Para entender un poco más sobre este tema vamos a ponernos por un momento en los zapatos de un inmigrante y aunque yo en la actualidad no esté pasando por ese proceso, si tengo muchos familiares fuera de Venezuela que decidieron emigrar, debido a la difícil situación económica del país; por lo que basándome en su testimonio quiero hacer una pequeña reflexión sobre su estilo de vida y hacer saber si vale la pena o no experimentar ese proceso que aunque muchos lo pintan de colores para no preocupar a sus familiares, la verdad no hay nada más alejado de la realidad, porque no a todos les va color de rosa.
Ahora bien, que pasa por la cabeza de un inmigrante cuando decide salir de su país de origen.
Algunos lo hacen huyendo de una guerra u estallido social, como he visto en algunos documentales de Discovery; otros porque huyen de una crisis económica y política de su país, por lo que en su gran mayoría exploran nuevos horizontes buscando la posibilidad de obtener una mejor calidad de vida, tanto para ellos como para los familiares que aún quedan en su país de origen; hay quienes lo hacen porque psicológicamente ya no aguantan más y su nivel de fluctuación llega hasta tal punto que salen despavoridos para hacer vida en otro lugar; mientras que otros simplemente lo hacen por experimentar algo nuevo.
En fin cualquiera fuese el caso cuando la travesía de un emigrante comienza, no solo empacan en su maleta prendas de vestir y artículos de higiene personal y uso cotidiano; sino que también llevan empacados recuerdos y emociones encontradas, con la esperanza de volver algún día a la tierra que los vio nacer, y en su bolso de mano un sinfín de expectativas e incertidumbre sobre lo que les repara el futuro, pero con la confianza plena de conseguir un mejor porvenir más allá de sus fronteras.
Otro país, otras costumbres, otro clima, otra cultura, otro lenguaje.
Así es, y aunque para los que aún estamos en nuestro país de origen esto sea algo trivial o insignificante, sé que para muchos de los que están fuera este proceso de adaptación es angustiante y desesperantes, he escuchado incluso de que para algunos la comida le es un poco insípida en su lugar de destino, ya sea porque les hace falta esa sazón característica de su país, o por la nostalgia de querer degustar de ese plato típico de su región, que traiga consigo ese pedacito del calor de su tierra que los acerca un poquito más a sus seres queridos. Y es que siempre se extraña cuando no se tiene y muchas veces son esos detalles insignificantes los que marcan la vida de una persona cuando se encuentra ausente.
Pero no solo la comida marca la vida de un Inmigrante en el extranjero, sino también el tener que comenzar nuevamente de cero en un país que les he desconocido, con un lenguaje diferente en algunos de los casos; y largas horas de faena laboral en el caso de otros; para poder cubrir sus gastos diarios y ahorrar algo de dinero para enviar a sus familias; y esto aunado a que en muchas ocasiones su título, profesión o maestría no pueden ser desempeñados, mientras no sean revalidadas; aprendiendo entonces nuevos oficios, haciendo nuevas amistades, enfrentando sus temores, formando lazos de familia entre ellos mismos, pero sobre todo experimentando nuevas lecciones de vida que lo ayudan a madurar y a crecer mucho más como persona.
Aunque viéndolo desde esta perspectiva de alguna u otra forma nosotros también somos inmigrantes en nuestro propio país, puesto que la mayor parte de los venezolanos que quedamos, desconocemos esta Venezuela que estamos viviendo y añoramos a esa Venezuela de ayer, donde podíamos comer, salir y vestir lo que quisiéramos; por lo sale a relucir esa famosa frase que dice: “Cuando éramos ricos y no lo sabíamos.”
Además también tenemos que laborar largas jornadas de trabajo para poder subsistir, teniendo que guindar muchas veces nuestros títulos para desempeñarnos en otras profesiones para medio solventar la situación; donde el abogado es taxista, el médico es vendedor, el ingeniero es pescador, el administrador es barbero y la educadora también es peluquera.
Ahora bien haciendo las dos comparaciones anteriores sobre los que están fuera y los que se quedan en el país, surge la siguiente interrogante ¿Valdrá la pena dejar nuestra tierra de origen y convertirse en un inmigrante?
La verdad aunque esto es una decisión que se toma con criterio personal quiero dar mi punto de vista basada en mi fe en Jesucristo, puesto que creo fielmente que él es sobre todas la cosas, y que su nombre es sobre todo nombre, ya que todo fue hecho por él y para él, por lo tanto todo tiene que sujetársele; de ahí la cita bíblica en Romanos 8:35-39 que dice:
35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
36 Como está escrito:
Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas de matadero
37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Por lo que pienso que el Dios en el que hemos creído, es un Dios vivo y nos puede bendecir en cualquier lugar donde nos encontremos, aunque este lugar sea en medio de un desierto, después de todo él es especialista en abrir caminos donde no hay ninguno y abrir puertas donde no las ahí; somos nosotros los que en nuestra mente finita pensamos de que el Señor es más pequeño que nuestros problemas, y muchas veces queremos hacer las cosas a nuestra manera sin pedir su dirección.
Ahora bien no se puede atravesar un desierto haciendo lo mismo que cuando se vive en sobreabundancia, y muchos menos quedarnos mirando al cielo a ver quién nos manda una limosna; por lo que si ya un salario mínimo no te alcanza para nada, súmale tres estrategias económicas más, y si lo que vendes ya no te es rentable pues cambia de rubro; después de todo esto es lo que hace un inmigrante fuera de su país; así que levántate en fe y deja de andar quejándote por la vida y si necesitas quejarte ante alguien pues hazlo de rodilla ante Dios, y el hará; porque aunque seamos carne y en algún momento de nuestra vida mengüemos en fe, no podernos darnos el lujo de vivir en lamentos porque esto no solucionara nada; muy al contario tenemos que levantarnos y seguir batallando.
Habiendo dicho esto quiero enfatizar que tal vez ustedes digan prefiero tres oficios en otros país que tres en el mío donde de igual forma el salario no me va alcanzar para todo lo necesario; y ahí es donde pesa la balanza para aquellas personas que tienen hijos y un matrimonio estable; porque tal vez irse de su país es un poco más tolerable para aquellos jóvenes que aún no han echado raíces profundas en su nación; pero que pasa con los que ya tienen un hogar constituido; pues el tiempo les juega en contra, perdiéndose de momentos irrecuperables a lado de sus seres queridos; incluso he oído de matrimonios que se separan porque les gana la espera y simplemente sienten que el amor se va apagando con la distancia.
Y es que es fácil pensar en partir de un país con la expectativa de buscar primeramente una estabilidad financiera para luego poder traer a los suyos a su lado; pero como ya les dije en la vida de un inmigrante no todo es color de rosa, y no todo es como lo postean en las fotos del faceboock. Lo que tienes que preguntarte es ¿Cuánto tiempo me llevara traer a mi familia conmigo?¿Valdrá la pena todo este tiempo que me he perdido a su lado?
Quiero que mediten en ello, porque el tiempo jamás se recupera, y como ya les dije antes hay instantes en la vida de una persona que marcan su existencia; como un cumpleaños perdido, un ascenso de grado, la partida de un ser queridos, una cena navideña, un aniversario de bodas; son estos momentos importantes que nos estaríamos perdiendo hasta quien sabe cuándo; ya que no tenemos el control de todo lo que acontezca a nuestro alrededor; porque tampoco es que nos fuimos y vamos a estar volando dentro de una burbuja de cristal en donde nada pasa; recuerden que nuestro destino es incierto, solo Dios lo conoce, por lo que no depende de nosotros el tiempo que estemos nuevamente reunidos con nuestros seres queridos; aunque equivocadamente pensemos que sí.
Por ello te invitado a que reflexiones bien cuando tomes esta difícil decisión, y no lo hagas a la ligera porque para un inmigrante la vida es como una ruleta rusa, donde ciertamente algunos les va muy bien pero otros nunca más vuelven a juntarse con sus familiares, como es el caso de los fallecen fuera de sus fronteras; y aunque en Venezuela diariamente también nos jugamos la vida; por lo menos estamos al lado de nuestros seres queridos.
En cuanto a mí, si me gustaría viajar por el mundo pero por las razones correctas, mientras seguiré luchando por un mejor país, armándome de mucha paciencia y tolerancia, creyendo en un Dios vivo que se moverá a misericordia y exhibirá su justicia como la luz de la aurora; y yo estaré aquí, sentada en primera fila para verlo, por el futuro de mis hijos, por ver regresar a los que se han ido, por las familias fracturadas, por los que lloran y extrañan a sus seres queridos, por ti, por mi, por mi nación, por VENEZUELA.
Espero les haya gustado el post, no olviden comentar su punto de vista con respecto al tema y si ya eres un inmigrante por favor compártenos un poco de tu historia.
¡DIOS LES BENDIGA!
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Me gusto mucho tu articulo muy completo, en mi opinión estudiando los dos puntos de vista ninguno la tiene fácil ni el inmigrante ni el que se queda. El inmigrante si comienza de cero, le toca adaptarse a un país con una cultura, leyes, comida diferentes, trabajar en lo que uno consiga porque a donde vas no te conoce nadie, te pega la nostalgia porque estas lejos de las personas que quieres, a veces no puedes comunicarte con tu familia porque no hay internet, no hay luz o hasta puede que el único celular que tenían se daño y te toca ingeniártelas y son muchos factores los que contribuyen a que emigrar no es nada fácil. Pero también y hablo como inmigrante nosotros las personas que estamos afuera enviamos y ayudamos a nuestros familiares que así tengan 3 empleos no pueden costearse los artículos básicos que necesitan, también hay personas que les ha fallecido un familiar y allá en Venezuela ni siquiera pueden cubrir los gastos y ha sido un familiar que esta fuera que ayuda. Y a las personas que están todavía en el país, si les digo que a ellos también les pega la nostalgia, hay muchas familias separadas por esta misma crisis y eso trae muchas consecuencias en todos los sentidos, la escasez de agua, transporte, internet, luz, entre otros. Pienso que hay que tener mucha paciencia y tratar de ver el lado positivo de las cosas. Nuestro país tiene que cambiar y volver a ser el de antes, se que costara pero así va a ser. Y ese día estaremos todos reunidos para que esto solo sea una experiencia que contar.
gracias por compartir tu historia, y si la verdad no es nada fácil ni para los que se van, ni para los que se quedan , y ciertamente los que nos quedamos contamos mucho con la ayuda de los se van, sobre todo si nos toca una situación tan dolorosa como afrontar la partida de un familiar, ya que aquí se ha vuelto un lujo morirse, pero aun así pienso que Dios es un Dios de ultimo socorro y de algún lado siempre traerá la provision. Doy un aplauso a esos jóvenes valientes como tu que muchas veces a tan corta edad asumen responsabilidades que no les corresponden, perdiéndose de muchas actividades y experiencias acordes a su edad, como culminar sus estudios, porque simplemente les toco acelerar sus etapas y asumir roles que aun no le competen.
Excelente articulo ! Yo tambien espero que Venezuela mejore y no tengamos necesidad de salir a otro país.
Amen, confiando en el Señor de que hará algo extraordinario en nuestro país.