En las sagradas escrituras de todas sociedades se lee que el padre y la madre son responsables de corregir las malas acciones de los hijos; claro, si se presentaran actitudes de desobediencia a las buenas normas de convivencia. En torno a esta premisa, hoy día se presenta un sin número de polémicas y de normas variadas en sí se debe corregir con la vara, o si se debe corregir sólo de palabra y con mucho amor.
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El abuelo de Juan llegó de repente a la finca de su propiedad, él no vivía allí; le informaron que el niño de 5 años no le obedecía ni a los padres, era grosero y caprichoso. Los únicos que podían entrar al despacho de la finca eran el padre y el abuelo; de inmediato el abuelo manda a llamar a Juanito; pasa y cierra la puerta, -le ordenó- en un movimiento rápido el anciano que estaba sentado, tomó al crío y lo puso en sus rodillas, le ha bajado los pantalones y le dio 7 palmadas fuertes en los glúteos; y le dijó: ¡esto queda entre los dos, si me vuelven a dar quejas que no obedeces y sigues de grosero, la próxima vez te daré el doble palmadas!
« Cuentan los colaboradores de la finca, que el niño Juan, tuvo un cambio de comportamiento inesperado. /sanación instantánea.»
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