A la Sombra del Jabillo

in #steempress7 years ago (edited)



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Negra levantó las orejas al escuchar su nombre, salió de la sombra debajo del mango y se acercó con su paso cansino a donde Laura puso las sobras con que la alimentaba a diario. Movió la cola, se acercó y lamió su mano cuando ella le acarició el brillante pelaje entre las orejas.

Franco, hombre alto, delgado, con los pantalones cada vez más sucios amarrados con un trozo de cuerda a modo de cinturón y que seguramente conoció tiempos mejores, dormitaba bajo la sombra de un jabillo al otro lado de la calle. Abrió los ojos al escuchar el grito de Laura y la miró de lejos.

Treinta largos, casi cuarenta bien llevados, Laura salió a la calle vestida con licras desteñidas y franelilla de andar en casa. Franco las miraba desde su sombra, la perra comía relamiéndose y moviendo la cola, Laura la acariciaba y de vez en cuando le dirigía palabras que Franco no podía escuchar, conocía la voz altiva de la mujer y en su cabeza la perorata sonaba así:

—Que linda estás hoy Negra, comete toda la comidita y no dejes nada que no sabemos si habrá cena, come Negra, ¿tienes sed? Claro que tienes sed, ya te busco un perolito con agua, pero sigue comiendo, apúrate no vayan a venir otros perros a quitarte la comida, eso sí, ya sabes, no te quedes durmiendo en el portal que no me gusta limpiar las garrapatas, come negrita, comételo todo.

Franco bajo su jabillo miraba a Laura y a Negra. El estomago ya no le sonaba. Había pasado tanta hambre que olvidó tiempo atrás lo que se siente tener el estomago lleno. Miraba a la perra comer, relamiéndose los bigotes. Miraba a Laura en sus licras, bien conservada, solterona. Y pensaba.

Laura por su parte miraba alrededor con cierto temor mientras dirigía palabras cariñosas a la perra que comía con ganas. Temía a los otros perros callejeros, temía a los ladrones, temía a los niños de la calle y a sus supuestas madres. Siempre antes de salir miraba en todas direcciones, confirmando que no hubiera moros en la costa, miraba por personas sospechosas en la zona, muchas veces esperó que se fuera algún desconocido por miedo a ser atracada. Pero no temía al pobre diablo que dormía bajo el jabillo al otro lado de la calle. Era inofensivo siempre que se mantuviera a una buena distancia y Laura jamás lo perdía de vista.

Franco bajo su sombra vio entrar a Laura en su casa y a la Negra volver a su mango a dormir la siesta con la panza llena. Un par de horas después, cuando el sol ardiente de mediodía dio paso a la frescura de la tarde salió de su sombra arrastrando los pies y empezó su viacrucis vespertino. Lento y metódico abrió una a una las bolsas puestas en la acera, a pesar del olor, rescató bocados de entre las larvas y metió en su saco los envases plásticos que encontró.

Se hizo la noche, Franco miró al cielo encapotado rogando para que no lloviera; no lloverá, dormiré bajo el jabillo, se dijo. Tomó su saco repleto de basura y caminó de vuelta a su triste refugio.

Llegó agotado, los pies magullados le dolían cuando se quitó los destrozados zapatos. Los puso a un lado justo al alcance de la mano, sacó un pedazo de tela sucia que había encontrado en la basura y doblándola, la usó de almohada, cerró los ojos e intentó dormir.

Despertó de golpe, asustado con el gruñido que escuchó justo al lado de su oreja. No se movió, no podía ver pero escuchaba el gruñido y sentía (o imaginaba) la respiración del animal justo a su lado, a su espalda, a centímetros quizá de su oreja. Indefenso, Franco rezaba porque el animal no lo atacara.

Así pasó la noche en vela, el gruñido a veces callaba pero al menor movimiento se hacía más amenazante, incapaz de moverse, incapaz de dormir, Franco pasó una de las peores noches que recordara. Llegó la mañana, el sol iluminó la calle y la actividad pronto reemplazó la soledad nocturna, al otro lado escuchó el grito mañanero ¡Negra! Y sintió que a sus espaldas el gruñido cesaba y el animal corría hacia la llamada.

Ya no podría dormir, se sentó y calzó los sucios zapatos, recogió su saco y se dispuso a otro día revolviendo entre la basura. Ese día encontró un bolígrafo, no recordaba la última vez que tuvo uno en sus manos ni cuando lo uso. Sabía leer y escribir, con errores, claro, y con muy pocas lecturas pero no era analfabeta. De hecho Franco se consideraba inteligente, en la escuela nunca se sintió inferior, simplemente le parecía que lo que se aprendía ahí no tenía ninguna utilidad. Una niñez traviesa, una adolescencia salvaje y una vida desafortunada lo llevaron a esa vida que no merecía. Franco era otra víctima.

Esa tarde volvió al jabillo, le gustaba el sitio, nunca nadie lo molestó y quedaba en una zona donde solía encontrar pequeños tesoros a diario. Se acostó agotado y en lo más profundo de su sueño escuchó de nuevo el gruñido. La Negra de nuevo lo amenazaba. Maldita perra, pensó, no te molesto y vienes a joderme la paciencia, te voy a joder.

La mañana llegó, la perra se fue y Franco emprendió su marcha pensando en cómo vengarse. Es un peligro, no sabemos a quién puede morder, ¿Y si muerde a un niño?, además con tanta gente que pasa hambre es un crimen que un animal coma mejor que un hombre, mírenla, gorda y cebada, la única gorda que he visto en días es esa maldita perra, todo el mundo flaco, todo el mundo pasando hambre y la perra gorda. Y la mujer esa, prefiere alimentar a un animal y que la gente pase hambre.

Así rumiaba Franco mientras abría bolsa tras bolsa, alternando bocados rancios y botellas plásticas al saco. Esa noche volvió al jabillo, pero no durmió. Esperó hasta que unas hojas crujieron cerca y se preparó. Sintió el gruñido del animal amenazante pero no permitió que lo tomara por sorpresa, fue rápido.

Esa mañana salió Laura como todas las mañanas, le extrañó no ver a la Negra bajo el mango ni acercarse a su grito. Resignada, dio la vuelta para entrar a la casa cuando un papel sucio, manchado de algo marrón rojizo justo frente a ella llamó su atención. Lo abrió y leyó la letra infantil que decía: 

“grasias por la cena”



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Final inesperado! Noooo porque la mato? 😣

Me gusta mucho tu forma de redacción, es muy detallada y sentimental. ¡Excelente trabajo!

Oye, que extraño, creo que mi estilo (actual) huye de lo sentimental, al menos de la manera tradicional. Cuando escribo, intento producir pensamientos en vez de sentimientos en el lector, pero una cosa no está desligada de la otra, entonces supongo que este cuento podría despertar fuertes sentimientos en el lector por el tema que trata, ira, lastima, indignación. Y si es así, me alegra pues significa que logré mi objetivo. ¡Gracias por leer!

Jornada de un hombre que sabe usar los recursos. Bien hecho (tu texto).

Bueno, es que a veces uno ve esos perros callejeros gorditos y provoca hacer parrilla... Gracias por leer!

Buena publicación, me gustaría escribir con tanta fluidez.

García Marquez decía: A escribir se aprende escribiendo (o algo así), en realidad, todos podemos mejorar con la practica, la autocrítica y por supuesto leyendo mucho y bueno. Obviamente, no todos seremos un Steinbeck o un Hemingway pero no por eso debemos conformarnos. Gracias por leer!

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