Los ojos del desafío

Una bestia entró por mi portal portando alaridos de ira. Llegó de la nada, con los ojos furiosos y amarillos de serpiente, bramidos de león, alas de halcón y cuerpo de caribú gigantesco. Su piel era como el diamante pero color esmeralda, brillante y opaco, atiborrada por todas las edades. Su inteligencia era impresionante, puesto que sabía dónde encontrarme.

Yo me escondí en mi sitio seguro para mis privaciones, donde ni siquiera mi familia podía encontrarme. Viví una vida tranquila tanto en el campo como en la ciudad, pasando de un lado a otro como un nómada disidente del sedentarismo, buscando su destino.

Hace tiempo desafié a la luna y esta me respondió con una premisa; la voz de ella era tosca, como la de una mujer regordeta con la garganta comprimida. Vociferaba ecos que parecían provenir de los más lejanos horizontes, como si controlara todos los sonidos de la tierra y todos los movimientos oscilantes del viento.

Me prometió una vida rapaz, hermosa, llena de emociones inimaginables y también, en ese camino de aventuras, encontraría finalmente mi destino tan esperado, pero antes de eso, debería pasar la más cruel de las pruebas; mirar dentro de los ojos de la bestia y no caer en su locura infinita.

Acepté dicho reto con toda mi valentía impetuosa y me alejé muy gallardo, dejando a la luna atrás mientras me miraba sorprendida con sus ojos hundidos como dos cráteres. Y así fue, como llegué a esta situación, sabía que no podía ocultarme en mi lugar secreto para siempre, puesto que he sido descubierto por la criatura.

Miré a sus ojos como había acordado en el reto, y vislumbré, ¡lo más impresionante que jamás haya visto! Vi una puerta, pintada de amarillo y luces que parecían provenir de un arcoíris. También vi un marco azul, esmaltado como el cielo y del otro lado encontré ¡Mi viola! Tocando los sonidos más bellos del mundo.

Y ahí caí, perdido y demente, fracasé y la luna ha ganado, pues ahora soy participe en esta locura infinita…