Hungría, Alemania, México, Venezuela, Turquía y Rusia. La lista de los que compran o repatrian oro va en aumento. ¿Por qué está en boca de todos y el Banco de Inglaterra es tan importante? Guillermo Barba, economista mexicano especialista en divisas y metales preciosos, revela a Sputnik todo lo que quiso saber y no se atrevió a preguntar del oro.
El Banco de Hungría decidió en 2018 recuperar sus 130 millones de dólares en oro que descansaban en el Reino Unido. México puso sus ojos en el metal precioso en 2011, cuando decidió comprar 93,3 toneladas —unos 4.600 millones de dólares—. Alemania hizo lo mismo que Hungría al repatriar en 2017 53.870 lingotes —unos 28.200 millones de dólares— que había depositado como Alemania Occidental en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York y en el Banco de Francia durante la Guerra Fría.
Turquía y EAU compraron en 2019, según Reuters, 73 toneladas del metal precioso a Venezuela, y el mercado turco del oro experimentó un ‘boom’entre 2016 y 2017. Rusia compra frenéticamente oro desde hace años a la vez que intenta relegar al dólar de sus reservas internacionales de divisas.
Refugio, escudo y garantía
El último episodio en esta fiebre del oro lo volvió a protagonizar Venezuela en noviembre de 2018, cuando el Banco de Inglaterra se negó a devolver a Caracas 14 toneladas de oro, valoradas en unos 550 millones de dólares, para paliar su crisis y soportar los envites del aislamiento internacional.
“La causa fundamental [por la que estos países compran y repatrian oro] es su previsión de que la era del dólar está en una etapa tardía. Estados Unidos es el país más endeudado en la historia de la humanidad y, si bien su credibilidad como deudor ante los ojos de la mayoría permanece intacta, no es así para quienes no lo ven como aliado y quienes ven más allá de la superficie “, advierte a Sputnik Barba, analista especializado en oro y excolumnista de Forbes México.
Ese endeudamiento —y, en fin, el del resto de naciones— es impagable, y todo ciclo de expansión desenfrenada de crédito, recuerda Barba, termina con una explosión de la burbuja crediticia. En otras palabras, en una grave crisis.
En épocas de crisis como esa —que tarde o temprano llegará, advierte Barba—, el oro constituye un activo tangible, pero solo cuando se posee físicamente; en territorio nacional. En esos casos se trata de un valor en sí mismo que “es indestructible, no es confiscable, no puede congelarse en cuentas en el extranjero ni tiene riesgo de contraparte”. Quien tiene oro ya fue pagado, insiste, a diferencia de todos aquellos que resguardan reservas en divisa, que constituyen una deuda y una promesa de pago del país emisor.
Por esa razón las potencias —sobre todo aquellas no alineadas a Estados Unidos— siguen acumulando reservas áureas en previsión del momento en que la burbuja del dólar estalle y surjan otras alternativas para el comercio internacional.
“El oro —sí o sí— va a volver a desempeñar un papel central tras esa gran crisis, y no olvidemos la regla más importante: quien tiene el oro, pone las reglas”.
Tenerlo en casa
Sin embargo, no todo el oro vale. Lo suyo es que se acumule físicamente, en territorio nacional, insiste. De no ser así, se arriesgan a un incumplimiento de entrega como la reciente negación del Banco de Inglaterra a entregar el oro venezolano.
Pese al ‘no’ de los británicos, lo cierto es que Londres sigue siendo la capital mundial del oro y, su banco, el epicentro —durante más de 200 años— de toda la actividad comercial que se lleva a cabo con él. De esta forma, el Banco de Inglaterra es quien custodia mundialmente las reservas del metal, el cual, pesa mucho y cuyo desplazamiento físico no es ni práctico ni sale a cuenta. “Por ese motivo se suele dejar el oro en el Banco de Inglaterra y, de este modo, los intercambios son solamente ‘en el papel’ y cambia la propiedad de los lingotes sin que estos tengan que moverse”, apunta Barba.
Esta es la razón principal de que los bancos centrales dejen su oro ahí: en caso de requerirlo por una emergencia financiera, pueden empeñar o vender los lingotes de manera rápida y eficiente.
Es precisamente esa práctica la que pone en peligro al país que es propietario del metal de llegar el día en el que necesite poseer el oro en sus manos. Como mínimo, si todo ese oro está íntegramente lejos de su territorio.
Es lo que le pasó a Venezuela. Como el oro se compra y se tiene para diversificar el riesgo de las reservas en divisa, no es nunca una buena idea dejarlo por completo en manos ajenas. México tiene poco más de 120 toneladas de oro en reservas, y el 99% está en poder del Banco de Inglaterra. ¡Mal hecho! Eso sin contar que tiene muy poco oro —menos del 3% del total— en reservas. Lo ideal sería tener un 10% de todas las reservas internacionales de cada país en oro y, como mínimo, la mitad físicamente”, señala Barba.
La peor forma de tener oro
El resto, lo que se mantenga en Londres, debe tenerse en un tipo de cuenta denominada ‘cuenta asignada’ —’allocated account’, en inglés—, en la que cada lingote en específico es propiedad exclusiva de un solo dueño —el Estado emisor— y de nadie más.
Frente a estas cuentas figuran las ‘cuentas no asignadas’ —’unallocated account’, en inglés—, donde lo que se tiene es un simple derecho a cierta cantidad de oro, pero no la propiedad sobre ningún lingote en concreto, subraya Barba.
“Las cuentas no asignadas son la peor forma de tener oro y la que más riesgo entraña, porque los inventarios de oro de esas cuentas solo alcanzan a cubrir un mínimo porcentaje del total de compromisos adquiridos con los acreedores. Quien tenga oro bajo este esquema, debe saber que, en realidad, no es dueño de oro, sino de un simple derecho que puede ser incumplido porque no hay oro suficiente para todos los clientes a los que se les debe”, advierte.
Ni siquiera a Juan Guaidó
El fallecido dirigente venezolano Hugo Chávez comprendió bien los inconvenientes de una cuenta de esas características. Entre 2011 y 2012 repatrió parte del oro que el país mantenía en Londres y en Estados Unidos. En aquel momento, el exmandatario argumentó que la medida atendía a “la soberanía en el manejo de los activos”. A Venezuela llegaron 160 toneladas, según los datos oficiales. Pero “cometió el error de dejar otra parte en Londres”, señala Barba, y es esta la que ahora Maduro no puede recuperar.
“Cualquier país puede —y debe poder siempre— solicitar su oro en cualquier momento. En este sentido, el Banco de Inglaterra debe garantizar en todo momento que va a entregar el oro en cuanto se le exija”, dice el economista.
Advierte también de que los casos de negación de la entrega del oro se pueden volver más frecuentes. Duda, de hecho, de que los británicos dejen al “presidente encargado”, Juan Guaidó, repatriarlo.
Repatriar oro es una decisión inteligente, resume Barba, y añade que el Banco de Inglaterra o cualquier tenedor ajeno de nuestro oro “puede negarse en cualquier momento y por cualquier razón —política, financiera o económica— a devolvernos lo que nos pertenece”.
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