Apuntes para la reconstrucción de un país. (Parte II)

in #venezuela6 years ago

Manifestantes en la ciudad de Bratislava, durante la Revolución de Terciopelo en 1989, en la entonces Checoslovaquia.

Arropados hoy por la penumbra de incertidumbre de nuestra situación actual, todo esfuerzo que nos ayude a vislumbrar la magnitud del problema en el que estamos inmersos adquiere una mayor importancia. Hemos sido espectadores por una parte, de un espectáculo lamentable, supuestamente electoral, al que el pueblo dio una respuesta de repudio contundente, y por otro, del vacío dejado por una dirigencia opositora que no termina de asumir su papel rector, ya no solo como consecuencia de una incompetencia manifiesta, sino también del miedo desatado por la persecución política llevada a cabo por un régimen criminal al que se le agotan los medios de supervivencia.

 
En el presente estado de las cosas, ¿es la política el camino para salir de este atolladero histórico? Considerando la identificación conceptual entre democracia y elecciones, de la que parecen participar los personajes de mayor peso en la dirigencia opositora, es difícil dar una respuesta afirmativa a la pregunta anterior.
 

Durante cinco días consecutivos, más de doscientos mil manifestantes tomaron las calles de Praga.

Ahora, en lugar de resaltar hechos conocidos hasta la saciedad por el común venezolano de a pie (sistema electoral viciado, falta de interés por parte del alto mando militar de generar un cambio legal de gobierno, etc.) he preferido consultar a un personaje histórico, cuyas circunstancias vitales, sin ser las mismas, comparten muchas similitudes con las nuestras. En su ensayo El poder de los sin poder, Václav Havel alaba el que existan, en regímenes totalitarios, “hombres y grupos de hombres que no renuncian a la política como misión propia de vida y que, de uno u otro modo, tratan de tener un pensamiento político independiente, de expresarse con autonomía y eventualmente también de organizarse” […] “Ya es de por sí extraordinariamente importante y bello que haya estos hombres y que trabajen; aún en los momentos más difíciles garantizan la continuidad de la reflexión política, y si algún movimiento político real, nacido de esta o de aquella confrontación prepolítica, comienza pronto y bien a reflexionar políticamente y a incrementar de este modo sus posibilidades de algún resultado, esto puede ocurrir —y quizás ocurre— precisamente gracias a estos solitarios generales sin soldados que, a pesar de todos los sacrificios, han mantenido la continuidad de la reflexión política cuyo proyecto y movimiento enriquecieron en su momento justo”.

Václav Havel (1936-2011)

En la historia política de nuestro país, cuya raigambre democrática es el producto de vidas de entrega y sufrimiento por parte de unos individuos de una admirable calidad humana, es posible conseguir ejemplos de ese esfuerzo por “garantizar la continuidad de la reflexión política”. Sin embargo, ubicándonos en el panorama actual, resuena contundente otra observación del líder checo: “Pero parece que el pensamiento y la acción de estos amigos —que nunca renuncian a un trabajo directamente político y están siempre dispuestos a asumir también una responsabilidad política directa— adolece con bastante frecuencia de una enfermedad crónica; esto es, su corta inteligencia del carácter específico del poder en un régimen totalitario y, por tanto, la supravaloración de la importancia de un trabajo directamente político en el sentido tradicional del término y la infravaloración de la importancia política precisamente de esos acontecimientos y procesos prepolíticos en cuyo campo sobre todo surgen los cambios políticos reales de la situación”.

Havel saluda a las miles de personas reunidas en la plaza Wenceslas de Praga para celebrar el fin del comunismo y el nombramiento de un nuevo gobierno. Fue el último presidente de Checoslovaquia y el primer Presidente de la República Checa.

Más adelante dirá: “Como políticos —y como hombres con ambiciones políticas— vuelven con frecuencia (y en el fondo se puede también comprender) al modo con que una vez se circunscribía naturalmente la vida política, se atienen a modos de comportamientos adaptados a condiciones políticas más normales y automáticamente aplican a condiciones totalmente nuevas unos modos de pensamiento, unas convenciones, concepciones, categorías e ideas inherentes a realidades radicalmente distintas, sin reflexionar adecuadamente qué peso y significación tienen o pueden tener en la nueva realidad, qué significado tiene en ésta la política en cuanto tal, qué y cómo obra en ella políticamente y que posibilidades políticas se dan en ella”.

¿No es acaso la actitud de indiferencia, si no, de desesperanza, en gran parte de la sociedad venezolana ante la últimas propuestas —cuando han existido— realizadas por los políticos de oposición, más que una pérdida del sentido de responsabilidad nacional, “una brizna de sano sentido común: es decir, la gente advierte que, en realidad, es todo distinto y que hay que hacerlo todo de una manera distinta”?

Carlos Contreras Medina.
 

 
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