Una elegante manera de llevar la voz de la crítica a una práctica ancestral, que, por un lado, entrega beneficios en la próxima cosecha y por el otro, roba espacios y vida al mundo presente desde antes de la fundación de nuestra especie. El final, un poco grotesco y quizás hasta irreal, pero que seguro se concibe quién sabe en cuantas cabezas de cuerpos bruñidos por el sol y la desesperanza.
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Sí, es una práctica muy dañina, porque el fuego se sale de control y acaba con otras especies. El final impredecible y enigmático que no deja de ser posible en este mundo loco.
Saludos cordiales.