Les entrego hoy otro #cuento basado en una #historia real, como la mayoría de los que escribo
Yarelis
Por: Arturo Pérez Arteaga :.
Tirado en un diván, esculcaba mi memoria, pretendía evocar detalles de no sé qué película de la que había conversado con algunos amigos pocas horas atrás. Entonces la vi allí, muy clara, parada en un callejón apartado de mi memoria, sin luz y sólo iluminada por la opalescencia de su ser, al momento olvidé el tema que me ocupaba, dirigí la lámpara de mis recuerdos en su dirección y de inmediato brilló, como si estuviese esperando ese momento en el cual sería rescatada por mí del olvido casi absoluto que sufrió por años y años.
Mis primeras remembranzas en torno a ella me llevan a la época de nuestra niñez cuando la conocí como compañera de juegos de mis primos más cercanos. Mi tía para evitar las incómodas e innumerables preguntas que surgen de los niños al enfrentar personas y situaciones nuevas, nos dijo parcamente a mis hermanos y a mi, que se trataba de una vecina y que se había hecho de inmediato amiga de mi prima, la menor de cuatro hermanos, siendo aceptada como consecuencia de eso por el resto de la camada que además de ellos nos incluía a nosotros, desde luego, lo que los adultos han olvidado en ese punto es que entre los niños los códigos de comunicación son mucho más abiertos y menos complicados, ella misma entre juegos del escondido, el paralizado y el ludo, nos dijo que venía de una familia muy pobre que se había instalado en un rancho frente a la urbanización de mi tía y que pese a que los vecinos de la urbanización habían intentado sacarlos de allí tuvieron que aceptarlos ante su férrea voluntad de quedarse, basada principalmente en que no tenían ningún otro lugar en el mundo a donde ir.
Era una niña muy activa, extremadamente inteligente y con una febril capacidad de mantenerse en movimiento que la hacían la compañera ideal de juegos de cualquier niño que se precie de serlo, además sabía ser solidaria, aceptaba las culpas de la pandilla como propias así ella no hubiese tenido nada que ver con la situación presentada y que de seguro nos metería en un lío. Por el tiempo que duró nuestra edad temprana compartimos con ella y se hizo parte insustituible de nuestro paisaje, de nuestros juegos, de nuestra vida.
Con los años llegó la adolescencia y luego la adultez, cada quien como es de suponerse tomó su camino, quizá el mío fue uno de los más largos y tortuosos, al tener que abandonar la ciudad para irme a estudiar a otro estado, hecho este que limitó mis visitas a mi casa y a las de mis familiares a momentos muy puntuales en todo el año. Recuerdo que una vez, en una de esas cenas que aglutina a gran cantidad de familiares y donde los recuerdos del pasado son una parte importante de la reunión, pregunté por ella y me dijeron que se había enamorado perdidamente de un carnicero que trabajaba en los alrededores y una noche, cansada de la vida compartida en su familia, decidió fugarse con él a vivir su historia de amor.
Lamentablemente, el idilio no duró, apenas había transcurrido una semana y el joven carnicero la devolvió a su casa con cualquier pretexto. Desde ese momento, me cuentan que se convirtió en un fantasma viviente, en las ocasiones que visité a mi tía la veía allí, sentada a la sombra de un mango en un taburete de cuero contemplando la calle, con la mirada algo extraviada, la primera vez intenté saludarla, pero mi prima me advirtió que no malgastara mi tiempo, de alguna manera muy extraña había perdido la memoria y era incapaz de reconocer a quienes habíamos sido sus cómplices de la infancia. Sentada en ese banco se dedicaba a engordar y vigilar los juegos de sus cada vez más numerosos sobrinos.
Una tarde, de la misma manera como recuerdo que apareció, recibimos la noticia de su muerte, luego de llenar la casa de gritos e improperios contra la holgazana que no dejaba de dormir, su madre la descubrió sin vida en el catre. Por mi condición de médico y por estar de alguna manera cercano a la familia me llamaron para que los auxiliara en ese trance, no me podía negar, de inmediato asistí, solicité sus documentos personales para ejecutar los tramites de rigor y allí descubrí que no había ningún tipo de papel que la identificara, nunca había sido presentada ante autoridad alguna ni aquí ni en ningún otro lado.
Yarelis Mata González se llamaba, esa mujer amiga de mi infancia que obtuvo su documento de presentación el mismo día que recibió su acta de defunción.
-APA-
* La fotografía fue tomada por mi con mi teléfono celular, los modelos son mis hijos.
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Saludos @apatrinchera, buena la historia de Yarelis, hoy día se vive en muchas ciudades del mundo historia tan similar a la de Yarelis, que de ñinas son alegres y activas y en el proceso de adultez llega con esa etapa el amor, que transforma algunas niñas en almas en penas
Así es, esa historia la viví muy de cerca y tenía el compromiso moral de honrar la memoria de mi amiga de la infancia y no se me ocurrió otra manera que inmortalizarla en un cuento
Muy buen relato arturo. Como todos los que nos brindas día a día. Saludos.
Mil gracias hermano, la idea es sólo darles calidad, aunque de vez en cuando se pase uno que otro flojito jajajaja
que buen relato apatrinchera exito
Mil gracias hermano, usted siempre consecuente
No podía dejar de comentarte @apatrinchera como siempre un escrito claro y limpio. Bonito relato que te atrapa poco a poco.
Saludos gratos
Buena vibra.
Gracias Angélica, ese cuento es un atrevimiento de mi parte, tratando de mantener la atención del hipotético lector(a) en una historia que no es para nada movida y por otro lado es una deuda que tenía con alguien... un fuerte abrazo
buen relato @apatrinchera.
muchas gracias @geadriana
Una historia que refleja la vida de muchas mujeres, ahogadas en su desencuentro consigo mismas por encontrarse con otros. Yo misma viví eso y certifico que sólo hay que despertar y creer en uno mismo. Gracias APA.
que interesante lo que dices, quizá eso fue lo que le faltó a mi amiga, el empujoncito para creer en ella y no depender de nadie mas... gracias a ti por leerme