Querido futuro:
Como sabrás, no hemos tenido la oportunidad de conocernos, y quizá tampoco lo hagamos. Siempre he sentido curiosidad por ti, curiosidad por saber que tienes guardado para mi. Creo que parte de la naturaleza de nosotros como seres humanos es esperar mucho de ti, sin tan siquiera saber si existes. Escuchamos a diario de tu existencia, pero no podemos verte, solo te imaginamos; de hecho, muchas veces hasta nos aferramos a ti cuando nos sentimos perdidos, te vemos como una esperanza, una salvación. Es fácil nombrarte cuando nos encontramos sin rumbo, cuando hemos perdido la luz del camino; a veces creemos que eres la solución a nuestros problemas, pero tu mas que nadie debe saber que no es así.
Te pienso más de lo que realmente quisiera, a veces pasas horas en mi cabeza. Mi imaginación siempre se encarga de crear la mejor versión de ti, o mejor dicho, mi mejor versión de ti. Supongo que te debe pasar esto con frecuencia. Muchas veces mis expectativas no se erigen en mi presente, sino que se pasean por tu novelesco ser, y la verdad, no se si eso esté mal o esté bien, pero para mí es terapéutico. ¿Acaso hay alguien al que no le guste soñar despierto?
Sinceramente me das miedo, no se que te traes entre manos, pero tranquilo, no es tu culpa, tu solo estas alli esperandome. Creo en tu benevolencia, en tu magnanimidad, de otra forma no desearía conocerte. Quizá para ti resulte raro que te quiero conocer aun cuando te temo, pero así somos los humanos, lo desconocido nos genera simultáneamente miedo y curiosidad.
Espero que cuando nos toque conocernos seas tal y como te he imaginado durante tanto tiempo; espero seas el perfecto complemento de mi presente y el puerto seguro en el que quiero atracar y descansar.
Sin otro particular.