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Posiblemente, un buen predicador es aquel que logra incrustar en la mente de sus oyentes un mensaje que puede producir cambios para bien... o para mal, dependiendo de lo que subyace detrás de su alocución.
A pesar de esto, aún no puedo encontrar quien pueda superar a ese grande maestro que hizo de su vida, el mejor mensaje. El buen predicador procuró, en todo momento, comunicar esas verdades celestiales con ejemplos sencillos a los que sus oyentes estaban acostumbrados a ver, porque así era su día a día.
Sus mejores mensajes comenzaban «El reino de los cielos es semejante a» y tomaba parte del diario acontecer para describir aquello que estaba en el mundo invisible, o mejor dicho, oculto para aquellos cuya mirada estaba puesta en las cosas terrenales.
Podía usar cualquier historia, pero el buen predicador no podía guabinear para comunicar sus verdaderas intenciones: El culpable no era quien no había escuchado el mensaje, sino aquel que lo rechazaba por el simple hecho de no representar sus intereses.
A pesar de todas las cosas buenas que hizo por los demás, no fue suficiente para aplacar el odio de quienes se mostraban en el pueblo, como la luz que los podía guiar a un mejor destino eterno... a un lugar donde podía vivir felices para siempre, pero jamás eternamente: Un reino celestial establecido en la tierra.
Su mensaje con el pasar de los años me enseñó que somos seres espirituales que hemos venido a esta tierra a tener experiencias humanas, y a través de las cuales, aplicar los principios que rigen el Universo, leyes que nos llevan a vivir una vida más placentera, llena de felicidad y sin culpas.
Esto tampoco quiere decir que no tendremos aflicciones, ya que la única forma de saber que algo es bueno, es experimentando su contraparte: Lo malo. Aprendimos que es la oscuridad cuando vemos que la luz la disipa, sabemos que vivir feliz es mejor porque no nos gusta la infelicidad y lo que este sentimiento produce en nuestro ser. Aprendimos que el amor es el sentimiento más sublime, ya que el buen predicador dio hasta su propia vida por sus semejantes que vivir llenos de odio y rencor; De hecho, parece que odiar a otra persona es como tomar veneno y esperar que la otra persona muera.
¿Qué locura, no?
El buen predicador nos enseñó que mi libertad termina donde comienza la libertad de otra persona y que es mejor tratar a nuestros semejantes de la misma manera en la que queremos ser tratados, una ley que, a pesar del tiempo, se mantiene vigente y lo seguirá estando por mucho tiempo después de que nuestro tiempo terrenal haya concluido.
Imagen tomada de la publicación original de @latino.romano
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Amigo @oneray te apoyo cuando dices: "nuestros semejantes de la misma manera en la que queremos ser tratados..." Tenemos que tratar cada dia de ser mejores seres humanos, ser empaticos y respetuosos. Considero que esto ha afectado mucho a la sociedad y al planeta por eso estamos como estamos, casi en peligro de extinción y todavia se hacen los ciegos, sordos y mudos.
Un abrazo querido amigo
Muchas gracias por tu valioso aporte en este comentario. Espero que en algún momento este comportamiento pueda dar un giro importante para el beneficio de todos.