Una melancolía que se alza en franco desespero. Que mantiene viva una incertidumbre, un sentido inequívoco de pérdida, de desolación. Taciturno y amargado, me encuentro escondido bajo la sombra de la desdicha, no encuentro aliento en tal podredumbre de ciudad. Una ciudad marchita, abandonada y en la cúspide de su desidia. Quisiera escapar, pero no tengo los medios para proveerme la salida.
Y ahí apareces tú. La causante de mis desgracias, de mis desvelos. Aquel sueño pesado que corresponde luego de largos episodios de tristeza vagabunda, no hace sino cansarme más y perturbarme con agotamiento mental. No asoma la felicidad por ningún rincón, y aquella melancolía alzada me molesta con su actitud desgarradora. Me llena los días de oscura fragilidad. Esto no es mal de amor, es simplemente amor no correspondido.
Pero no estoy enamorado, aunque alguna vez lo estuve. Todo dulce sentimiento ha sido carcomido por el frío abrazo de la decepción. Decepción que tarda en sanar, pues es alimentada por el miedo. El miedo a no encontrarte de nuevo, en ningún otro rostro, en ningún otro cuerpo. Soledad maldita que me persigue a donde quiera que voy. Planes deshechos por severas lágrimas que tumban y golpean con bramidos ensordecedores mi paciencia.
La situación se hace insostenible. Noches largas y frías, días eternos, iguales todos los unos y los otros. Una rutina inservible, vil como ella sola, me engulle y me digiere frágil y me despoja de todo sentido común. Insomnio cancerígeno que me mata por las noches y me revive en las mañanas. Basta de tanto desespero. Injusta probabilidad de que esto sea para siempre. Felicidades etéreas que duran minutos, dan paso a aquel vacío que no se llena con nada. Pues nada es suficiente para mí.
Ningún amor me es correspondido. No hay respuestas a mis acertijos. Placeres veloces que no llenan, que no cumplen. Nada es suficiente. Visiones etéreas de un futuro incierto es el pan de cada día. Desorden y caos mi alimento diario. No puedo ser salvado por nadie, porque no hay ser que entienda lo que en mi corazón pulula. Aquella imagen de tu sonrisa, cayó en profundos abismos y no hay lágrimas que puedan traerla de vuelta.
Soledad, melancolía, el vacío en el pecho, pero nunca indiferencia.