No hizo falta preguntar qué pasó desde que me bajé de ese tren. No quisiera saber cuantas intensidades llegaron a tu puerto mientras yo intenta romper con todo que amenazara con romper mis alas. Bastó mirar adentro. Oler tu piel. Tocar tu alma buena y enredada.
Cuantos ríos corrieron desde entonces. Según los abuelos, las serpientes mudan de vez en cuando la piel. En su esencia está el movimiento, la transformación, la sabiduría. Sin embargo, para lograr su objetivo, debe buscar senderos, aunque sean peligrosos. No puede estar quieta. Si la retenemos ataca y nos inyecta el veneno mortal del aburrimiento y banalidad del mundo material. Sin esencia somos recipientes vacíos. Yo salí a mi encuentro, a buscar mi esencia, el espíritu que resiste al paso del tiempo, como el amor, la explicación mas exacta de Dios y de las cosas.
Pasó mucho, pero supongo que el tiempo y el espacio entre nosotros, a pesar de los impulsos, siguió siendo relativo. Regresamos a ese instante y lo quiero vivir sin pausas. No más despedidas, no más reencuentros. No más incertidumbre. Ahora, prefiero las certezas. Entendí que lo importante del tiempo es lo que hacemos con él.
Me imagino que no ha sido fácil. Ni la vida llena de juguetes de los burgueses es tan simple. Ni las despijencias de los vagos profesionales. No lo ha sido para mí, aunque ahora sepa agradecer las bendiciones del universo. Pero no me gusta la gente que se autocompadece todo el día. La vida misma te da las herramientas para sanarte, a mudar la piel cuantas veces sea necesario y una vez que estás completo, te da poderes infinitos más para ayudar a limpiar la maleza en el mundo, a sanar los dolores ajenos. Es el regalo divino. Es nuestra razón de ser. Es toda la verdad que necesitamos saber.
Empecé a escribirlo todo a los catorce años porque no entendía nada. El cuaderno era el único que podía con todo el dolor. ¿Qué hacías a tus catorce? Yo a penas venia abriendo los ojos a este mundo extraño. Aunque mi refugio siempre han sido las risas, los libros, las personas, los lugares, nunca se llenó el vacío, hasta que lo encontré dentro, profundo y lejano.
El amor estuvo todo el tiempo aquí y también te anduvo cuidando. Porque ese es el principio básico de amar: proteger. Y tus guardianes alcahuetes, que saben de tu amor sincero por la vida, te cuidaron y te trajeron nuevamente a mí.
A pesar del miedo, de los errores y los caminos recorridos, siempre hay un sendero que nos lleva al inicio, sin tener que voltear a ver atrás. Me puedo imaginar tus manos, tus besos, tus lágrimas, tratando de labrar el sendero que te recordó tus raíces y tu tarea en esta vida. Los abrazo, a cada uno y les doy mi gratitud, que es lo que más tengo de sobra. Agradezco cada paso que diste para que la espiral nos pusiera en el mismo camino. Y como no hay duda, ya no hay duda. Solo falta que vuelvas a decir que sí. Nuestras vidas son eternas y los espíritus se mantienen siempre jóvenes, decía el Gabo. “Piense el amor como un estado de gracia, no como el medio de nada, sino el alfa y omega. Un fin en sí mismo.” La serpiente nos vuelve a enseñar lecciones que podemos aprender juntos, en plena libertad, sin mentiras, con la pureza de un alma viajando por as estrellas, esperando un llamado a tierra.
No quisiera volver a naufragar en búsqueda de profundidad. A mis pocos años aprendí que el verdadero tesoro encantado está en nuestras narices y no en el fondo del mar. La ceguera es necia pero la vida, con su sabiduría eterna, se impone siempre, siempre.
Voy a contarte de a poquito quien soy yo ahora: la misma, pero con más energía y con la mochila más liviana. Voy a abrirme toda hasta cubrirte con mis alas y rodearte con mis piernas para que mi amor loco te cubra, no te escapes y te disipe los miedos, de aquí hasta que nos quiera aguantar la eternidad.
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Ese artículo es de mi autoría, publicado en mi blog personal.
Eres genial, te felicito, saludos
¡Gracias! Lo mismo digo. :)