Como Las ciudades invisibles / @gracielaacevedo*
A Karina, por el cariño.
A José Malavé y a Oswaldo Acevedo, por su poesía.
Las ciudades invisibles es un hermosísimo libro de Ítalo Calvino, donde muy poéticamente el autor presenta brevísimos capítulos sobre cincuenta y cinco ciudades con nombres de mujer.
En la introducción del libro el autor aclara que las ciudades invisibles se presentan como una serie de relatos que Marco Polo hace a Kublai Jan, emperador de los tártaros. Los relatos de Marco Polo surten, en el desanimado emperador, el efecto de Las mil y una noches. Le habla de ciudades asombrosas, son cincuenta y cinco ciudades con tonos oníricos, ciudades desde el deseo, sobre la memoria, escenas privilegiadas para los muertos, urbes donde el protagonista es, a veces, el cielo, otras, la mirada, o, por lo contrario ciudades donde el signo principal es lo invisible, lo escondido...
…por ejemplo, una ciudad macroscópica que va ensanchándose y termina formada por muchas ciudades concéntricas en expansión, una ciudad telaraña suspendida sobre un abismo, o una ciudad bidimensional como Moriana.
La reflexión entre Marco Polo, al comienzo y al final de cada capítulo, evoca no solo la idea de ciudad, sino que despierta lo que podría ser la problematización especializada de los espacios urbanos, llevándonos a la pregunta ¿Qué es la ciudad para nosotros? Responde el mismo autor:
Tal vez estamos acercándonos a un momento de crisis de la vida urbana y Las ciudades invisibles son un sueño que nace de las ciudades invivibles.
Calvino ofrece, tal vez sin propósito, un rango que va desde las ciudades utópicas, que no encontramos pero que no dejamos de buscar, hasta las ciudades infernales, donde la búsqueda es:
“..buscar y saber quién o qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure y hacerle espacio” .
En ese rango el lector puede desplazarse para pensar sus propias experiencias con las ciudades, sea, como ocurre, con las ideas aisladas sobre ciudades ajenas o para descifrar las múltiples valencias afectivas que vive con su propia ciudad.
Leer a Calvino en Las ciudades invisibles ha sido, en lo particular, un ejercicio en el que los cincuenta y cinco nombres de mujer desaparecen para ser homogeneizados en solo uno. Ha sido también un empuje para re-escribir anteriores declaraciones de amor.
Con el libro de Calvino en manos pienso en la ciudad y los poetas, en la ciudad musical, en la ciudad de los caños abiertos, la ciudad de un azul asombroso de cielo, la de los crepúsculos, la ciudad de la comunicación con palabras sueltas, en la ciudad habitada por los niños perdidos… y sé, entonces, que cada quien hace una ciudad donde cada uno puede vivir a sus anchas, pero que esa ciudad es imaginaria, como las ciudades invisibles.
La ciudad de los poetas
A los amigos que salen del cine les asalta, de repente, el deseo de encontrar la ciudad de los poetas, solo tienen que ponerse de acuerdo y en un, dos, tres ya caminan por sus calles. Todas las casas anónimas desaparecen y solo van quedando las casas resguardadas a fuerza de admiración.
Allá está la casa del poeta acosado por la idea de la locura, acá la del que lloró sobre el recuerdo de unas uvas. Si lanzas la mirada sobre la costa un puente te lleva a la casa frente al mar donde el enfermo de sarna se escondió en el azul para proteger a su amada.
El sol de Cumaná está hecho para la lectura, también las grandes escalinatas de los templos donde los poetas bacantes, ebrios de tantas palabras hermosas, compiten con las campanas a ver quien llega más alto.
Cuentan las mujeres de la ciudad que los ven pasar subiendo y bajando las escaleras de San Francisco. Todos en la ciudad los reconocen por la manera de mirar las cosas y porque son incapaces de sostener una conversación fluida, tienen su memoria ocupada en evocar emociones, están invadidos por las palabras sueltas…
En la entrada de Cumaná se construye, en la actualidad, un gran arco; en el frontón se lee una frase inocente: “En esta ciudad, de poetas y de locos todos tenemos un poco”
Por eso nadie se admira si un par, o más, de poetas vivos se sientan en la mitad de la calle a darse besos en los ojitos. Es la manera en la que se reconocen mutuamente los bardos, un ritual de hermandad en el que se saben, unos a otros, nacidos del vientre de la ciudad de los poetas.
Por la historia de esta ciudad pululan los rimadores, gente que versea con una impresionante facilidad, como si en lugar de sangre bombearan palabras sus corazones: son los decimeros de la picardía, los trovadores de la alegría, los juglares de la esperanza… los anónimos relatores de la cotidianidad que aman la escucha y que han hecho magia para salvar la voz.
Los habitantes de Cumaná saben de esta ciudad invisible, solo hay que decir “un, dos, tres” y están allí.
Las imágenes son fotografías propias, la de la ciudad es un detalle de un óleo sobre tela, de mi propiedad.
@gracielaacevedo (Graciela Acevedo) es socióloga, por la Universidad de Oriente, Venezuela, Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Central de Venezuela. Profesora universitaria jubilada, mantiene intereses de investigación centrados en la línea de la religiosidad y discursividad social. Es autora del libro Religiosidad a inicios del tercer milenio, editado por la Editorial Académica Española. En la actualidad ejerce como Psicoterapeuta psicoanalítica, mientras intenta hacer relatos y disfrutar de la afición por la fotografía.
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Sin duda un viaje onírico por la historia, la añoranza y la imaginación. Esta ciudad que tanto ha dado y tanto puede dar merece que esa memoria se mantenga viva.
Es difícil ver a Cumaná con ojos romanticos cuando se transitan sus golpeadas calles y su gente perdida en los avatares de la cotidianidad, tropezando e insultando, pero como los poetas que deambulan haciendo malabares para salvar la palabra, muchos no poetas también hacemos magia para mantener la cordura y preservar la visión de la Cumaná posible.
Si se le pudiera poner una palabra más al lema,
“En esta ciudad, de poetas, de magos y de locos todos tenemos un poco!”
Un hermoso post, @gracielaacevedo. Las ciudades invisibles es uno de los libros de Ítalo Calvino que más quiero; viene perfecta la relación que estableces entre esa creación y nuestra ciudad, invisible a su modo, sobre todo en la encarnación que ha tomado en la poesía. Gracias por tu dedicatoria y por ese sentido texto homenaje a la Cumaná de los poetas, donde, de algún modo, me cuelo. Un abrazo.
Hermoso, @gracielaacevedo:
Me quito la gorra porque no uso sombrero y le hago una reverencia, mi estimada @GracielaAcevedo. Ha compartido un excelente escrito. ¡Exquisito en su totalidad! Desconozco el libro citado pero al leer lo que usted dice de él dan ganas de leerlo en una solo sentada. Vivan los poetas de esta tierra cumanesa. ¡Salud y vida!
Bella y conmovedora descripción de tu Cumaná invisible.
Yo también sé de una ciudad que tiene tu nombre: Graciela
donde me columpio admirando sus montañas de bondad
donde alcanzo el fruto amarillo de los árboles
donde cuento los pasos que median entre el sol y la luna.
Una ciudad donde se derrochan los colores de la acuarela.
Esa ciudad se extiende por los caminos de mi alma.
Gracias por estar puertas adentro y ventanas afuera, @gracielaacevedo.