“La esperanza, definitivamente, no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte”.
Václav Havel.
El problema de qué da razón a mi esperar hunde sus raíces en lo más íntimo de nuestro ser. La respuesta a este interrogante rige de modo decisivo nuestro actuar cotidiano. Según sea lo que espero, elijo qué hacer. Y es en este sentido que la esperanza, sin dejar de contar con un fundamento, supone una decisión: un “querer” esperar. Pero, finalmente, ¿en qué puedo de esperar?
En el horizonte se vislumbran posibles respuestas que, sin contradecirse, más bien nos hablan de la necesidad que tiene el hombre de “trascender” su existencia para alcanzar su fin —no se encuentra en su interior—, y que este “salir de si” puede darse en varios planos.
Alguien quizá diga: “Hemos de esperar en lo bueno que tiene nuestra Patria, nuestra cultura”. Ciertamente, el amor a la patria —a lo propio— se encuentra en uno de estos planos. En un amor recto a lo nuestro nos conocemos mejor —sabemos de dónde venimos— y se nos pone delante un motivo especial para ejecutar esa salida: el prójimo. En nuestra Patria están nuestros familiares y seres queridos más cercanos. En lo que se refiere a nuestra cultura, nos ayuda Rafael Tomás Caldera al plantearnos una posible ruta: “En la buena literatura, por otra parte, se ha reflejado el estilo propio de un ambiente; son las obras en las cuales se manifiesta el valor de lo hecho allí. Es ése un camino por el cual llegamos a la experiencia de lo valioso. En la buena música, en la pintura, en las expresiones superiores del arte se refleja el ser que hemos decantado.”
Queriendo mostrar un posible ascenso a otro plano de trascendencia, Pieper nos sugeriría que “la profundidad más honda y auténtica de la esperanza se le descubre al hombre por el acontecimiento primario de la salvación. De la misma manera, es por este acontecimiento que se hace también más sombría la posibilidad de una desesperación abismática”. En efecto, para aquellos que gozan del don de la Fe, la esperanza —entendida también como regalo— será el imperturbable encaminamiento hacia una plenitud y una felicidad que no se le “deben” a la naturaleza del hombre.
Incluso el Caballero de la Triste Figura, haciendo gala de un sentido común aplastante, nos recomienda a todos, en la persona de su fiel escudero: “Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas. Porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca.”
¡Muchas gracias por detenerte a leer este post!
¡Si te gustó, vota, dale a resteemear y sígueme!
@orinoco
¡Muchas gracias por tu comentario @orinoco!
Crack
(puñito)