Faltaron pocos centímetros para que el convoy de la Guardia Nacional Bolivariana1 chocara, y quizá volcara, el ruta 52 donde me trasladaba la calurosa mañana del pasado 6 de diciembre. Los gritos, violentas inhalaciones y el asombro colectivo no se hicieron esperar. El vehículo de los militares frenó; el bus, siguió. A pocos metros del incidente, el chofer hizo una parada para que alguien bajara de la unidad mientras observaba por el retrovisor cómo el convoy militar cruzaba a nuestro encuentro.
El vehículo color verde oliva se detuvo a nuestro lado y empecé ver todo en cámara lenta: el soldado/chofer reclamaba efusivamente; sus copilotos se bajaban del convoy con fusiles en mano. "Ya vienen estos a amedrentar" escuché decir al tiempo que veía al chofer y al colector bajarse de la unidad a discutir con los militares. No escuché nada de la conversación entre ellos pero su lenguaje corporal decía demasiado: el primer militar reclamaba con el ceño fruncido señalando la esquina donde casi chocábamos; el chofer del ruta, también con arrugas en la frente por la rabia del momento, movía los brazos sin cesar; el soldado/copiloto subió a la unidad a ver -con toda la acepción de la palabra- quiénes veníamos en el ruta.
Dentro del bus, me sentía en una olla -literamente- a punto de hacer ebullición: las quejas iban en crecendo y reventó cuando algunas señoras comenzaron a gritarle a los guardias. "Abusadores", "Vienen con sus fusiles a meternos miedo", "Sinvergüenzas", "No van a poder con este pueblo" fueron algunas cosas que escuché. El chofer subió a la unidad junto a un Teniente -vi claramente una estrella en su trajecito verde- a buscar su cartera; no supe a ciencia cierta si iba a buscar su licencia o a pagar vacuna3. ¡ZAS! "No vayas a pagar nada", "Abusadores de poder", "¿Hasta cuándo esta dictadura?" y más gritaron desde la mitad del bus.
En plena efervescencia, el soldado que manejaba le hizo señas al Teniente en el bus para que se fueran. Se bajó, los gritos de rabia se convirtieron en alegría y algarabía, y el ruta echó a andar. Todos iban comentando el hecho y un puesto se desocupó. Me senté y comencé a hablar con mi "vecino" quien venía leyendo La fiesta del chivo de Vargas Llosa; me hizo una síntesis del libro: se trataba de un dictador en República Dominicana que duró 32 años en el poder y su muerte fue un claro ejemplo del karma. ¿Casualidad?
Algo me dejó esta experiencia: al menos, estas 30 personas nos dimos cuenta del poder que tenemos como ciudadanos, como venezolanos, trabajando juntos por un objetivo; la frustración está a flor de piel y está explotando por doquier. No es por maldad, pero ojalá se les atraviesen más convoys a los rutas para que se replique el sentimiento en la ciudad y en el país.
Referencias
- Guardia Nacional Bolivariana1: uno de los cuatro componentes que conforman la Fuerza Armada Nacional de Venezuela;
- Ruta 52: en Barquisimeto, el transporte público se divide por rutas y cada autobus/bus/buseta posee una, distinguida por un número;
- Vacuna3: cantidad de dinero pagada a un cuerpo policial o a delincuentes para evitar multas y otras sanciones. En otras palabras, soborno.
xD
:C
Los rutas y sus infinitas historias.
Totalmente :C
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