Deseo compartir con ustedes este relato con una gran enseñanza, apreciaría mucho sus comentarios sobre el tema que plantea.
SACAR LUSTRE A LOS ZAPATOS Por G. J. Villegas
ERA EL DÍA de limpieza en la casa. Acostumbraban a sacar todos los cachivaches que encontraran acumulados. Era un día de mucho movimiento donde procuraban abrir nuevos espacios y tirar a la basura todo lo que no servía. El abuelo ayudaba puliendo la madera de un viejo mesón del comedor. Usaba aceite de teca untado en un paño de lana y procuraba dar buen brillo al mueble. Su nieta apareció entonces cargando con dificultad una pesada bolsa, era apenas una niña de seis años; pero vivaz en su expresión. Al verla el hombre preguntó:
—¿A dónde llevas eso, niña mía?
—A la basura, abuelito —respondió con gesto gracioso, poniendo la bolsa en el suelo y extendiendo las palmas de las manos.
—¿Todo lo que llevas ahí es pura basura en verdad?
La niña asintió varias veces con la cabeza y entonces dijo: —¿Quieres que te muestre lo que hay dentro?
—A ver, muéstrame hija por favor —dijo el viejo alcanzando una silla para sentarse.
La pequeña empezó a sacar algunas cosas de la bolsa: juguetes rotos, papeles, un peine al que le faltaban dientes, unos libros de hojas amarillentas, y un par de zapatos de cuero que hace tiempo nadie usaba. Pertenecieron a su abuelo cuando era más joven, mucho antes que ella naciera.
—Pero esto que traes aquí no es basura —le indicó serenamente tomando los zapatos en sus manos; a lo que la niña replicó sonriendo:
—¡Claro que sí abuelito, porque están sucios y viejos! Así los objetos no tienen más valor.
—¡Valla!, de modo que el tiempo y un poco de polvo le quitan el valor a las cosas ¿eh? —exclamó mirando con nostalgia los mocasines.
—Bueno, ya nadie se pone estos zapatos, y si nadie los usa es porque no los necesitan... ¿Acaso son tuyos, abuelito?
El hombre, puso el calzado en el suelo, se levantó de la silla y caminó hacia un estante en el comedor.
—Quiero enseñarte algo, —dijo a su nieta sacando de la gaveta más alta una caja de madera—. Esto lo aprendí hace muchos años cuando tenía más o menos tu edad; y desde ese entonces no se me ha olvidado. Fue algo que mi padre me dijo, y ahora… yo te lo diré a ti.
La niña, con ojos curiosos, observaba como su abuelo sacaba de esa caja una lata pequeña de betún, un cepillo negro de cerdas suaves y un paño de algodón manchado con el mismo color de la crema. No entendía para que era todo aquello, así que preguntó:
—¿Para qué sirve eso abuelo?
—Ya lo verás, pásame uno de los zapatos.
—¿Vas a limpiarlos con eso?
—Ajá, eres muy inteligente, pero voy más que a limpiarlos; voy a sacarles lustre —dijo el abuelo tocándole la nariz con la punta de su índice.
—¿Lustre?... ¿Qué es lustre? —preguntó la pequeña extendiendo nuevamente las palmas de sus manos.
—Lustrar, es lo que haces cuando quieres darle a las cosas el valor que habían perdido, como a estos zapatos por ejemplo.
El hombre limpió el polvo del calzado con el cepillo, y luego de colocar la crema, comenzó a frotar y a frotar el cuero con el paño de algodón, hasta que éste empezó a brillar. La niña estaba fascinada, pues veía como aquellos zapatos que iba a echar a la basura, se transformaban ante sus ojos en las manos de su abuelo; parecía un truco de magia.
—¡Parecen como si estuvieran nuevos, abuelito! —exclamó la niña con rostro de asombro.
—Esto mi corazón, es sacar lustre a los zapatos —le dijo, entregándole el calzado perfectamente pulido, y agregó—: como ves, realmente no están para tirarse a la basura; todavía pueden servir. Muchas personas atraviesan por problemas en su vida, algunos graves, otros no tanto; pero estos se acumulan como el polvo, cubriendo a la gente y quitándoles el brillo. A veces puede parecernos que alguien no vale nada, que está para tirarlo a la basura. Pero su valor no se mide por lo que creemos que es, sino por lo que podría llegar a ser; por sus talentos escondidos. ¿Entiendes?
—¿La gente es como un zapato viejo, abuelito?
—No cariño, realmente no. Pero algunos, equivocadamente, llegan a creer que sí. Tu ibas a tirar estos a la basura porque estaban sucios y viejos ¿verdad? Pero ahora, después de pulirlos, se ven como nuevos. Por eso no debemos pensar que otros no tienen valor. En esto, la vida puede comparase a sacar lustre a los zapatos. Los que hoy parecieran no servir, con un poco de esfuerzo, podrían llegar a brillar. Nunca olvides eso.
Volvió a tocar con su dedo la punta de la nariz de su nieta, y ella le sonrió dulcemente.
me encantan las historias que involucran la relación entre abuelos y niños siempre están llenas de ternura y de enseñanzas que jamas se olvidan.
Añoranzas del pasado... tiernos recuerdos que acarician el pensamiento. Así es gracias por tu comentario @sonieta.