Crónicas del Madrid Mágico: la fuente de la Cibeles

in #talentclub7 years ago

He aquí, bajo mi punto de vista, una hermosa y solitaria inmigrante, cuyo culto fue traído a la Península seguramente por aquéllos bravucones legionarios –augustanos, juliocesarianos o carisios- en aquellos janísticos tiempos en los que astures y cántabros, asentados como cabras montesas en sus peñascos brumosos del norte les mamporreaban a base de bien, cubiertas sus espaldas por un impenetrable y bravío mar Cantábrico, mientras en los llanos de la Meseta, avispados caudillos como Viriato –dicen los sorianos, y yo les creo, que combatió en Miño de Medinaceli, en un lugar conocido como ‘el Fortín’, donde todavía se pueden ver algunas tumbas antropomorfas excavadas en la roca, por encima de las actuales corralas- les enseñaban las nobles artes de la guerrilla celtíbera –artes que se perpetuaron, cuando menos, hasta la Guerra de la Independencia- dejando en sus rudos paladares un sabor más amargo que la salsa o garum con la que trasegaban la pescadilla salada de sus humeantes marmitones de campaña.
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Si fuéramos irrespetuosos –que en modo alguno lo pretendo, aunque trate el tema de manera distendida- y la asociáramos por afecto o por defecto a un equipo de fútbol -que aunque menos relevante y salvando, por supuesto, cualquier tipo de distancia, tiene también cierta historia sobre sus espaldas- tendríamos que tratarla, cuando menos, con el apelativo de Su Galáctica Señoría. Pero no es esa visión de seguidora involuntaria de las andanzas quijotescas de la blanca paloma madrileña, que a fuerza de belleza y de misterio atrae los flashes de innumerables cámaras foráneas, como si de una top model se tratara, la que realmente me fascina, sino el oscuro universo que se esconde detrás de ese velo, que como a Isis, su pariente, la hace soberanamente impenetrable.
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Se dice, se comenta, se rumorea que su culto originario procede de Pesinonte, Frigia, de donde es originario también el famoso gorro, copia más o menos adulterada que bajo el nombre de capirote, curiosamente la Santa Inquisición solía otorgar como mal menor y a veces inclusive también como mal mayor, a todos aquellos a los que daba el paseíllo de la vergüenza, en un intento retrógrado, conservador y por supuesto autoritario de hacerles ver el terrible error que es aquél de sentirse diferente o intentar desligarse de la senda de los elefantes por donde conviene que circule el obediente populacho agarrado de la trompa de su vecino: plátano badú, como diría el Libro de la Selva, de Rudyard Kipling. Como diosa del Inframundo, su morada predilecta solían ser cuevas situadas en lo más escarpado de las montañas. Lugares solitarios y de difícil acceso, como el famoso monte Gargano, donde la propaganda basada en la leyenda áurea del Cristianismo –que el márketing, ni por un momento piensen que es un invento moderno- solía situar, generalmente, las victorias de su paladín celestial por excelencia: San Miguel. O lo que es lo mismo, dicho sea en pagano o en cristiano, donde se daba un golpe de estado religioso y el nuevo culto sustituía –todos al suelo- al antiguo.
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Resulta muy posible, también, que la representación madrileña de Cibeles –realizada por Francisco Gutiérrez, Roberto Michel y Miguel Ximénez, en base a un diseño de Ventura Rodríguez- esté basada en la escultura clásica de Fidias, que obviando su forma original –una piedra negra, de origen meteórico- la representó sentada en un trono con dos leones. Representación, dicho sea de paso, que es frecuente encontrar en numerosas imágenes marianas medievales, donde si quieren un buen ejemplo, les recomiendo que se den un paseo por el claustro del monasterio de Santo Domingo de Silos y echen un vistazo a la magnífica Virgen de Marzo. Ahora bien, a diferencia de la obra de Fidias, la escultura de Gutiérrez carece del velo original que cubría su rostro -¿recuerdan las palabras que la diosa Isis le dedicó a Plutarco, entre las que figuraba aquello de que ‘ningún mortal había conseguido descubrir su velo’, frase que posteriormente constituyó el lema de la Sociedad Teosófica de Madame Blavatzsky, cuyo representante más relevante en España, fue nuestro prolífico y esotérico escritor de origen extremeño, Mario Roso de Luna?- pero tiene un detalle interesante, que posiblemente les recuerde al personaje sobre el que Cristo fundó su iglesia: las llaves. Quizás entiendan mejor esta yuxtaposición simbólica, si aludiendo a la famosa frase de Hermes Trismegisto, consideramos ‘lo que está arriba como lo que está abajo’. Cibeles tiene en la mano las llaves del Inframundo, de la misma manera que posteriormente, el Cristianismo se las apropió para concedérselas a Pedro, como portero de los cielos.
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Tampoco el lugar que ocupa actualmente es el original, aunque si trazáramos una línea imaginaria, seguramente nos sorprendería la precisión milimétrica con la que queda exactamente equidistante de otros dos emblemas de Madrid: la Plaza de la Independencia, de Sabatini y ese emblemático kilómetro cero, representado por la Puerta del Sol y por supuesto, por la Osa, un precedente de cuyo escudo –el escudo de Madrid- créanlo, ya aparece representado entre las deterioradas pinturas románicas del siglo XII, que se localizan en la Capilla de la Magdalena, en la iglesia del emblemático monasterio soriano de Santa María de Huerta.
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Y aquí, como colofón a una historia que se desarrolla en esta ciudad de ‘dieguitos y mafaldas’ –como diría Joaquín Sabina- dejo caer parte de una leyenda –quizás se trate de un cuento chino o de una de esas leyendas urbanas, que surgen del sunsuncorda de Nuncajamás- de que ésta situación actual la haría quedar por encima de un subsuelo en el que confluyen varios arroyos y en el que se dice que hay una isla, no lejos de donde el Banco de España custodia ese elenco dorado –si es que realmente volvió de Moscú alguna vez- que haría las delicias de un ladrón de guante blanco, como Goldfinger. De ser así, y que quede claro que no digo que lo sea –y no pretendo imitar a José Mota- recordaría en parte lo que cuenta Herodoto –considerado como el ‘Padre de la Historia’- acerca del lago, la isla y el laberinto que se extenderían debajo del ‘horizonte luminoso de Khufu’, es decir, de la Gran Pirámide, donde supuestamente se haya, también, el verdadero sarcófago con los restos mortales del rey Keops.
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En fin, amigos: cosas y casos de un Madrid, que después de todo no puede olvidar su faceta transgresora y mágica. Y desde luego, Cibeles merece algo más que admiración: respeto.

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Buenas. Interesante concentración arquetípica la que se da en la plaza de Cibeles. Intentando añadir algo a tu amplia enumeración añadiría esa teoría leída en algún rincón sobre que los cuatro importantes edificios que rodean a la escultura en esa plaza representan los cuatro elementos: Agua, aire, tierra y fuego. La casa de América, el ayuntamiento, el banco y el otro edificio que creo es del ejército, no me acuerdo ahora.

Hace unos meses leí un estudio sobre la ciudad y las celebraciones deportivas en Madrid donde se trazaba el orígen de esas concentraciones de victorias. Según ese estudio la gente empezó a congregarse allí tras la victoria española sobre Dinamarca en el Mundial del fútbol de 1986. Curioso. La contrapartida fue que dos veces han roto la mano izquierda de la diosa frigia en esas muestras de efusividad (y un poco de gamberrismo).

Un saludo @juancar347 ahora que vuelve la normalidad a mi acceso internetil. A seguir leyendo y escribiendo interesantes artículos en esta plataforma.

Bueno, en primer lugar, me alegra ver que la normalidad internetil ha vuelto, ja, ja. En cuanto a lo que planteas, es difícil decirlo; lo que sí es cierto, es que toda esta zona, desde luego, es muy especial. Como le decía a la amiga @laucaba, la cantidad de edificios y tesoros que se apiñan en este auténtico pulmón del arte y el arquetipo, es espectacular. Y cualquiera de ellos le pondría de los nervios incluso al propio Jung. Sí, el edificio militar al que te refieres, es el Cuartel General del Ejército. Pero además de esos cuatro edificios (no olvides que también está el Museo Thyssen, esquina con la Carrera de San Jerónimo y las Cortes), que antes fue un antiguo palacio. Y por encima del Museo del Prado, su ábside orientado al Retiro, una pequeña joya del gótico, que guarda numerosos enigmas de los que hablaré en un futuro, como es San Jerónimo el Real, o los Jerónimos. También hablaré de esos curiosos edificios, repletos de simbolismo e historia, que se encuentran cerca de la Cibeles, en la confluencia de las calles Gran Vía y Alcalá. En fin, es una zona de lo más florido y llena de misterios y arquetipos. Ignoro, y no me avergüenza decirlo, cuándo empezaron las celebraciones balompédicas. Si me preguntan, diría que llevan ahí toda la vida, como en Neptuno o como en Atocha (mi Rayito Vallecano), aunque nosotros, humildones y descendidos, pocas ocasiones tenemos de celebrarlo. Pero eso sí: nos fuimos muy cerquita de otra Virgen Negra (y ésta, a diferencia de la Almudena, que se perdió, si bien se dice que algunos fragmentos están en el interior de la actual), sí es auténtica y Negra, Negra. Es bueno volver a tenerte por aquí. ¿Lo ves?. Acabas de llegar otra vez y ya me estás tirando de la lengua. Un abrazo

Ja, ja. Echaba de menos estos párrafos tuyos, auténticos torrentes de información. Sobre esa milla de Oro madrileña seguro que hay todavía muchas cosas que rascar. Para mi uno de los más evidentes arquetipos madrileños cuando viví allí fue comparar esas dos grandes avenidas/columnas vertebrales de la ciudad, que van paralelas pero "saben" tan distintas en su paseo. Las Castellana por un lado y Bravo Murillo por otro. Lo digo porque viví entre esas dos arterias.

El Rayo es un club con solera, me quedo con la copla del misterio de ese incógnito lugar de celebración vallecano y de esa virgen negra. Un abrazo.

Seguro y se irán rascando poco a poco. Estas charlas animan, el problema es que derivan y derivan y nos podríamos pasar hablando más que un buen rato. Si nos damos cuenta, hay tantas conexiones...En fin, es lo que yo denomino (y utilizo mucho el término de la famosa canción) 'melodías encadenadas'.
Por otra parte, qué puedo decir: vivo a escasa distancia del Estadio de Vallecas. Fui jugador del Rayo, aunque lo tuve que dejar, porque los estudios eran los estudios, si bien, en juveniles salí con mi Rayito en el Un, Dos, Tres...En la época de Kiko Ledgard, fíjate si ya ha llovido. Y nunca se me olvidará el calor que pasamos en los estudios de Televisión Española. Era un programa sobre inventos y cuando Kiko decía aquello de...Benjamín Franklin, inventor del pararrayos. Y para rayos...el Rayo Vallecano de Madrid. Salíamos dando tumbos y medio asfixiados de uno de los hangares...Ves?. Ya me estás haciendo hablar, ja, ja

Me fascina lo de la leyenda. Sería tremendo que fuese verdad. Aunque seguramente algo de verdad haya. Un placer seguir aprendiendo de mi ciudad contigo.

Bueno, yo por si acaso, no pondría la mano en el fuego. Pero es cierto que toda leyenda, tiene siempre una base de verdad. Y como bien sabes, la zona puede considerarse como 'mágica': el Banco de España, el Museo Thyssen, el Palacio de Linares (con su fantasma), el Museo del Prado, los Jerónimos, el Retiro...Y me callo, que si me pongo a cascar de todo eso me pierdo...