiente en el patio del centro es alegre.
Compartimos un rato divertido con las niñas, siempre curiosas, que vienen y van de todos lados. Les muestro a algunas de ellas fotos del año pasado que desatan risas. Algunas de ellas son nuevas aquí, y muchas otras ya residían aquí el año pasado... Una vez todos en la sala de conferencias, sentadas alrededor de una gran mesa, se les va llamando por su nombre para obsequiarles con una bolsa a cada una donde hemos añadido varios productos de higiene personal, toallas y ropa. Algo de lo que carecían. Se aplaude a cada una de ellas y las voces se alzan. No faltan las sonrisas. También les hacemos regalos a las profesoras y a la cocinera del centro. Todas estas mujeres que tanto dan de ellas mismas por las 36 chicas que residen a día de hoy aquí.
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Ésta era nuestra última noche en esta maravillosa ciudad que se ha ganado un lugar en nuestros corazones. Una última noche con todas estas personas que son más que amigos, porque para mí, son familia. Abdellah, Amina, Najad y todos los demás que nos han ayudado tanto el año pasado como este, me hacen sentir privilegiado en esta vida. Son para mi un ejemplo, una inspiración. Abdellah, es la bonanza en persona, alguien que considero un hermano y quién me ha enseñado, sin él saberlo, grandes valores.
Y que decir de los que han viajado hasta aquí para acompañarnos este año... No les puedo estar más agradecido a todos ellos. Es gracias a cada uno de ellos, tanto los que están aquí, como los que están en casa, por lo que todo esto se ha hecho realidad. Mil veces gracias les digo. Mil veces gracias amigos.
Fez, claro que volveremos, porque esto no ha terminado todavía. El futuro está lleno de nuevas aventuras por ser vividas y hacia allí nos dirigimos con pasos cada vez más firmes.
Allá vamos, estad preparados.