Mi viaje apenas comenzaba, y ya comenzaba a padecer los augurios típicos de un emigrante.
En la vía con destino a San Félix.
Llegué a San Felix a las 9:00am del día 11 de noviembre, llegué a un terminal de dicha ciudad, y nunca imaginé lo que iba a esperar.
Las condiciones de dicho terminal eran precarias, jamás imaginé llegar a un terminal con unas condiciones tan paupérrimas, comenzando con que para entrar al terminal, no habían escaleras, y tenía que subir un muro bastante empinado, con mi maleta de 23 Kg, y mis equipajes de mano.
Mi siguiente destino era Santa Elena de Uairén, la última ciudad Venezolana en la que estaría, por lo tanto, me dispuse a encontrar un pasaje para dicha ciudad, y lo conseguí.
Compré mi pasaje a un vendedor ambulante, y aproximadamente el doble de lo que costaba un pasaje normal, porque los pasajes de agencia estaban agotados. Según este vendedor, mi autobús saldría a las 5:00pm (Cosa que nunca sucedió).
En fin, compré mi pasaje, y me preparé psicológicamente para estar en aquel terminal por supuestamente 8 horas y en semejantes condiciones.
Me fui adentrando al terminal, y percibí que las condiciones eran peores de las que imaginaba; no habian asientos, para ir al baño tenías que pagar una cantidad absurda (Era un baño pórtatil con un insoportable olor putrefácto), no habían enchufes para cargar tu dispositivo móvil, si querías cargar tu batería, tenías que pagar una cantidad absurda a un sujeto para que cargara tu celular por una hora, tampoco había agua en aquel lugar, y el precio de una era impagable, sin contar con que el calor era insoportable y aletargante.
Decidí que no pasaría esas 8 horas sin compañía y mucho menos en aquellas condiciones, así que por primera vez en mucho tiempo, dejé la timidez a un lado, y me dirigí a socializar con la señora que alquilaba estos baños putrefáctos.
Me dirigí a ella con una sonrisa en el rostro, y buscando conversación. Me dijo que me sentara cerca de ella, así que esto hice. Hablamos de todo un poco, y las horas fueron pasando. Yo llevaba un bolso con diversos dulces y comida, y compartí con esta señora, lo cual me agradeció bastante. Tengo un recuerdo (bien simple de hecho) pero me conmovió bastante; aquella señora iba a desayunar y vi que se comería su arepa sin nada (la arepa es una comida típica de Venezuela, es una especie de torta, hecha con harina de maíz). Al ver esto, saqué mi queso cheddar fundido, y le ofrecí un poco. Ella automáticamente adquirió una enorme sonrisa en el rostro, y me confesó que tenía mucho tiempo sin comerse una arepa con ese queso, y que desde hace tiempo quería hacerlo. Eso me reconfortó bastante, y percibí que con actos tan simples, podemos hacer felices a cualquiera sin pensarlo.
Me quedé con ella hablando, y dijo que me tomó bastante confianza y cariño, me dijo que saldría un momento, y dado la confianza que me tenía, me dajaría las llaves de su baño (Su mayor tesoro y su única fuente de ingreso).
SÍ, SEÑORES, ESTABA A CARGO DEL BAÑO PUTREFÁCTO. QUÉ EMOCIÓN.
Luego de esto, pagué para poder cargar mi celular, y poder avisar a mi família que estaba bien, pasé las horas leyendo y hablando con mi nueva amiga. También aproveché de ponerme algunas vacunas, y me sentí orgulloso, ya que era la primera vez que me colocaba una vacuna por decisión própia, sin tener a mi madre obligándome. Comprendí que ya estaba creciendo.
Finalmente llegó la tan esperada hora; 5:00pm, la hora de salida de mi autobús.
Me dirigí al andén de donde saldría mi autobús, y me dispuse a hacer la fila. Eran las 5:30pm y comencé a preocuparme, ya que mi autobús no llegaba, lo primero que pensé fue que me habían estafado, recorrí el terminal buscando al sujeto que me había vendido el pasaje, y al no encontrarlo, comencé a entrar en desesperación. Pensé que me habían estafado, imaginé que tenía que dormir en aquel terminal a la intemperie y sin saber los peligros que podía correr, pensé que perdería mi vuelo... En fin, pensé muchísimas cosas, nada agradables, por supuesto, en esos momentos el pánico se apodera de nuestras mentes y nos bloquean por completo.
Respiré, bebí agua, y comprendí que nada lograría en un estado de desespero. Así que me controlé y pensé de manera inteligente; iría a mi andén, y preguntaría a las personas que allí se encontraban si ellos también tenían el mismo pasaje que yo tenía, así que eso hice, y, efectivamente, estas personas tenían el mismo pasaje, y estaban tan desesperadas como yo.
Me calmé, y me sentí un poco mejor, porque no estaba solo en esto, y, si fuí estafado, 49 personas más también lo estarían, y podríamos resolver de manera más fácil y apoyándonos para no perder la cordura.
Mi espíritu de líder surgió de manera inmediata, y aquel joven tímido de hace 8 horas, ahora se encontraba liderando este grupo de personas desesperadas.
Los reuní a todos en un mismo lugar, y les dije que teníamos que apoyarnos bastante, dada la magnitud de nuestro problema, así que dejé todo mi equipaje con ellos, y me dirijí con otros dos sujetos a buscar en el terminal al individuo que nos había vendido el pasaje.
Después de 10 minutos de búsqueda, lo encontramos, y descargamos toda nuestra frustración con él, y para nuestro alívio, nos dijo que el autobús tenía retraso, y que en una hora (O sea, a las 7:00pm) el autobús se encontraría en el terminal.
Estó nos calmó bastante, ya que sabíamos que no fuimos estafados, y que simplemente era un retraso del autobús.
Ahí hice amistad con muchas personas, y nos dispusimos a esperar.
El autobús no llegó a la hora que había establecido dicho sujeto, llegó dos horas después (O sea, a las 9:00pm) en total fueron 4 horas de espera, aunque para mí, fueron 12, ya que me encontraba en el terminal desde las 9:00am.
Hice la fila para entregar mi equipaje, y el colector dijo que quizá me cobraría más por el voluminoso tamaño de mis maletas. En aquel momento, llevaba 12 horas aguantando mi frustración, y lógicamente, exploté. Le dije a este sujeto que era bien desconsiderado, que aparte de hacernos esperar por cuatro horas, quería cobrarme más, y que no iba a permitir tal abuso. El sujeto vio mi actitud, y no me dijo absolutamente nada, y tampoco me cobró más.
Obviamente, el trayecto de un emigrante no es para nada color rosa, aún me esperaban muchas cosas, y una de ellas, es que me monté en el autobús más incómodo en el que había estado. Era un viaje de 8 horas, y los asientos eran de plástico, y extremadamente fríos, sin ningún tipo de seguridad, y estaban ubicados de una manera que si te dormías, te caías al suelo. Imaginen; 12 horas en un terminal paupérrimo, preocupado porque pensabas que habías sido estafado, cargando más de 30 kg en equipaje, sin poder salir del terminal para comer, y en un calor infernal. Lo último que uno espera, es viajar cómodo, para descansar, y liberarse de la presión.
Pero no, tenía que viajar en el autobús más incómodo que haya visto.
Cuando salí de mi casa, sabía que no sería nada fácil, así que no reclamé, me senté en mi asiento, en la espera de mi próxima aventura.
Amo demasiado tus relatos. Siguee que necesito saber más!!!!!
Awwww, gracias, honey.
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