Por cosas de la vida, a un amigo se le escapó su nombre.
O, quizás, lo mencionó adrede. Porque sabe el efecto que tiene en ella.
Su sonrisa se borró, sus manos comenzaron a temblar al igual que sus piernas.
"No hagas caso, es solo un nombre".
Oh, pero para ella es mucho más que eso.
Sintió que su garganta se cerraba, causándole problemas para respirar.
Su vista se nublaba, su voz se quebraba.
Aquél nombre se metió bajo su piel, se grabó en sus ojos, se quedó en sus oídos y también en la punta de su lengua.
Evitó a toda costa llorar. Se dio una cachetada con fuerza para sufrir por algo más real.
Porque ya no soportaba tener esas crisis cada vez que escuchaba ese maldito nombre.
Ya no más, ya es suficiente. Se levantó y respiró profundo.
Esa debía ser la última vez que un nombre le haría querer gritar.
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