Increíblemente me toca ver cada día como la gente a mi alrededor, incluyéndome, bajan de peso y pierden talla, prácticamente sin control.
Yo siempre he sido una mujer delgada y jamas me ha tocado luchar con mi peso. He perdido un aproximado de 8 kilos en el ultimo año, y recuperarlo no ha sido tarea fácil; aún no lo logro. Pero mi apariencia no ha cambiado lo suficiente como para dejar de ser reconocida por familiares y amigos en la calle, o al menos eso creo, jajajajaja. Sé que podre recuperarlo en algún momento. Pero quedé tristemente sorprendida al toparme en un lugar publica a un joven, que hasta hace muy poco tenia una contextura fuerte, tirando a gordo.
Para los que en algún momento llegaron a leer sobre mi presentación en Steemit, recordaran que durante muchos años he sido, o fui, preparadora de jóvenes con talento para el canto, y que me gané la estima, el cariño y el respeto de muchos de ellos. Ganándome el titulo de Tía. Hago la referencia para que se entienda el por qué me dolió enormemente ver a este chico en estas condiciones.
Yo caminaba en busca de algo que comprar para solucionar la cena del día, cuando veo a un hombre mayor que se me acerca con los brazos abiertos, una enorme sonrisa, y me dice con mucho cariño _ Tía, bendición. _ Juro que no sabía quién era esa persona. Aún así correspondí a su afectivo saludo y hasta le dije "Dios te bendiga".
Cuando aquel hombre se puso frente a mis ojos y siguió hablándome y preguntándome por el Coro Santa Lucia, lo reconocí dentro de toda su miseria. ¡Que barbaridad! Era Manuel. Un joven de apenas 24 años que se había envejecido como 40 años más.
Fue evidente que Manuel se percato de mi asombro. Y me dijo con voz quebrada _No sólo me robaron mis sueños tía. Sino que también me robaron mis kilos. _ Y luego dibujo una resignada sonrisa en su envejecido rostro.
Hablé con él un rato. Lo invité a incorporarse a cantar nuevamente. Le dije que me visitara de vez en cuando, que yo estaba allí para brindarle una mano amiga. Me despedí sin antes mandarle saludos a su mamá, que según mis conclusiones debía estar en peor estado que él; pues las madres somos sacrificadas por naturaleza. Y me alejé con un dolor y una tristeza que me llegaba hasta el alma.
Y sí. Manuel tiene mucha razón. No sólo nos han robado nuestros sueños, nuestra dignidad, sino que también nos robaron nuestros kilos.
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Aquí en Buenos Aires tengo varios compañeros de trabajo venezolanos que a diario comentan lo que están pasando sus familias, es inaudito que se haya llegado a este extremo, no tanto por los kilos sino por los sueños y el bienestar de la gente.
Así es querido amigo
Si mi querido @hosgug, el menor de los males o la menor de las perdidas, son los kilos. Porque cuando lo que se pierde son los sueños y la dignidad, son perdidas que calan el alma.
Muy triste amiga, lo vivo en carne propia con la familia que dejo en Maracaibo.
Supongo que te ha tocado ver entonces, como el aspecto físico y emocional de tu familia va cayendo en notable deterioro?!
Claro que sí, mis padres más que todo, evitan enviarme fotos de cuerpo entero para que no nos demos cuenta de lo flacos que están. Es una desgracia lo que vivimos los venezolanos
La peor de todas mi querido @hgalue.