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Tengo la fortuna tener a mis padres de vecinos, lo que me permite varios lujos, y entre ellos, aparte de la convivencia que uno aprende a atesorar más con los años, destaca el poder disfrutar del sazón familiar de manos de mi madre, que a su vez me recuerda a mi abuela.
Es curioso como en realidad necesitamos tan poco para ser felices, pero cuando crecemos y nos volvemos parte de la maquinaria de la productividad en la que vivimos actualmente, lo olvidamos y cimentamos nuestra felicidad en tener cada vez más y más cosas, que muchas veces ni necesitamos.
Comento esto porque anoche, mientras veía una serie de Netflix, mi madre tocó a la puerta, y al abrirle me dijo: "Sobró frijol refrito del almuerzo y voy a hacer panuchitos para cenar, ¿quieres unos?", a lo que mi respuesta fue un rotundo ¡SÍ!, acompañado de una sonrisa de oreja a oreja.
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Los panuchos son parte de la comida típica de Yucatán, y consisten en una tortilla gruesa de maíz, hecha en el momento, que se parte por el centro, como si se rebanara una pieza de pan, y se le embadurna frijol negro refrito, para luego cerrarse y freirse en aceite. Luego encima tradicionalmente se le pone lechuga, carne de pavo deshebrada, cebolla encurtida, y rebanadas de tomate, pepino y aguacate, pero en realidad se le puede poner casi lo que uno quiera.
En el caso de los panuchos caseros, se usan tortillas tradicionales de las que uno compra ya hechas para el día a día, y que en México suelen acompañar todos los almuerzos. Son las tortillas con las que se hacen los tradicionales tacos mexicanos en todas sus enormes variantes.
Estas tortillas se doblan a la mitad, como si fueran empanadas, se les pone el frijol refrito al centro, se fríen y luego se les pone encima tomate y cebolla picadas, o tomate licuado, y si se tiene a la mano pollo deshebrado también. Estos panuchos caseros también son llamados "negritos" por la apariencia final que tienen, porque quedan "oscuritos" debido a que la tortilla se dora al freírla y medio transparenta al frijol que lleva por dentro.
Plato con tres tipos de panucho: tradicional, de relleno negro y de picadillo.
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Bueno, pues anoche los "negritos" que preparó mi madre me hicieron el día, y los disfrute como cuando niño, y me supieron más ricos que la pizza gourmet deliciosa que cené la noche anterior en el cumpleaños de una amiga. Y ahora que escribo esto estoy más feliz que en todo el resto de la semana, y todo gracias a algo tan sencillo como unas tortillas rellenas de frijol refrito freídas en aceite.
Lo que me regresa a mi premisa inicial: en realidad no se necesita mucho para ser feliz. Esto los niños lo ejemplifican a la perfección. Uno les compra el juguete más caro que puede y al final acaban jugando más con la caja de cartón en que viene el juguete que con el juguete mismo.
De alguna manera al crecer nuestra capacidad de asombro se desvanece, y las cosas que antes nos hacían felices nos empiezan a parecer poco, y empezamos a ambicionar otras que nuestro contexto social nos marca como lo deseable para ser felices, y ahí nos embarcamos sin cuestionamiento alguno en su búsqueda.
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Al final, uno siempre valora más las pequeñas cosas que siempre tuvo, y descuido por perseguir espejismos que muchas veces no nos llevan a ningún oasis prometido, sino a más desierto, a más vacío, a más arena que se nos escurre entre los dedos.
Si tan solo reflexionáramos un poco más antes de hacer las cosas. Si tan solo nos dejáramos influenciar más por lo que sentimos que por lo que los demás nos dicen que debemos sentir. Si fuéramos un poco más sordos al exterior y más atentos a lo interior, tal vez veríamos la vida de otra manera.
Tal vez nos daríamos cuenta con mayor facilidad de que en realidad lo único que necesitamos para ser felices es ser de nuevo como cuando niños. Recuperar nuestra curiosidad, nuestro capacidad de asombro, y esa intensidad para vivir el ahora que perdimos al crecer y empezar a vivir para el futuro, y luego tristemente muchas veces para el pasado.
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Ver la vida de nuevo con ojos de niño puede ser la clave para revalorar nuestra existencia, y saber si vamos por buen camino o no. Quiero pensar que emocionarme por unos "simples negritos", al grado de escribir este post, es señal de que voy por buen camino, o de que por lo menos no todo esta perdido. Muchas gracias por leerme y hasta la próxima.
©bonzopoe, 2023.
NOTA 1: Para conocer la historia del panucho pueden leer el artículo del que tomé la imagen de portada de esta publicación, o hacer click aquí
NOTA 2: La imagen de los tres panuchos la tomé de un nota alusiva a la Primera Feria del Panucho que se realizó en el 2022, en Mérida, Yucatán. Pueden leerla dando click aquí
Si llegaste hasta acá muchas gracias por leer este publicación y dedicarme un momento de tu tiempo. Hasta la próxima y recuerda que se vale dejar comentarios.
Me pregunto si algún día podré comer un panucho o negrito, pero lo asocio a unas empanadas que hizo mi hija hace unas noches cuando la visité en otro estado, yo había cenado, pero no me resistí a probar una porque ellas vienen repletas de amor familiar y eso vale tanto.
Me gustó leerte.
Saludos cordiales.
Casi les di la receta sin querer así que igual y un día podrías hacer la prueba. Un gusto verte por acá y muchas gracias por tus palabras. Saludos!
Gracias! Me encantó leerte porque lo sentí como un nuevo llamado de tocar tierra nuevamente y soltar toda esa ocupación en esa matrix de productividad que nos arropa y rebosa.
Siempre me ha llamado mucho la atención eso de los niños, con mis hijos me paso que le compraba juguetes grandes y caros y acababan jugando con la caja... y en medio de la pandemia me sentí mal el primer año porque no podría celebrar el cumpleaños del niño como en años anteriores con sus amigos, así que planifique un día de juego con mis dos hijos en casa, le hice su comida favorita, hicimos cine, entre otras actividades, cuando acabo el dia me dijo que "había sido el mejor cumpleaños de su vida".
Lloré de la emoción y más por haberme dado cuenta que también había sido el mejor cumpleaños para mi, en los anteriores por atender a la gente y la logística del cumpleaños me perdí de la celebración y de compartir con él... entonces definitivamente aprendí que con poco podemos ser felices y tenemos que abrazar esa posibilidad todos los días.
@tipu curate 6
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Muchas gracias por compartir esa anécdota que evidencia muy bien a lo que me refiero. Vivimos que un mundo que nos aturde a tal grado que nos impide ver lo importante, y en eso la sabiduría de los niños tiene mucho que enseñarnos, siempre y cuando dejemos de lado nuestro ego y tengamos la humildad suficiente para aprender de ellos. Tu la tuviste y eso es maravilloso, ojalá más gente se diera la oportunidad de hacerlo. Un abrazo y saludos desde México.
This looks very attractive and delicious at the same time, I wish I could taste it