Mi madre, que hoy día cumple 55 años de edad, suele ser una persona muy negativa y quejosa; la amo mucho, es lo más importante para mi, no obstante no puedo cegarme y debo afrontar la situación. Mi progenitora se ha caracterizado por ser una mujer luchadora y trabajadora, cumpliendo el rol de madre y padre al mismo tiempo y sacando sus hijos adelantes por el mejor camino.
Desde hace unos 4 años hacía acá debido a una crisis familiar por la que estamos pasando, mi mamá cambió mucho, se volvió una persona muy rutinaria se echó al abandono y se descuido un poco. Al pasar de los meses se fue recuperando hasta volver a ser físicamente como era, sin embargo salió a relucir una persona enfermiza y quejosa.
Enfermedad tras enfermedad la azotaban y llegó un momento que me preocupé tanto que pensé que le habían echado alguna brujería o algo. Me puse a estudiar su conducta y su día a día hasta que me percate de lo siguiente:
ME DUELE COMO LA CABEZA
le dolía la cabeza
ME DUELE COMO EL VIENTRE
le dolía el vientre
ME DUELE COMO EL SENO
le dolía el seno
Me di cuenta que ella misma se causaba sus malestares, lo sentía tanto que el poder de la palabra hacía que su cerebro en verdad hiciera sentir el dolor.
Luego de eso me puse hablar mucho con ella sobre el poder de la palabra y los efectos que puede causar en las personas; al principio me costó mucho, pero hoy día gracias a Dios lo entendió y es una persona muy sana. Claro, tienes sus achaques de persona mayor pero nada de que preocupar.
La mente es lo más poderoso que puede tener el ser humano, con ella podemos crear y destruir, lograr y estancar; debemos saber utilizarla y hacerlo para el logro de nuestros objetivos y sueños y no para mantenernos en un estado de catarsis en salud y emocional.