La historia de la humanidad registra más de un estornudo que ha cambiado su curso, como dos bien sonados, que cuentan Plutarco y Jenofonte, el primero da fe de lo sucedido a Temistocles cuando se encontraba ofreciendo un sacrificio a los dioses, para propiciarlos a su favor, antes de la batalla contra Jerjes, rey de los persas, hacia el año 480 a.C, en tal ceremonia, el estornudo hacia la derecha de uno de los asistentes fue interpretado positivamente por el augur Eufrántidas, quien predijo al instante la victoria de los griegos.
Conviven con estas creencias los primeros balbuceos científicos relativos a las vías respiratorias, cargados de errores, como es lógico en todo conocimiento naciente.