Muy buenas tardes, amigos de Steemit. Hoy vuelvo después de unos largos días de ausencia. En el Post de hoy me gustaría mostrarles uno de mis cuentos. Últimamente he tenido conversaciones con amigos sobre lo que son las relaciones tóxicas, y justo me acordé que tenía este cuento archivado en mis documentos. Espero que sea de su agrado.
La Última Canción que Desperdicio en Ti
Mis dedos acarician el piano. Rozan cada una de las teclas marfiladas; las presiona con amor, con pasión, con tristeza y melancolía. Este es mi última melodía, mi último adiós. Compongo esta sonata con los recuerdos, con las experiencias, con nuestro futuro. Solo que esta vez, tú no estás en él. Esta vez debo dejarte ir.
Te sientas a mi lado y me miras tocar el piano. Lo haces en silencio porque no hay palabras que puedan describir lo que mi melodía dice. Yo misma no tengo palabras para describir lo que siento, y por eso toco esta última canción. Entonces los recuerdos vienen a mi.
Recuerdo cuando nos conocimos. Yo estaba tocando en el café de la esquina, justo a una cuadra de tu edificio. Tu llegaste y te sentaste justo al frente y no apartaste la mirada ni por un segundo. Recuerdo que me compraste un Expresso y lo enviaste con la camarera porque eras muy tímido. Recuerdo haber ido a ti, y hablamos por primera vez. Me dijiste tu nombre y yo el mío, y de inmediato nuestras vidas se unieron.
Recuerdo que nos seguimos encontrando por un par de meses, hasta que me propusiste ser tu novia. Mi corazón se hinchó de felicidad aquel día. Dijiste que no querías a nadie más en tu vida, que solo querías estar conmigo, que había robado tu alma. Después de eso, íbamos juntos a todos lados. Recuerdo que tomabas mi mano, lo que creí una demostración de tu amor.
Recuerdo como te escribía canciones. Como componía melodías y las tocaba solo para ti. Recuerdo que compuse una sonata entera la primera vez que me dijiste que me amabas. Ese día me llevaste a la playa, y allí en el muelle, bajo la luz de las farolas, dijiste por primera vez las palabras más importantes de nuestra relación. Nos besamos sin importarnos los espectadores, sin importarnos las burlas de los chiquillos, ni de los quinceañeros que corrían bicicletas a nuestro alrededor. Solo importábamos tu y yo.
Recuerdo que cuando me llevaste a mi casa, pase toda la noche en el piano; borrando notas, escribiendo arreglos, perfeccionando la melodía. Sin dudas era la armonía más hermosa que había compuesto en toda mi vida. Recuerdo que hubo lágrimas cuando la toqué para ti. También fue la primera vez que hicimos el amor. Te amaba…, te amo.
Sin embargo, también recuerdo como todo empezó a caerse. Los celos fueron los primeros en aparecer. Recuerdo como me gritabas cuando me veías con algún amigo, como me herías con palabras difíciles de olvidar. Recuerdo nuestras peleas por algún comentario sin importancia. Como me golpeaste una vez porque pensaste que te engañaba con un compañero de la facultad. Todo lo que habíamos tejido juntos se deshilachaba, se deshacía por tu desconfianza. Empecé a temerte, pero mi amor por ti era aun fuerte, así que cuando me pedías perdón, simplemente lo hacía. No me importaba cuan duras fueran tus palabras. No me importaba cuan distanciados estuviéramos el uno del otro.
Recuerdo que me disculpaba sin saber por qué. Te pedía perdón en el piano, y mis dedos se esforzaban por mostrarte mi dolor. Dolor que sentía seguido debido a nuestras discusiones.
Esta vez no te pido perdón. Esta vez no puedo soportarlo. No puedo permitir que mi amor por ti sea más grande que el amor que siento por mí. Haré mi propio camino y esta vez ya no estarás, porque me rindo. Me rindo con esta última canción. Me rindo a pesar de que lloraré una vez más, de que sufriré una vez más. Porque al final, tú no eres para mí, y yo no soy para ti.
Por esta última vez, mis manos tocaran para ti. Tocaran a sabiendas de que al fin he encontrado el valor para dejarte ir, y para dejarme vivir. Espero que con esta triste armonía comprendas que ya no puedo más, que no puedes herirme una vez más.
Tus manos intentan tocar las mías, detenerlas, pausar el sonido. Pero no lo permito, y ávidas continúan hasta llegar al clímax, a la nota más alta, al punto donde no hay retorno. Una lágrima baja por mi mejilla, otra cae en una tecla de marfil. Detengo mis manos en un último acorde y luego me vuelvo hacia tus ojos cafés, y con un nudo en la garganta pronuncio las palabras que tanto temía decir:
-Lo nuestro terminó.