Los Cristianos no pueden apoyar el régimen Venezolano. Sepa por qué:

in #venezuela7 years ago

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¿En qué país del mundo es moralmente aceptable que un cristiano, sea de la denominación que sea, apoye o se identifique públicamente con personas que están acusadas de delitos graves, tales como: narcotráfico, lavado de dinero, apoyo y financiamiento al terrorismo, evasión fiscal, perjurio, violación a los derechos humanos, trato cruel e inhumano, crímenes de odio, difamación e injuria, corrupción y malversación de fondos públicos, sin contar la mentira y la expropiación forzosa (robo) de bienes privados?

Eso ocurre en Venezuela, donde centenares de cristianos, infieles a su profesión de fe transgreden los mandamientos de la ley del Señor e impúdicamente juran lealtad a quien llaman "comandante eterno" y a su "hijo", el presidente obrero, en clara referencia directa y blasfema a Dios y su Hijo.

Que hipócritamente reafirman valores como la "justicia social" y la "redistribución de la riqueza", cuando Dios claramente establece que su Justicia, que es verdadera, se caracteriza por la rectitud y la imparcialidad, que no hace acepción de personas ni toma cohecho (soborno); y mucho menos consiste en quitarle a quienes lícitamente han trabajado en función de producir riqueza para el disfrute suyo y de su familia y ser útiles a la sociedad, con el fin de darle a otros, en aras de garantizar la "igualdad social" en lo que, paradójicamente se transgrede el principio universal y bíblico de la "igualdad ante la ley". Puesto que hipócritamente afirman junto a su "máximo líder" que: «Ser rico es malo, es inhumano», al tiempo que se calcula en más de 300 mil millones de dólares el desfalco de la nación con las mayores reservas de petróleo del mundo, durante los 18 años de la mayor bonanza petrolera de su historia.

Que se ufanan de que gracias al "proceso revolucionario" en Venezuela se consagran principios como la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, cuando la Escritura establece de manera taxativa y categórica que sólo Jesucristo es el soberano de los Reyes de la tierra, en quien reposa toda potestad en el cielo y en la tierra, siendo Él mismo Señor de señores y Rey de reyes.

Que profesan afinidad con los "líderes" que proclaman admiración y veneración a la "pacha mama", a los "espíritus inmortales de la sabana", a Tupac Amarú, Guaicaipuro, María Lionza y a figuras como el "santo Cristo de la grita". Que recitan y aplican a Bolívar, Sucre, Martí e incluso a Fidel Castro, el nefasto poema blasfemo que reza: "padre nuestro, que estás en el cielo, en la tierra, en el aire y en el agua" e incluso mancillan la santa oración de nuestro Señor Jesucristo al recitar de forma torcida el "Chávez nuestro", honrando y dando culto a los hombres, antes que al Creador, el cuál es Bendito por los siglos, Amén.

Que justifican la violación de derechos humanos de los cuerpos de seguridad del Estado hacia manifestantes desarmados e incluso el vil asesinato de éstos, y delitos como la invasión de morada, daños a la propiedad privada (casas, apartamentos, vehículos), bajo el pretexto de que "son 'terroristas' que quieren derrocar a un gobierno legítimo y constitucional por medio de la violencia".

Y tiempo me faltaría para describir las atrocidades e inmoralidades que son capaces de justificar éstos hombres y mujeres, con el fin de defender un "ideal" que ha cobrado la vida de más de 100 millones de personas desde el siglo pasado hasta nuestros días, comenzando desde las extintas Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y Yugoslavia, la Alemania de Hitler y su partido Nacional Socialista Obrero Alemán (Nazi), así como la China de Mao Zedong, la Vietnam de Ho Chi Minn, la Corea de Il Sung, la Camboya de Pol Pot, la Cuba de Fidel, entre otros ejemplos.

De éste modo, yo afirmo con toda responsabilidad que lamentablemente no puedo considerar como hermanos a aquellos que apoyen de cualquier manera a la "revolución bolivariana", sinónimo del Socialismo del Siglo XXI; sean del país que sean. Considero que ya no es cuestión de ignorancia, sino de principios, de moral, ética y sentido de justicia.

Y ésto, mis queridos amigos, es parte de una tendencia irreversible.

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Es repugnante como idolatran como un dios a una persona que hizo tanto daño y acabó con la vida de muchos.