Él había cometido muchos errores en su juventud. El día que sentó cabeza fue demasiado tarde, había perdido posiblemente lo que más le importaba en la vida y no tendría una oportunidad. “Mujeriego es mujeriego” decían sus compañeros cada vez que echaba a perder una relación. Tenía esa dura fama ya que para él, el compromiso no era más que una atadura para un hombre que quería ser libre y disfrutar de los placeres que tenía el planeta tierra. Eso hasta que finalmente conoció a la chica de cabello rubio que cambió todas las reglas.
Aquella chica tenía su propia actitud, una actitud indomable, que sabía lo que quería y lo que no quería era precisamente una persona que no supiera lo que quería para su vida. Pero él tenía su propia manera de resolver las cosas. Su carisma era tal que podía domar incluso al animal más salvaje de toda la jungla. Se las arreglaba con palabras, regalos, momentos, lugares, besos y caricias. Le había servido toda la vida y esta vez no sería la excepción. Pero algo crecía en él. Un dolor que lo hacía demasiado frágil a las cosas que pasaban y antes no tenía sentido pero ahora sí, de hecho lo tenían demasiado.
Se molestaba si ella miraba alguien. Si ella no respondía a tiempo. Su mente iba de aquí para allá imaginando cosas insignificantes que no deberían significar temor. “¿Temor a qué?” se preguntaba él. Jamás lo había experimentado y le frustraba no saber qué pasaba. Pero para él las cosas no mejoraban. De hecho, empeoraban. Sentía la ausencia de aquella chica en lo más profundo de su ser, tanto así que se escapaba del trabajo para poder verla. Una cosa antes inimaginable.
Pero mujeriego es mujeriego, como decían sus amigos. Tardó, pero finalmente lo arruinó. Lo arruinó por un arrebato contra su propio ser, cuando escuchó por primera vez en su mente la palabra “compromiso”. Miedo le invadió, inseguridad lo consumió, y por último arruinó todo lo que había construido con la única persona que le importaba. Los primeros días no fueron tan duros como pensaba, de hecho, la pasaba bien. De un cuarto a otro, con una chica diferente, nada fuera de lo común, pero cuando sentó cabeza, cuando maduró lo suficiente para entender que no siempre se tiene una persona a su lado para que te acompañe, supo que había cometido un error.
Por todos los medio intentó localizarla. La buscó en todos los rincones del mundo, pero no había donde encontrarla. Quizá ella no quería ser encontrarla o quizá él no quería encontrarla por lo que significaría su reencuentro. Hasta que dio con ella y no pudo dar un paso sin antes ver que ella ya no era la misma de antes. Una sonrisa en su rostro rodeaba todo su ser, una mano arropaba la de otro chico, y otra empujaba un carrito de bebe. Caminaba con una tranquilidad tan grande que el corazón de él se rompió en mil pedazos. Eso, eso que él no pudo darle lo había encontrado.
Seguridad.
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