Me llamo Juan y voy a contar algunas de mis anecdotas sobrenaturales que directa o indirectamente tuve que afrontar, lo que estoy a punto de relatar sucedió en plena comisaria de Santa Fe (Arg), el destacamento policial tiene las celdas transitorias, (es decir, calabozos donde se alojan a las personas arrestadas que aún no definen su situación procesal de libertad), al lado de la Oficina de Guardia, lo que hace que el trabajo en dicha oficina se torne muy molesto cuando estas celdas están atestadas de gente, o cuando hay adentro algún borracho molesto que grita todo el tiempo que lo dejen salir.
Este espacio está compuesto por cuatro ambientes hay primeramente una especie de antesala con un banco para los detenidos menos peligrosos, y a posterior tres celdas cada una con su puerta de seguridad, (es aquí donde se colocan a los sujetos más quilomberos), y cuando hay muchos arrestados, se usan para dividir a los masculinos mayores de los menores, reservando la última celda para las mujeres. En esta parte de la Cria la luz es escasa, ya que por su disposición no entra el sol, y tiene un tubo fluorescente para iluminar las tres celdas. Cuando se quema este tubo, pueden pasar semanas antes de que se cambie.
Hace unos tres años tuvimos en el centro de Rosario una invasión de mujeres punguistas, la mayoría provenientes de Tucumán y Santiago del Estero, que se habían convertido en una plaga. Desde arriba había llegado la orden que luego de detenerlas fueran trasladadas a la comisaría en averiguación de posible captura (en Santa Fe está avalada esta práctica por el Art. 10 bis de la Ley Orgánica Policial, aunque actualmente está suspendida por un recurso de amparo de un legislador K, para comprender el marco y contexto social la historia se sitúa en el año 2009).
La demora puede durar hasta seis horas corridas, lo que ocasionaba que durante todo el día las celdas transitorias permanezcan llenas de mujeres, algunas con sus hijos, y que sus conversaciones estridentes, gritos pidiendo para ir al baño y carcajadas, estos alaridos se escuchaban inclusive desde las oficinas ubicadas al frente de la comisaría.
Lo extraño ocurrió un día en que me dirigía desde mi oficina hasta la guardia, para lo cual tengo que transitar por un patio, que a su vez es lindante a dos ventanas de las celdas. Al pasar por al lado de la segunda ventana, escuché un cuchicheo proveniente desde el interior, no le presté atención, pero al ingresar a la guardia, de puro curioso, me acerco y le pregunto a la Sargento que estaba en ese puesto de custodia, si tenía alguien demorado?.
Me sorprendió que me dijera que no, ya que estaba totalmente seguro de lo que había escuchado, volví a insistir con mi pregunta de que si estaba totalmente segura de que no había nadie, y me contestó, me contestó "estoy acá desde las ocho de la mañana, cuando tome la guardia no había nadie” Cuando terminó de decir "nada", se escucharon bien claros tres golpes en la pared trasera de la guardia.
Inmediatamente entré a fijarme quién estaba, me asomé a la ventana de la puerta de la celda, y efectivamente, no había nada ni nadie, en ese momento la luz del fluorescente parpadeó y se apagó, me dio un escalofrío tremendo, el aire pareció volverse denso, casi irrespirable. Salí de aquel espacio y simulando que no pasaba nada, le dije a la "Sargento" que avise a logística que se había quemado el tubo fluorescente, luego algo nervioso, olvidando para qué había venido a la guardia, me fui de regreso a mi oficina.
Ese mismo día, unas horas más tarde, la comisaria estaba abarrotada de mujeres punguistas para colmo también teníamos un par de arrestados masculinos, procedimos a colocar a las mujeres en la primera celda, ya que es la más grande además eran casi veinte en total. Cuando no había pasado ni media hora, comenzamos a escuchar los gritos de varias de estas mujeres, que pedían que las saquemos de allí. En principio no les prestamos atención, porque es común que se quieran ir, sobre todo cuando no pudieron “ganar” (robar) en todo el día y se termina el horario comercial, que es cuando más víctimas tienen a su alcance.
No había pasado ni media hora que los gritos se hicieron más insistentes, inclusive se escuchaban desesperadas, comenzaron a patear juntas de manera histéricas la puerta de la celda, hasta que la arrancaron de sus bisagras. Enseguida llegamos todos uniformados que estábamos disponibles para controlar la situación, pero para nuestra sorpresa ninguna intentó escapar, simplemente salían de la celda y se quedaban en la antesala del transitorio. Muchas de ellas lloraban, por mi parte me acerca a una de estas, a quien conozco desde hace años, le pregunté qué había pasado. Me contestó que en esa celda había "una sombra negra y oscura" hicimos el papeleo rápidamente y las despachamos a otro lugar.
El día que nos dejó marcados a todos los de aquella guardia, comenzó como cualquier otro, era un domingo, por lo tanto no habría mucho movimiento, y con suerte la guardia sería tranquila. Apenas llegué a la comisaría, la misma “Sargento” con la que entable palabras en los celdas días antes, me dijo que tenía que hablar conmigo (no digo que la noté asustada, pero sí bastante nerviosa).
Me preguntó si me acordaba lo que había pasado "la otra vez", inmediatamente supe de qué se trataba, le respondí que sí, trago un poco de saliva y acoto lo siguiente "recién cuando tome la guardia, me puse a limpiar las celdas aprovechando que estaban vacíos, mientras sacaba el agua con el secador, sentí una corriente de aire frio detrás mío y unos paso acercándose a mí, no me quise dar vuelta porque sabía que no podía haber nadie más que yo, los pasos me rodearon y se perdieron por el pasillo”
A medida que me lo iba contando se iba poniendo más nerviosa y había comenzado a temblar, entonces para calmarla le dije que no se hiciera problema, que seguro fue una corriente de aire que no era nada para preocuparse, y que en todo caso, si lo que fuere que haya sido salió por la puerta de la guardia, ya se había ido y no estaba más, se tranquilizó un poco con mis palabras y volvimos a la rutina laboral.
Un par de horas más tarde, volví a la guardia, y nuevamente escuché un cuchicheo a través de las ventanas de las celdas. Al entrar a la guardia le pregunté a la “Sargento” si había traído a alguien arrestado, y me respondió que no. Decidí no decir nada, pero inmediatamente detrás mío ingresó un compañero que también venía desde las oficinas, y ni bien entró preguntó "trajeron alguien arrestado?” al responderle que no, dijo "ah, porque me pareció escuchar que hablaban cuando pase por lado de las ventanas”, nos miramos con la Sargento, pero ninguno de los dos dijo nada.
Como a las seis de la tarde, un grupo de motorizada trajo arrestado a un muchacho de unos veinte años, que era, por así decirlo, habitué de la comisaría. Vivía solo con su padre, y cuando se pasaba de drogas, lo golpeaba o intentaba agredirlo. El padre llamaba al 911 y terminaba todo en la seccional. Al estar las otras dos celdas ocupadas, y como este muchacho estaba muy drogado, molesto y violento, lo metimos en la primera celda para que esté solo y no lastime a nadie.
Esta demás decir que en el momento que entro a la celda, como a golpear las rejas y a gritar que lo saquen de ahí, por el carácter que tenía y conocíamos previamente no le llevamos el apunte, seguimos haciendo nuestro trabajo, pasadas unas cuatro o cinco horas, me di cuenta que ya no se escuchaban más sus gritos. Pensando que se había recuperado o se había calmado, decidí terminar el trámite para que se fuera en libertad, entré a la antesala de las celdas, y cuando me acerco a la primera veo un nudo de tela atado a uno de sus barrotes, me asomo rápidamente y de este nudo colgaba hacia abajo el chico arrestado, estaba sentado en el suelo, con la tela atada a su cuello bien tirante, inmediatamente grité pidiendo ayuda, y en ese momento el fluorescente se apagó, dejando todo a oscuras.
Abrí la puerta, y ayudado por los haces de luz de las linternas de mis compañeros que iban llegando, desaté el nudo, liberé el cuello, tendí en el piso al muchacho, y comencé las maniobras de RCP, ayudado por uno de mis colegas. Sabía que iba a ser en vano, ya que el cuerpo tenía livideces, lo que significaba que llevaba muerto el tiempo suficiente como para que sea imposible la reanimación cardio pulmonar. Dimos por terminadas las maniobras, y pedimos al servicio de emergencias una ambulancia para que se constate el óbito.
Los demás salieron de la celda, quedando la Sargento en la puerta y yo adentro con el cadáver. Todavía estaba arrodillado, cuando de repente se encendió la luz del tubo fluorescente, y la Sargento gritó "NO!". La miré, y vi que tenía su vista clavada en el interior de la celda, a mis espaldas. Me di vuelta rápido con el corazón latiéndome a mil por hora, retrocediendo unos pasos hasta tropezar con el cuerpo, y pude ver como una sombra se alejaba hacia el rincón de la celda, fundiéndose con las demás sombras de la pared...
Buena narrativa, me gusta tu estilo.
@keiterbafana Muchas gracias!!
Interesante, no me gusta el terror,pero el tuyo es muy atrapador,lo leí hasta el final jajajaj.Felicitaciones
Engancha la narrativa de la historia
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