Tengo frente a mi a una bella mujer de piel tan blanca como la nieve y en ocasiones, de un cálido, dulce y amoroso beige. Desea ser acariciada con elaboradas palabras, de recibir las pinceladas de una dulce o amarga poesía y empalagarse en la más honesta prosa que se me ocurra.
Pero tengo un problema, no sé que dedicarle, me encuentro atrapado en un dilema donde no logro imaginar que recitarle y no sé si le llegue a gustar la canción que mi corazón grita.
En ocasiones sonrío y me alegro porque por fin encontré que dedicarle, pero ahogado en frustración no sé como expresarlo y me encuentro de nuevo, nervioso, frente a ella, esperando que la lleve al clímax. Y yo, pensando en mil palabras para una emoción, mil más para embellecer el momento y otras mil para darle mi toque artístico, y aún así, no tiene sentido, no sé que me sucede.
Me entristece saber que perdí la cuenta de cuantas otras hojas blancas arranque de aquel cuaderno, o cuantas eliminé de la existencia de mi computador, por no saber que y como decirle que la extraño, que me hace feliz, que estoy triste, que la soledad me carcome... Y lo que más me molesta es no saber decirle: Te Amo.
«¡Maldita ignorancia!»
...Andrés Manuel Pérez