Saludos, amigos de Steemit.
Les comparto en esta oportunidad un texto (volviendo al relato) que habla sin duda de la esencia y el autoconocimiento. Creo que este cuento está entre el erotismo y una especie de anécdota de cambio, de crecimiento. En deuda con la persona que lo inspiró, @nancybriti. Espero, y agradezco de antemano, sus comentarios y lectura.
Garúa
No había para ella en ese momento, ahora que la tranquilidad de su habitación le permitía recordar, más que la ininterrumpida repetición de su inesperada hazaña, la infinita reproducción de una escena que hubiese escandalizado a todas las personas que ahora estaban reunidas para celebrar su decimoctavo cumpleaños porque no había nada más inapropiado que una señorita saltando por su ventana en medio de la noche para caminar entre calles oscuras y terminar refugiándose en el apartamento donde ella había creído encontrar una parte esencial de su feminidad.
Con el cabello extendido sobre una de sus almohadas y el pensamiento recogido dentro de sí misma, la casi-mujer se aferraba con toda su pasión aun infantil al recuerdo de aquella noche en la que se olvidó por completo de todo el mundo exterior y se permitió ser explorada por un ser alejo a su cosmos interno. Se concentró tan profundamente en la remembranza que pronto los músculos de sus piernas se tensaron y sintió un embriagante calor. Bajo la delicada tela su pecho subía y bajaba cada vez con mayor agitación, y cuando se decidió a rozarse el cuello con sus finos dedos comprobó que estaba totalmente humedecida.
Sumida en el más puro deseo, no pudiendo resistirse más a los recién descubiertos instintos, introdujo una de sus manos por debajo de la falda del vestido mientras con la otra presionaba con suavidad uno de sus senos aun tiernos. No le era ajeno el contacto entre ella misma, lo totalmente nuevo y exquisitamente excitante era la visión opalina de aquella criatura de movimientos rítmicos y manos delicadamente diestras. Tratando de reproducir fielmente su último desvanecimiento, se esforzó sobremanera en imitar cada roce, caricia, penetración y dominio que en ella se habían producido; logrando alcanzar una sintonía perfecta entre su recuerdo y las sensaciones autocausadas en su cuerpo, sintió que ya no era ella quien entraba en sí misma, que no eran sus manos las que causaban tan delirante agitación, sintió exactamente la misma cantidad de masa muscular que unas noches antes se derrumbaba sobre su cuerpo entre suspiros que la hacía gemir de placer. Ya entregada por completo a la fantasía, sus manos guiadas por un impulso desconocido, no escuchó que alguien se dirigía a la habitación, alguien que terminó trayéndola de vuelta a su cama con unos firmes golpes en la puerta.
-Hija, te esperamos. –la voz llegaba hasta ella amortiguada por su trance. Con un soplo de decepción, arregló su vestido y colocó en su rostro el semblante habitual de su persona. Al abrir la puerta lo primero que asomó ante ella fue la expresión plácida de su madre que con una sonrisa amplia la invitó a salir al pasillo y dirigirse a la sala.
Tratando de ignorar lo que su madre decía con tono excesivamente preocupado mientras recorrían el pasillo, la muchacha fingía aquel desinterés que en otras situaciones le era tan genuino. A pesar del aparente alejamiento, en su mente se borró todo recuerdo afable para permitir que brotara y se acrecentara única en su pensamiento la idea fija y amenazante de un enfrentamiento directo con sus padres. Era ella uno de los pocos seres provistos de la libertad de maneras y pensamientos que traen consigo la expresión sin filtros y la espontaneidad de los gestos y atenciones; y así se desenvolvía en cualquier entorno sin preocuparse por los factores externos ni los seres ajenos a ella misma. Acostumbrada a pensar, decir y obrar sin limitación alguna, era extrañamente incómodo el reciente interés que sus padres manifestaban constantemente hacia sus ideas, expresiones y acciones.
Lo que realmente la turbaba no era el desacuerdo que manifestaban sus padres ante su ya arraigada y asentada personalidad, era la terquedad de su carácter y la certeza de defenderse de todo lo que amenazara su individualidad lo que empezó a perturbarla unas semanas antes de aquella celebración. Cuando empezaron a hacerse sonoros los susurros de disgusto de su padre y los suspiros nerviosos de su madre, se empezó a crear en ella una sustancia acuosa que desde bajo su piel comenzó a proteger todo aquel mundo interno que quería resguardar; fue así como, mientras más aceptaba su esencia y más la veían los demás como mujer, se agrandó la brecha entre sus padres y ella. Cuando la algarabía fue más fuerte que el discurso de su madre y que sus propios pensamientos, se ubicó dentro de sí misma y dio de lleno con una sonrisa a la sala llena de familiares y amigos que ante ella se abría.
Toda erguida, con su cabello ondulado echado hacia un lado cayéndole hasta la cintura y sus ojos semejantes en forma y profundidad a los de un felino en reposo, entró a la habitación y al instante todo quedó arropado bajo su presencia. Envuelto todo en la atmósfera líquida y lánguida en la que acostumbraba a moverse, fue saludando con gran afecto a todos los presentes con su amplio espectro de gestos sugestivos y modos suavizados. Desde el fondo de la habitación, cual nubarrón cargado de la más pura tensión y molestia, el padre observaba a su hija siendo punto de atención; la niña había crecido, a su parecer, demasiado rápido y ahora era una mujer sin limitación alguna, con un desprecio notable por la prudencia y las buenas costumbres que se deben seguir para no pasar por mujer de demasiada ligereza de afecto y movilidad de cuerpo.
Ahora la muchacha llovía hecha besos cercanos a las bocas de sus primos y acaricias en demasías tiernas y cálidas. Nadie estaba libre de la fresca movilidad con la que se desplazaba por la sala ni de la firme seguridad con la que conversaba acercándose tanto como deseaba para que su voz siguiese siendo profunda y suave. Sabía el efecto que causaba tanto en los invitados como en sus padres, pero eso solo la alentaba a ser más fiel a lo que era. No se disimulaba la tensión que causaba; por la mente de todos los presentes, con tono malicioso en el pensamiento femenino y con un inconfundible matiz de lívido y envidia en la psique masculina, se cruzaba la inapropiada pregunta que los padres de la festejada no dejaban de hacerse: ¿qué hombre la ha enamorado? Y más que eso, dando por sentado lo que parecía evidente e innegable ¿qué hombre la había poseído? No era desconocido para ella que todos imaginaban lo mismo, y en medio de la discordia que creaba se placía en sembrar más dudas e incertidumbres.
Cuando terminaron los saludos y los amigos más cercanos de la chica llegaron a la reunión en su honor, todos se ocuparon en conversaciones individuales que a pesar de estar relacionas al menos vagamente con la muchacha los distraían de la presencia inmediata de la misma. Nadie se fijaba entonces en el animado diálogo que los jóvenes tenían, en los comentarios subidos de tono y en las familiaridades que se permitían entre ellos; al subir la música estridente que relaja los miembros y tensa las pasiones, el grupo se levantó en alboroto de risas y gritos dirigiéndose directo al centro de la habitación. Entregándose al estimulante ritmo se olvidaron por completo de las miradas ajenas y la cumpleañera se convirtió en el punto focal de la tropa. Estando en medio de sus compañeros, agitada por sus propios movimientos, unas manos conocidas la acariciaron suavemente y le fue imposible no alterarse al recordar su último encuentro con ellas; la sacudida interna aumentó al imaginarse nuevamente en solitario con aquella persona anónima que apenas le había prestado atención en toda la noche por considerar necesaria la distancia.
No tardaron en volverse los susurros desaprobadores y los comentarios mal disimulados más audibles que la misma algarabía de los frenéticos muchachos; viendo la madre el ascendente furor del padre y previniendo un escándalo aun mayor, llevó a todos hacía la mesa donde descansaba el enorme bizcocho irónicamente adornado con el merengue rosa más infantil. Mientras los invitados cantaban, iluminada únicamente por las fugaces dieciocho velitas, la muchacha sostenía con las manos la enorme cabellera sobre su nuca justo antes de que un unísono “¡Felicidades, Garúa!” la hiciera inclinarse y hacer desaparecer la efímera luz con un soplo.
Ya todo acabado, de apoco se fue vaciando la casa y Garúa se derrumbó en uno de los sillones en compañía de su única verdadera amiga y de dos de los muchachos que conformaban el bullicioso grupo ya disuelto. El padre, apaciguado por la intervención de la madre y agotado por el ajetreo, ya descansaba en su habitación; la madre despedía a los últimos invitados cuando su hija se acercó tratando de convencerla de que aceptara la aparentemente espontánea idea de que sus amigos, los aun presentes, pasaran la noche con ella. No fue difícil convencerla y en seguida los dos muchachos y su amiga se dirigían a la habitación de la festejada.
Estaba más ansiosa que agotada, pero debía ayudar a ordenar todo lo que había sido movido por la celebración. Cuando se vio libre de las obligaciones y se dirigía a su habitación, su madre la abordo con un sinfín de comentarios bañados de preocupación; escuchó en silencio, disimulando lo mejor que pudo la creciente necesidad tanto física como emocional de correr directo a su cama y encontrarse nuevamente con el ser tan profundamente deseado. Satisfecha la madre, pudo ir sin problema alguno hasta el pasillo. Mientras caminaba su pulso se aceleraba y un calor interno le subía al pecho desde el vientre. Entró en la habitación sin hacer ningún ruido, percibiendo únicamente el constante golpeteo de su pecho. Esquivó a la pareja que se había acomodado en una estrecha colchoneta sobre el suelo, se quitó el vestido y se metió en la cama temblando de anhelo. Sintió una mano fría en uno de sus costados, sintió como recorría su estómago hasta llegar a su pecho. El calor del otro cuerpo la hizo estremecerse y en sus labios se dibujo un gemido no expresado cuando sintió en su espalda unos pezones erectos y en el cuello un beso impregnado de labial.
Ay, Dios mío, qué cuestión
Lo que tu musa decía
Le puso una mano fría
Aquella chica en cuestión
Además tibio pezón
en su espalda se aferró
Pero nadie lo esperó
En tu cuento original
que esa chica virginal
de aquella se enamoró.
¡Brutal!
Gracias por leer, y que mi relato haya inspirado tan simpáticos versos es genial.
Tremendo detallazo, @acostacazorla.
Este cuento está excelente. Me encantó. Construyes los enunciados con una belleza sin igual. Bravísimo.
Muchísimas gracias, @solperez.
Que me lea es un gusto para mí, y su comentario me halaga.
Es muy buen cuento, @ramhei.textual. Había tenido la oportunidad de escucharlo en una de las lecturas que se hicieron en SAFOH o en la Casa Ramos Sucre. El trabajo con la psicología del personaje y el erotismo está muy bien logrado.
Muchas gracias, @josemalavem.
En lo erótico soy nuevo y que le parezca que está bien construido el texto me alienta mucho.
Gracias por dedicarme ese cuento, querido @ramhei.textual. Siempre he valorado tus habilidades en la narrativa y hoy, gratamente, siento que hay una madurez nueva y poética. Leo este relato y no dejo de recordar la tarde que lo leíste en la Casa Ramos Sucre. El final dejó a más de uno con la boca abierta. Jajajaja. Así eres tú: irreverente como mi/tu Garúa.
Ese recuerdo, como este texto, lo compartiremos siempre.
La irreverencia de Garúa es en parte impulso del escritos, en parte actitud de la musa.
Gracias, @nancybriti.
Te pasaste de loco... Eres una maravilla, chico. #Nosleemos
Lo "locomaravilloso" es mi fuerte. xD
Gracias por leerme Rococó (@roqueluisc), finísimo encontrar un comentario tuyo.