Recordé que EN MI OTRORA VENEZUELA la mayoría de los niños de mi época, por mas humilde que hubiese sido su núcleo familiar, tenían la posibilidad de comer bien todos los días; nosotros desayunábamos, almorzábamos, merendábamos, cenábamos y como quemábamos muchas calorías, comíamos bastante chuchería, bebíamos mucha agua potable, pura y cristalina directamente del chorro (hoy en Venezuela, es prácticamente imposible hacer esto, porque corremos el riesgo de enfermarnos; además, el agua que llega a nuestras casas percude la ropa que “lavamos” y no limpia sino ensucia), consumíamos jugos naturales, refrescos artificiales, caratos y chichas artesanales y degustábamos la rica y variada dulcería criolla; en fin, vivíamos comiendo cualquier cosa todo el día.
En cuanto a la diversión, jugábamos bastante, era común en mi barrio ver corretear a la chiquillería a cualquier hora, especialmente después de llegar de la escuela, eramos niños incansables, socializando en todo momento.
Algunos juegos que recuerdo: trompo, yo-yo, perinola, papagayo, gurrufío, metras o canicas, rondas, la gallinita ciega, el gato y el ratón, policías y ladrones, la eres, la coronita, saltar la cuerda, la papa quemá, la botellita, la candelita, la cuchara y el limón, palito mantequillero, papel y tijera, el escondido, el zamuro agarrado, la seguidilla o seguir al líder, la sillita, los caballitos, la escuelita, pelotica de goma, chapitas, baloncesto, futbolito, voleibol y beisbol callejero, pisé o el avión, alé limón, fusilao, cero contra pulsero, yaquis, juegos de mesa como, ludo, dama, dominó, dama china, ajedrez, monopolio, palitos chinos, jenga, dados, barajas, bingo, juegos de memoria, crucigramas, sancocho de letras, stop, el ahorcado, la vieja; cantábamos y bailábamos, simulábamos tocar instrumentos con tobos y perolas, colocábamos un papel a los peines luego lo soplábamos para emitir sonidos, fabricábamos teléfono con vasos de plástico y pabilo, competíamos sanamente en carrera de sacos, subíamos a los árboles, construíamos columpios con mecates amarrados en las ramas, cualquier superficie inclinada la convertíamos en tobogán, participábamos en cuanto concurso o torneo se realizaba, hacíamos el muñeco que simbolizaba al apóstol que traicionó a Jesús, lo bautizábamos con el nombre del gobernante de turno y lo paseábamos en una carretilla por todo el barrio o lo sentábamos en la calle, reíamos a carcajadas al escuchar los versos del testamento que generalmente aludía a algún vecino con la herencia que le dejaba aquel Judas, jugábamos carnaval con agua, algunas veces con pintura, nos disfrazábamos y salíamos en comparsas, patinabamos, ibamos a las misas de aguinaldo en las frías madrugadas decembrinas.
Todo esto y más lo disfrutábamos en familia y en comunidad sin temor a la delincuencia; generalmente estas actividades las hacíamos todas las tarde, en la noche, los fines de semana o en temporadas específica, sin necesidad de esperar las vacaciones.
Ah, casi lo olvido, muchas veces agarrábamos una lata vacía de leche, por cierto hubo latas de leche de distintas marcas y presentaciones, le abríamos un hueco en el fondo y uno en la tapa, pasábamos un alambre y luego la llenábamos de tierra, la tapábamos y listo teníamos una aplanadora; luego no podían faltar la china o resortera, los arcos y flechas que construíamos nosotros mismos, los tira chapas (especie de rifles con ligas, pero en vez de piedras como las resolteras o chinas, lanzábamos chapas o tapas de algún envase pequeño), los dardos, las patinetas con ruedas de rolineras, los patines, bicicletas, peleas de espadas, correr simulando que lo hacíamos sobre motos o caballos, rodar un rin de bicicletas, perfectamente equilibrado, llevándolo en un gacho de metal o con un palito, rodar cauchos o llantas viejas empujándolos con las manos o con dos varas largas, íbamos de excursión a la montaña o al río, nos bañábamos y pescábamos, mientras los mayores hacían el suculento sancocho, no temíamos enfermarnos porque los hospitales estaban dotados y las farmacias o boticas tenían todos los medicamentos, además, contábamos con médicos venezolanos de altísima calidad, realmente fuimos muy felices.
Gracias a Dios que en aquel tiempo no estaba tan adelantada la tecnología ni se habían masificado los aparatos electrónicos y lo mas importante no existían los altos niveles de violencia e inseguridad, inflación, especulación, ni desabastecimiento de alimentos ni medicinas que estamos viviendo hoy en Venezuela. Ah y no existía el "Socialismo del Siglo XXI".
Autor:@marcosmilano71
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