Pasas el resto de la
tarde durmiendo plácidamente como en días no
sucedía y te despiertas con la sensación de que
alguien observa tus sueños, te sientes investigada,
abres los ojos y es tu mamá preguntando si tienes
hambre, si vas a comer porque ni si quiera
desayunaste. Te levantas, comes y te quedas
congelada pensando en el sueño de la otra noche
que te hizo despertar mojada, más que pensar en el
sueño, piensas en el dueño de tus más oscuros
deseos, al mirar el reloj una vez más descubres que
vas tarde como de costumbre a entrenar. Te bañas,
te vistes, te preparas y te marchas a transitar el
camino hasta el sitio dónde puedes liberar las
endorfinas que hacen que los problemas de la vida
se desvanezcan.
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