Australia está fundamentalmente vacía, tanto de personas como de entretenimientos. Sobre todo en el outback. Las carreteras que atraviesan este enorme desierto son peligrosas en el sentido de que hace calor y te puedes quedar sin combustible, en mitad de la nada.
Pero sobre todo estas carreteras largas hasta el infinito son peligrosa porque puedes aburrirte, te puede entrar el sueño y dormirte en carretera. Por eso, se ha ideado una forma original de evitar que los conductores se fatiguen: formularle preguntas tipo Trivial Pursuit.
Carreteras triviales
Una franja de asfalto entre Balladonia y Caiguna no tiene una sola vuelta por 90 millas, por lo que es uno de los tramos de carretera más largos y rectos del mundo (sin mencionar uno de los más aburridos). Pero como puedes ver a continuación, alguien ha encontrado una forma brillante de ayudar a los conductores a mantenerse alerta mientras viajan.
Una serie de señales de tráfico anuncian que estamos entrando en una zona de fatiga, y formulan preguntas curiosas. Por ejemplo, ¿sabes cuál es el ser vivo más grande del mundo?
Es posible que no sepas la respuesta. Puedes pasarte un rato tratando de averiguarla, tirando de tu memoria y de los documentales que has visto en televisión. Entonces, unos kilómetros más tarde, otra señal de tráfico de indica la respuesta: la Gran Barrera de Coral.
Puede parecer una iniciativa ingenua, pero de hecho funciona. Australia tiene carreteras con rectas interminables, y esta clase de preguntas que interpelan al conductor pueden ser más eficaces que una simple placa advirtiendo que mantengamos los ojos bien abiertos.
Si nunca habéis estado en Australia y queréis sentir hasta qué punto muchas de sus carreteras son desoladoras y aburridas hasta la muerte, nada mejor que leer el siguiente fragmento del divertido Bill Bryson, en su libro En las antípodas, que habla de sus experiencia con este tipo de carreteras interminables:
Nunca había estado en un espacio tan vacío e ilimitado. (…) En una ocasión vimos un coche que venía de cara, cuyo conductor estaba sin duda sedado por la monotonía, que se salía de la carretera e iba dando bandazos durante un trecho dejando atrás una estela de polvo. Al acercarse a nosotros –advertido probablemente por la bocina de Allan– el conductor se despertó sobresaltado y giró el volante por reflejo para recuperar su posición en la carretera, pero lo hizo demasiado bruscamente y en consecuencia fue a parar a nuestro carril, lo que resultó pavoroso. Era absurdo: en una zona de indescriptible desolación, las dos únicas piezas en movimiento estaban a punto de chocar de forma brutal. Pasó un instante lleno por ambas partes de bocinazos, estremecimientos y bruscos y tensos virajes. Fue un momento rarísimo en que el tiempo se paró y pude ver perfectamente a nuestro involuntario asaltante, atrapado como en una fotografía indiscreta, mirándonos con una mezcla de desconcierto y disculpa.
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