Hace ocho años, hace diez años, hace catorce años… he intentado hacer un blog varias veces. Siempre con ambiciones y diseños mucho o bastante mayores a mi tiempo disponible, o a mi energía disponible, o en todo caso más bien a mi capacidad disponible. Cuando les he dado alguna continuidad y he volteado a ver los restados, he entrado en, digamos que me ha aplastado un pudor casi terrorífico (trato de no exagerar). Aquí vendrán o me siento tentado a un por qué que disfraza (¿no te parece?) una ansiedad de o por el juicio público.
Por el lado autoestimulante de la vanidad, y por el lado autotorturante de la posibilidad de no dar la talla, en sus dos vertientes: porque el juicio del público sea el desprecio o la ignorancia, o peor, que el juicio sea una aprobación inmerecida, o muchísimo peor, que sea una aprobación a partir de un efecto no deseado que me traiciona.
Por eso hace ocho años comencé a escribir un blog que (tachado) en (tachado) algún punto, hacia el principio, se preguntaba o indagaba en los motivos por los que había comenzado un blog seis años antes, que es dos años más desde que escribí o empecé a escribir el primer post para otro blog que creo que no salió de mi cuaderno a la computadora nunca. Se llamaba Nos vemos en los vidrios (el blog) y el primer post era un intento de crónica que quería funcionar como desconocimiento, abandono, renegación, o acto de retracción, de un libro de mi autoría que se acababa de publicar.
Comenzaba diciendo que lo que más me alegraba de haberme ido a Argentina era no estar en Caracas para la inauguración del Sambil de La Candelaria (algo que por cierto nunca ocurrió), ni para la presentación de mi libro (que creo que tampoco ocurrió, porque aunque había otros autores y otros libros que se presentaban ese día, hubo un apagón en buena parte de la ciudad).
(aquí tacho un párrafo de más sobre el desarrollo de una página para monetizar a partir de publicar noticias sobre escritores latinoamericanos con buen tráfico en Google, al que mi socio y yo renunciamos por objeción de conciencia, cuando ya le habíamos dedicado todos los trasnochos de programación principiante y agregación mecánica de contenidos, y estaba listo para su publicación)
Después de eso, por unos meses estuve publicando en Nos vemos en los vidrios algo que quería ser una crónica ficcionalizada del fin de algo así como la era moderna, el 21 de diciembre de 2012, en tiempo real, con un cronómetro en cuenta regresiva.
Y finalmente comencé el único blog que llevé por lo menos un año: una serie de testimonios sobreelaborados sobre algunos de mis traumas históricos y familiares, con atención a los milagros de los muertos, y las reiteraciones obsesivas del azar en algunas coincidencias.
Después también relaté un viaje de cuarenta días que hice en dirección contraria a la diáspora venezolana de hoy por Suramérica (mi suegra cuenta que hoy salieron dos autobuses llenos desde Santa Teresa del Tuy), desde Buenos Aires hasta Caracas, y con mil dólares que hoy me alcanzarían para vivir aquí unos diez meses y medio.
Eso fue en 2012, Chávez tenía cáncer y había elecciones aquí. Hoy Maduro anunció que le quitan cinco ceros a la moneda, y ayer (cuando escribí en el cuaderno este post) un vecino tocaba en violín Bella Ciao, y yo me admiraba de la simetría con el chiste del violinista del Titanic.
(De pronto tuve el impulso de contextualizar para algo así como un posible lector internacional y me dio mucha risa de mí mismo).
En realidad en el cuaderno está escrito (sin tachar) "en lo que parecen los últimos meses del gobierno de Nicolás Maduro, y el primero de muchos años del PSUV". Por eso aquí digo que a partir de "lo que parece" me empecé a afectar, porque en verdad no tengo la menor certidumbre de lo que (coño de la madre) va a pasar en Venezuela en los próximos días, semanas, meses, horas, años, salvo que va a seguir empeorando en una dimensión muy elemental y muy perceptible.
En todo caso, el violinista tocaba mientras parece que ahora sí parece mucho todo el tiempo que algo grande se está acabando, se va a acabar, o se acabó cuando decían los mayas, pero el estruendo todavía no nos deja ver lo que ha caído.
Por cierto, ayer fue el día fuera del tiempo en el calendario maya, y hoy hacen diecinueve años del suicidio de mi abuelo. Y del asalto al Cuartel Moncada. Y de la muerte de Evita. Y del nacimiento de mi hermana, que se llama Libertad. Y de la fecha en que publiqué mi último blog.*
*si hay alguien tan obsesivo como yo: el que linkeo es una versión corregida del que comencé a publicar en en esa fecha