La función primordial de la kasbah fue durante siglos la misma que representaban, para el mundo cristiano, los castillos durante la Edad Media: Proteger.
Las kasbahs eran fortalezas de origen bereber en las que además de proteger las familias que vivían en ellas se refugiaban las que estaban
fuera, junto con sus ganados, ante los ataques de intrusos y enemigos, y hasta para protegerse de las tormentas de arena.
Construidas con ladrillos de adobe (barro de arcilla, estiércol y paja), bigas de palmera y cañas, que una vez secados al sol adquirían una dureza extraordinaria. Tal dureza apta para construir murallas de hasta diez metros.
Teníamos interés en poder observar una kasbah de cerca. Lo comentamos con nuestro guía, Ali, si sería posible llevarnos a alguna que estuviera abandonada. Deseábamos poder andar por sus calles en silencio, otear las casas en sus entrañas, visualizar el paso del tiempo.
Y Ali nos complació.
Solo el viento se dejaba oír en sus calles angostas y desiertas. Podías imaginar a los niños bereberes correr y jugar en griterío constante, el abuelo leyendo el Corán a su nieto, la mujer apoyada en el alféizar de la ventana, los guardianes en las torres vigías oteando el horizonte...
Los palacios nos dicen como vivían los gobernantes, sultanes y personas influyentes, pero, ¿como debían ser el interior de las casas de la gente del pueblo llano?
Hay que ponerle imaginación.
A mi, particularmente, me fascinan las ruinas. Ante la destrucción, yo construyo, ante el silencio yo le pongo voces, ante la soledad del lugar yo le doy vida, a mi manera... Es un ejercicio que me atrae. En la kasbah en ruinas pude ejercitar mi imaginación.
Cerca ya del desierto, hicimos una parada en el pueblo de Jorf para aprovisionarnos de agua.
Seguimos viaje...
Ahora sí... Muy cerca ya el desierto de Erg Chebbi...